martes, 18 de enero de 2011

Nanit

Anoche, por circunstancias adventicias y sobrevenidas, es decir, que me han llegado s anunciándome algo y  que se han "avenido" a mí sin yo preverlas,  me topé con un breve poemario que terminé de componer justo por esta fechas. Lo tenía casi olvidado. Para mi alegría, voy comprobando que lo tengo creo que corregido del todo. Éste es uno de sus poemas, ya subido a este blog, pero me agrada la idea de volver a hacerlo.
Voy también comprobando que llevo dos años y medio, imagino que ya para tres (pierde una las cuentas de tanto intentar anotar fecha) hablando una y otra vez sobre las mismas cuestiones.  Se dice que "siempre" se fotografía lo mismo. En lenguaje escrito sucede igual. Sólo varía la forma. Las circunstancias  modifican sólo los accidentes.

Nanit

Duelen hablando quedamente los lentos crepúsculos de estos días semejantes a ciertas aves que se posan sobre la anochecida./
Duelen quebrando horizontes allá por donde el sol se pierde para lograr ser más sol, más aurora del otro lado, del otro barrio, donde danzan ligeros/
los bostezos, las axilas, los murmullos ahogados bajo las sábanas/
y nuestro olor profundo y seguro de ser vivo alimentándose de sí mismo./
La luz. La luz a oscuras en este abandono necesario de nuestra fuente/
para lograr la bendita proclama del sol sobre todos, sobre las firmes costuras de este travestido animal que persiste y persiste, hombro sobre hombro,/
fuente sobre fuente, del puente al puente de tu mirada sobre el río, el mar, la ancha distancia.../
el agua./


¿Qué te habita que tanto me arroba?/
¿De qué consumo me abasteces que al igual que me llena me deshace en estas perlas claras?/
Siempre amor, siempre ahogo, siempre agua escondida y clara anhelando/
el perfil de tu mejilla, los labios que me hunden sin haber besado siquiera la fuente terma de este ocaso bajo el sol,/
bajo la estrella tras tu vida que persigo por el canal de vuelta/
en gozoso desorden, de corriente continua de ti a mí, de mí a ti imaginando que llego hasta tu boca de Hombre abierto a mi avenida./


Creo yo que somos dos batiéndonos en la común espera de nuestra suerte en el otro, en el cauce depositado, en el lecho de tu pecho y el mío, aún calientes./
Caliente nuestra cama de común y mutuo abrigo en esta luz a oscuras del encuentro entre el día y la noche, el siglo y la espera,/
confortados bajo la misma manta, bajo el mismo sol,/
redescubiertos en la mañana de esos anhelos que nos conforman como carne de luz, amor y ser vivo pleno./
Creo yo que no somos dos, sino uno./
Uno más el deseo de no perdernos en el horizonte de un nuevo espejismo./

Sofía Serra, Diciembre 2009

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