miércoles, 7 de diciembre de 2011

Lamento del despoesido

(Correcciones "El muriente")


Lamento del despoesido


he tenido delante a la pelirroja espera,
mas esquivé sus verdes manos
y afilé mis hombros lomando peñas.
Ahora surco camino de las nieves,
ahora descubro cuán pesada losa
mi gravedad de hombre
sin plumas y sin mi garganta
fue.


El hielo tatúa oleosos fríos
en mis antebrazos brota
loctite entre los párpados
de mi hipocampo sin meninges
ni bola de cristal


para ya adivinar,
—aunque solo fuera—
que el sol que me devuelve
inundaba el día
porque en mi saliva se posó
la imperfecta rosa roja.


Este lamento que desdoblo al aire
encaja el terco objetivo en mi frente:
yo no puedo verme. Beber
del deleite le fue dado
a mi boca menuda y hueca,
la osa cavó la cueva,
pero mi agujero negro
rebosó en la espesa mesura
de mis células, fotovoltaicas
con que sólo hubiera corrido
el pestillo:
abrir los verticales miembros,
cerrar la horizontal
a tanta bombilla de bajo consumo
de mí mismo.


Se me despeinan los codos
se enmuñonan estas rodillas,
se me esfuma el bajovientre,
mano tanto velo inerte y denso,
tanto humo plomo a lomos
de esta mañana espalda
que doblo y vierto hoy
con fauces lágrimas
que me engullen.


(Sofía Serra, El muriente)

martes, 6 de diciembre de 2011

Anónimo sevillano

Anónimo Sevillano (Epistola moral a Fabio)


Fabio, las esperanzas cortesanas
Prisiones son do el ambicioso muere
Y donde al más astuto nacen canas.


El que no las limare o las rompiere,
Ni el nombre de varón ha merecido,
Ni subir al honor que pretendiere.


El ánimo plebeyo y abatido
Elija, en sus intentos temeroso,
Primero estar suspenso que caído;


Que el corazón entero y generoso
Al caso adverso inclinará la frente
Antes que la rodilla al poderoso.


Más triunfos, más coronas dio al prudente
Que supo retirarse, la fortuna,
Que al que esperó obstinada y locamente.


Esta invasión terrible e importuna
De contrario sucesos nos espera
Desde el primer sollozo de la cuna.


Dejémosla pasar como a la fiera
Corriente del gran Betis, cuando airado
Dilata hasta los montes su ribera.


Aquel entre los héroes es contado
Que el premio mereció, no quien le alcanza
Por vanas consecuencias del estado.


Peculio propio es ya de la privanza
Cuanto de Astrea fue, cuando regía
Con su temida espada y su balanza.


El oro, la maldad, la tiranía
Del inicuo procede y pasa al bueno.
¿Qué espera la virtud o qué confía?


Ven y reposa en el materno seno
De la antigua Romúlea, cuyo clima
Te será más humano y más sereno.


Adonde por lo menos, cuando oprima
Nuestro cuerpo la tierra, dirá alguno:
«Blanda le sea», al derramarla encima;


Donde no dejarás la mesa ayuno
Cuando te falte en ella el pece raro
O cuando su pavón nos niegue Juno.


Busca pues el sosiego dulce y caro,
Como en la obscura noche del Egeo
Busca el piloto el eminente faro;


Que si acortas y ciñes tu deseo
Dirás: «Lo que desprecio he conseguido;
Que la opinion vulgar es devaneo.»


Más precia el ruiseñor su pobre nido
De pluma y leves pajas, más sus quejas
En el bosque repuesto y escondido,


Que halagar lisonjero las orejas
De algun príncipe insigne; aprisionado
En el metal de las doradas rejas.


Triste de aquel que vive destinado
A esa antigua colonia de los vicios,
Augur de los semblantes del privado.


Cese el ansia y la sed de los oficios;
Que acepta el don y burla del intento
El ídolo a quien haces sacrificios.


Iguala con la vida el pensamiento,
Y no le pasarás de hoy a mañana,
Ni quizá de un momento a otro momento.


Casi no tienes ni una sombra vana
De nuestra antigua Itálica, y ¿esperas?
¡Oh error perpetuo de la suerte humana!


Las enseñas grecianas, las banderas
Del senado y romana monarquía
Murieron, y pasaron sus carreras.


¿Qué es nuestra vida más que un breve día
Do apena sale el sol cuando se pierde
En las tinieblas de la noche fría?


¿Qué más que el heno, a la mañana verde,
Seco a la tarde? ¡Oh ciego desvarío!
¿Será que de este sueño me recuerde?


¿Será que pueda ver que me desvío
De la vida viviendo, y que está unida
La cauta muerte al simple vivir mío?


Como los ríos, que en veloz corrida
Se llevan a la mar, tal soy llevado
Al último suspiro de mi vida.


De la pasada edad ¿qué me ha quedado?
O ¿qué tengo yo, a dicha, en la que espero,
Sin ninguna noticia de mi hado?


¡Oh, si acabase, viendo cómo muero,
De aprender a morir antes que llegue
Aquel forzoso término postrero;


Antes que aquesta mies inútil siegue
De la severa muerte dura mano,
Y a la común materia se la entregue!


Pasáronse las flores del verano,
El otoño pasó con sus racimos,
Pasó el invierno con sus nieves cano;


Las hojas que en las altas selvas vimos
Cayeron, ¡y nosotros a porfía
En nuestro engaño inmóviles vivimos!


Temamos al Señor que nos envía
Las espigas del año y la hartura,
Y la temprana pluvia y la tardía.


No imitemos la tierra siempre dura
A las aguas del cielo y al arado,
Ni la vid cuyo fruto no madura.


¿Piensas acaso tú que fue criado
El varón para rayo de la guerra,
Para surcar el piélago salado,


Para medir el orbe de la tierra
Y el cerco donde el sol siempre camina?
¡Oh, quien así lo entiende, cuánto yerra!


Esta nuestra porción, alta y divina,
A mayores acciones es llamada
Y en más nobles objetos se termina.


Así aquella que al hombre sólo es dada,
Sacra razón y pura, me despierta,
De esplendor y de rayos coronada;


Y en la fría región dura y desierta
De aqueste pecho enciende nueva llama,
Y la luz vuelve a arder que estaba muerta.


Quiero, Fabio, seguir a quien me llama,
Y callado pasar entre la gente,
Que no afecto los nombres ni la fama.


El soberbio tirano del Oriente
Que maciza las torres de cien codos
Del cándido metal puro y luciente


Apenas puede ya comprar los modos
Del pecar; la virtud es más barata,
Ella consigo misma ruega a todos.


¡Pobre de aquel que corre y se dilata
Por cuantos son los climas y los mares,
Perseguidor del oro y de la plata!


Un ángulo me basta entre mis lares,
Un libro y un amigo, un sueño breve,
Que no perturben deudas ni pesares.


Esto tan solamente es cuanto debe
Naturaleza al simple y al discreto,
Y algún manjar común, honesto y leve.


No, porque así te escribo, hagas conceto
Que pongo la virtud en ejercicio:
Que aun esto fue difícil a Epicteto.


Basta al que empieza aborrecer el vicio,
Y el ánimo enseñar a ser modesto;
Después le será el cielo más propicio.


Despreciar el deleite no es supuesto
De sólida virtud; que aun el vicioso
En sí propio le nota de molesto.


Mas no podrás negarme cuán forzoso
Este camino sea al alto asiento,
Morada de la paz y del reposo.


No sazona la fruta en un momento
Aquella inteligencia que mensura
La duración de todo a su talento.


Flor la vimos primero hermosa y pura,
Luego materia acerba y desabrida,
Y perfecta después, dulce y madura;


Tal la humana prudencia es bien que mida
Y dispense y comparta las acciones
Que han de ser compañeras de la vida.


No quiera Dios que imite estos varones
Que moran nuestras plazas macilentos,
De la virtud infames histriones;


Esos inmundos trágicos, atentos
Al aplauso común, cuyas entrañas
Son infaustos y oscuros monumentos.


¡Cuán callada que pasa las montañas
El aura, respirando mansamente!
¡Qué gárrula y sonante por las cañas!


¡Qué muda la virtud por el prudente!
¡Qué redundante y llena de ruido
Por el vano, ambicioso y aparente!


Quiero imitar al pueblo en el vestido,
En las costumbres sólo a los mejores,
Sin presumir de roto y mal ceñido.


No resplandezca el oro y los colores
En nuestro traje, ni tampoco sea
Igual al de los dóricos cantores.


Una mediana vida yo posea,
Un estilo común y moderado,
Que no lo note nadie que lo vea.


En el plebeyo barro mal tostado
Hubo ya quien bebió tan ambicioso
Como en el vaso múrrimo preciado;


Y alguno tan ilustre y generoso
Que usó, como si fuera plata neta,
Del cristal transparente y luminoso.


Sin la templanza ¿viste tú perfeta
Alguna cosa? ¡Oh muerte! ven callada,
Como sueles venir en la saeta,


No en la tonante máquina preñada
De fuego y de rumor; que no es mi puerta
De doblados metales fabricada.


Así, Fabio, me muestra descubierta
Su esencia la verdad, y mi albedrío
Con ella se compone y se concierta.


No te burles de ver cuánto confío,
Ni al arte de decir, vana y pomposa,
El ardor atribuyas de este brío.


¿Es por ventura menos poderosa
Que el vicio la virtud? ¿Es menos fuerte?
No la arguyas de flaca y temerosa.


La codicia en las manos de la suerte
Se arroja al mar, la ira a las espadas,
Y la ambición se ríe de la muerte.


Y ¿no serán siquiera tan osadas
Las opuestas acciones, si las miro
De más ilustres genios ayudadas?


Ya, dulce amigo, huyo y me retiro
De cuanto simple amé; rompí los lazos.
Ven y verás al alto fin que aspiro,
Antes que el tiempo muera en nuestros brazos.



(Desde Dámaso Alonso hay certeza en su atribución a Andrés Fernández de Andrada, 1575-1648)

domingo, 4 de diciembre de 2011

La parca

La sierpe lozana (la parca)


No sé bien
ni mal comenzar
si o no prescindir
de ti o de mí
y sólo ceder
a él o ella
paso, los dos
que gobiernan
en el bálsamo duda, gigantes
apostamos sobre el leve remanso
del denso delantal de estaño
vuestro.


ni aunque tú y yo
fuéramos gallinas
sabríamos sostener su mirada
de ciempiés morado
de terciopelo bajo los ojos.
los arrestos y los aplausos
tienden el deseo
de alguna clave de verde,
un solvenir anudado
a su sinuoso cuerpo,
algún tentempié sobre
tu abrecadabara
sonrisa sin espera,
y llega la carcajada sibilante,
tan mía la siento:
koónfiaenmíii
koónfiaenmíii,
semejante murmullo ondina
sobre tu cobrizo de agua
entretelado con mis dedos.


Sofía Serra

Una entrada en el blog que Loli ha recién creado

He hecho esta entrada-apunte (enlace abajo) en el blog de Loli, la mujer a la que habría que ponerle un monumento, porque es la que ha sabido intentar recoger toda la esencia (compartir), que fue lo bonito que tuvo la experiencia tan horrorosa del blog de critica feroz que se inventó batania, horrorosa y dolorosa (para unos como yo, para otros imagino que una chulería más con la que adornar sus cestas vacías).

En este país de guerras fratricidas, y sin que nada que tenga que ver la poesía con ello, porque no, no es el mundo poético fratricida, aunque sí, sí resulta más perverso encontrar las malversaciones y las malicias en un colectivo como ese, que una mujer, que no va de poeta por la vida, sino que encima es médico, haya sabido tener el rearme, realme necesario, para poder seguir humanamente adelante con un proyecto en la acción de compartir experiencia o interés artístico,  me llena el alma de orgullo y esperanza. Por ella y por el ser humano en general.

Y a los hipócritas, tergiversadores, mal-versadores, mal-dicentes, in-creedores del ajeno,  que les vayan dando. Provocan dolor y horror, pero este siempre se supera con la ayuda de la buena voluntad y los buenos sentimientos.

Sigo creyendo en los corderos de verdad y en mis palomas, todo depende del espíritu, es decir, la intención del ser humano que use la palabra, y esta sólo depende del talante de cada cual, talante, que no talento. Con este se nace, es un don, y como digo en algún verso: "Quien pervierta el don, que clame por la musa", es decir, que llore cuando seca se le quede la inspiración.

Este es el enlace que he hecho en el blog de Loli. Como se comprobará, sólo un apunte. Aquel blog puede convertirse en una experiencia bonita para compartir por debajo y por encima de lo ya hecho poética o artísticamente, así que animo con toda mi alma a todos los que sigan confiando en mí en aparecer por allí y solicitar permiso para poder publicar o comentar. No hay que ser ni poeta ni nada. Sólo PERSONA.

http://nidodepoetasycuentistas.blogspot.com/2011/12/familia-politica.html

viernes, 2 de diciembre de 2011

Dormir

Dormir

Un niño ante el mar
recuerda
la prontitud de las olas.
Imaginamos un mar lleno
de olas llenas de niño
lleno de memoria
ante el mar.


A estas nostalgias
duerme el dolor
conocido,
el bajel se balancea
desde el escabel
del oleaje y su amarre
y el agua salina
amaga las curvas
de sus crujías.


No sabremos nada de ti o de mí
hasta que el alarido ponga fin
al sueño enquistado por el frío.
Despertar placenteramente
en este rumor de huecos
latentes en cada pulmón,
en cada cuerpo reposado y deshecho
sobre el aire del entredicho me levaré
cabeza abajo hasta vaciarme
de cualquier olvido.


Ya no se almidonan las sábanas:
La piel se arrastra
desenterrada
del día
y nada.


(Sofía Serra)
 
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