lunes, 26 de mayo de 2014

De pie bajo el alcornoque

De pie bajo el alcornoque

Día de sueño para dormir
a la sombra del alcornoque,
la habitación se estremece
con cada brote de bellota.
Tan tiernos maman del aire
tan duro hijo de mis carnes
cuando pienso en tumbarme
sobre su hojarasca puntiaguda
y sus velas iluminadas
con verdes durante el amarillo.

Menos mal que una tumba
posa su peso bajo sus ramas.
A la muerte, a la Gran Madre,
veneramos con cada piedra
que amontonamos
sobre el cuerpo muerto
de un afecto vivo.

viernes, 23 de mayo de 2014

La compañía del ciprés


La compañía del ciprés

(A un ciprés arrancado por el viento)

se me quitan las ganas
de escribir más allá
del bien, o del mal
se me quita el miedo
de vivir el medio
de ser inmortales
en la práctica diaria
súplica hecha cruces
en el tronco del árbol del valle
de los caídos por tanto
vociferante yugo
ajeno a ciencia
sanadora aguza
flechas clavándonos
esperanzas como si
fuéramos puro ruido,
pura basura, pura
piedra morrena glaciar
retumbando enrarecida
arrastrando tantos trazos,
tantas cruces, tantos troncos
corpóreos como tantos
brazos que crucificamos
y cuadramos día a día
allá en la cima de la montaña
nevada
de papeles
de voces flagelantes
desde bocas inmundas
desde almas grasientas
donde ni cabra ni monte
o matojo
crece. Nos clavan
tan lejos
que ni la campana
de la aldea repica
por nuestros muertos
árboles negros y secos.

Sólo el ciprés se tumba para acompañarnos
en nuestra huida.
Él verde siempre
tiempo amándonos
tal como somos.

Tal como somos…
Y quién puede
sabernos sino
el ciprés caído.

jueves, 22 de mayo de 2014

La diletante

La diletante (de viaje visitando monumentos)

En este simulacro exilio
me permite el lienzo
reconocer mis pasos.
Hasta en los canales crece
para recordarme de donde vengo,
nunca hacia donde vamos.

En esta sutil agonía
que es la vida venero
tus tristes luces de hojaldre
que se hunde. Tan pesada la carga
que soportan tus láminas, tus
mil palacios de carne, tu
luz de los esperados
puentes beben de mi
aire maternal y el afrodisíaco
perfume de su celo
de hembra, mar de tu alumbre
y de mi ausencia sobre ti.

Colmo leones como
blando espada
blanda contra
las dulces venencias
de las gotas de agua
sobre la yerba,
el monumental —se erige
todos los días— nutriente
que la naturaleza nos favorece.

El verde es su primer color.
También el del origen de la vida.

martes, 20 de mayo de 2014

La ausencia y la presencia

La ausencia y la presencia

La encina I

se hacen transparentes
venga sino dulce
a la lengua del verte
y mover tu venir
como un río de estrellas.
así la luz diabla de tu entredós
luces flamea la bandera
de espigas del campo de trigo
en abril y sola la encina
sujeta el suelo al ras
de la tierra cimentando
el cielo alimentando
el futuro
pan.

La encina II

Sin interferencias salvo
la de la esquina
donde la torre que
cómo hila, cómo afina
sus cuerdas de luz rozando
la encina ya se me figura
un tierno echador de lombrices
a la tierra, que
cómo oréase, cómo ablanda
la suya muerte que sola
existe en los agujeros iracundos
del gusano de las mil cabezas.
sonríe al aire,
porque el aire reconoce
las sonrisas de la tierra
evadiendo y duplicando
lo que ella modela, la raíz
elevada al hueco del lleno
del aire que el aire esculpe
hasta que se hace el doble:
el tronco y la copa
de la vida la raíz
omitida.

La encina III

El repertorio
anula cualquier objeto
de apatía.
cerca y lejos.
las ventanas se cierran
caldeando los interiores
de tantos hombres vagos
por el mundo deambulando
y yo qué soy, qué soy sino
tan puro y sola quijada
de boca anulada,
de boca adamita,
de boca dolorida.
enquistar, así nacen
los secretos, la piedra injusta
sobre los dientes, la lentitud
del coma profundo
de mi tronco.

lunes, 19 de mayo de 2014

Oración excretora

Oración excretora

Señor, estoy deseando dejar
este mundo, no a mis seres
queridos, no, ni a los árboles
ni al cielo, con nubes o despejado,
ni siquiera al invierno tan cruel
para mis manos, tampoco
deseo perder de vista a las flores
ni a mis perras, ni siquiera
a la mala película de televisión,
o, menos aún, al libro que tengo
sobre la mesa. Pero, sinceramente,
Señor, sí tengo mucha necesidad
de dejar este mundo ya
en las manos de quien lo posea.
No deseo pelear más
por lo que en realidad no es mío,
allá cada cual con su propiedad,
el piso, el negocio, la empresa,
el automóvil, los hijos salidos
de madre, de cauce, quiero
decir, la ironía —las flores
ya te he dicho que no, ellas
no se visten de sarcasmo
ni otras negaciones—, el prestigio,
las ventas, los noes, los imposibles,
las incapacidades en suma
el desconcierto palpable
de tanto mono bajado
de los árboles.

Te los nombré casi en primer lugar,
ellos son la clave de este infortunado
azar que en vez de mona
me ha hecho mujer, hembra
de una especie que no sabe callar
ni trepar por el cuerpo
de su semejante. Rasca, rasca,
quítote las pulgas o las liendres,
te hago mimos con mis labios
de homínida asilvestrada, hecha
cuero de un municipio, de una
civilización que hace aguas
duras o blandas y no,
no sabe llevar pañales.

Señor, llévame contigo
a las nubes redondas y verdes
de mi selva o a las dunas
cuadradas del desierto,
al hielo de los polares mares
o al fuego de las chimeneas
de los volcanes, al pasado,
al futuro o a mi presente,
pero no me dejes más en manos
de su tiempo, que no es mío,
que no, que yo aún sé trepar
por el pecho de mi amado,
que yo aún sí sé despiojarlo
desnuda a la luz del sol,
pedirle que me lo haga
y no avergonzarme
de mis pelos enredados
entre las ramas y las hojas
o caídos sobre el suelo
de allá abajo que ellos pisan
y construyen para no caerse
al abismo.
Y yo sólo me fijo, sólo me fijo,
y no quiero imitar lo que hacen.

Y si no, si no me llevas,
cúrame estos lacrimales
si es que quieres
que pueda seguir mirando.
Si es que quieres
lo que pasa
sobre un tiempo
que no es mío.

Ni Tuyo.
 
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