domingo, 9 de junio de 2013

La actitud

La actitud

He de levantar
la mirada me hace
parecer aún más
pequeña de lo que soy.

desde aquí ensimismada
en la junta del día sin noche
que despide a cómodos adversarios
como la almohada y la sábana
no escatimo ni versos ni recursos
para tratar de averiguarme dentro
de una piel que se ablanda,
la camicaze no se obstruye
con la estrella, sueña bajo tus dientes
tu aspereza de animal lejano
asociado a mis ideas, que tú y yo
culminemos como un darte y un goce,
una representación de nosotros
bajo el día que se enciende
sin interruptores. la luz natural,
la prostituta más vieja del mundo,
rejuvenece todos los días
para envejecer mis lamentos.

en depresión inquieta de voces
llegan malas dudas quebrando
el supuesto trampantojo, justificando
una absoluta serenidad, un manto
de dios inasible sobre mis hombros
deslucidos, afilados, desgastados
por tanto uso. murió a manos
de la espada del beneficio
inmediato, voy a la contra
de su sólida estela y pesado
cargo sobre mis riñones.
los soldados de los bronquios
redoblan su guardia de día.
Nunca toso. ellos me permiten
respirar para que no me ahogue
por tanto peso de mundo o peso
mío.

Es el tiempo que no hace vida,
pero la tuya fabricó andanadas
de segundos. hoy se equilibran
sobre la cuerda floja
que extiendes en el cielo
entre las dos torres: la de la
vanidad, la de la impaciencia.

viernes, 7 de junio de 2013

Camino del solsticio

Camino del solsticio

el mediodía

junio llegó como
un día común de
abanico rojo
al fregar el patio.

las girándulas de los extractores
—de esencias de cocina,
no de llantas de bicicleta—
batían las paredes del mediodía.
Los rieles del aire
descorrían el calor
mojando el lienzo
transparente de la vista,
de mi vista.

¿dónde estás eje mío?
¿dónde te arguyes
o te hincas
mis dos manos?

la mañana

leve así nace
la flor del jazmín
en el pezón
de la asustada
aurora. Me vengo
con ella y su aroma
extrayéndome.

la impresión fue traumática.
cede el filamento.
la catapulta lanzará
márgenes y aberturas
como islas grandes.

jueves, 6 de junio de 2013

Follar

Follar

“Follar” es una palabra muy bonita, nunca he entendido que la acusen de inelegante.

Follar suena a hoja
de papel o verde
y roja y gris y amarilla
y por tanto a-canto,
y por tanto y tanto
a árbol,
y árbol es
resonando
dos unidos
por el nivel,
el ras
los separa y los une.

Follar significa
hoyar y ollar.
Como el árbol:
la raíz y la copa,
lo mismo por arriba
que por abajo.

Con distingos
sin igual.
Al par.

En paz.

Mis dedos en tus párpados

Mis dedos en tus párpados

Hoy se me han abierto los ojos, hoy precisamente, hoy, que ha sido cuando precisamente he pronunciado una y otra vez un “¡Pero, mamá, abre los ojos, abre los ojos!”, haciéndoseme evidente al final que quien tenía que abrirlos era yo. Luz blanca y salvaje. Luz sin piedad, como la luz verdadera, luz con amor. Luz de despertar.
Mi madre muere, así, en continuo. Se extingue, se va ocultando, como el sol de poniente (espectáculo tan hermoso, tan verdadero), como una velita que se apaga, según otros lenguajes. Y yo vivo el duelo. Después, probablemente, no lloraré. Yo ya sé que llega la noche, y la noche pre-vivo en esta tarde de Junio hacia su solsticio. Aquí, cuando el sol más feroz lanza sus rayos directamente, donde el caminante solar cercena sus fauces estrellándolas contra la tierra, justo rompe el cauce una vida que se desborda. Porque si comenzamos allá en un pasado multiplicando, se termina en un presente haciéndolo igualmente. Llega la resurrección del día. La marisma. El estuario.
Ahora que su cuerpo se extingue, se van extinguiendo otros. Necesidades y contraduelos.
Somos lo que hemos sido multiplicado por cada recuerdo que nos re-tiene. Doblarte me regala Ella, La Verdad. Tú, tus ojos verdes esforzándose en esta mañana de junio. Yo, dejarte descansar en esta tarde.
“Ea, mamá, es verdad que no puedes, ea, pues ya está… Duerme tranquila.”
Mis dedos en tus párpados.

miércoles, 5 de junio de 2013

La ciudad sitiada (A Sevilla)

La ciudad sitiada
(A Sevilla)

El paralelo se ha colmado de inmundicia.
Las calles aparecen.
Ahora las veo porque
sobresti
mo-mi-mi-
rada sobre
el suelo el papel
dibuja
la mancha blanca y alada,
que se desplaza
y obtiene tierra.
Quisiera yo deshacerlo,
reivindicar su aroma origen
sembrar sobre el adoquín
el árbol con ciruelas
pasas prestas para
ingerir,
limpiar los intestinos
de una ciudad de carne y hueso
gris. Bella sin alma. No tiene a nadie.
No tiene manos.
No tiene pies.
Ojalá nos abandonara
(pero tampoco es nadie)
como el alma abandona
los cuerpos cuando
ya inertes.

Y nosotros, tantos
muertos de carne
y hueso blanco,
nos evaporaríamos.

El hueco. Lo limpio. La libertad
de Ella.
 
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