martes, 25 de diciembre de 2012

Autorretrato con medio siglo

24/Diciembre/2012. Nikon D7000
Ya es mi cámara. Hacerme el autorretrato que llevo disparando desde creo recordar que los 18 años era esencial para que se sintiera en su casa, mis manos. El reflejo con las palmeras, recién podadas, del Palacio de las Dueñas, el cielo, cipreses, los pináculos de cerámica azul y blanca, los tejados. El interior con el perfil de mi madre, la funda de sus gafas. Hasta se vislumbra el lomo de "Signos cantores". Uno de los óleos que más me gustan de entre todos los que pinté sobre el campo, el espejo biselado y la lámpara de mi abuela, la reproducción de los amantes de Picasso, las macetas de mi hermana ( o de mi padre o de mi otra hermana o hasta mías, herencia de mi abuelo el gusto por ellas). Hasta la bolsa rosa con el regalo que mi madre me había comprado por mi cumpleaños, el pijama que hoy no quiero quitarme. La silla vacía, blanca. Curioso, como las del campo, como las que siempre retrataba percibiendo las ausencias. Esta vez puede representar a mi padre, ahí, enfrente de mi madre, como si estuvieran juntos, y yo un poco en medio, como siempre, lo mismo cuando discutían y sufría y peleaba porque no lo hicieran, como cuando intentaban dormir o se reían. Y el papa noel de "cristal", transparente. Navidad. Mi cumpleaños. Algo especial este autorretrato. Retrata a una mujer de 50 años que mira como cuando tenía 18. Sé bien que de eso se trata.

Dejo que los blancos se quemen.

Esta cámara es un portento comparada con la D-80. Las habrá más profesionales, pero no necesito más. A mí me viene de maravilla la multiplicación de sus megapíxeles. Siempre fuerzo las luces. No me importa el ruido que aparece al hacerlo, incluso aplico filtros que lo potencian a la vez que hipersaturan. La cámara aparece ante mis ojos como como capaz del triple de nitidez que la otra. No sé cómo califican al objetivo. Normalmente hay críticas negativas sobre uno de tan amplio rango, pero yo lo percibo como magnífico. Y creí que me iba a resultar más pesado en comparación con el otro. Pero no. Ya me he habituado, en 50 o 60 disparos ya no me pesa la cámara.
Una joya, una verdadera joya esta D7000.
Gracias a todos vosotros.

(Sofía Serra)

La conciencia del siendo del otro


La conciencia del siendo del otro

Completamente depresiva. Disimulo, protesto, gimo, intento cantar, pero el dolor de espalda no desaparece. No descanso. Tampoco sé por dónde camino. Me faltan las fuerzas o el percibirme. Ya no me hallo. Todo lo pierdo. Conforme construyo casas, las derribo, así lo he hecho siempre. Es mi comportamiento salvaje conmigo misma. De nada me sirve lo ya construido. No me compensa el atesorar.
El nivel virtual del horizonte, dicen en el manual de la nueva cámara. Pero no hablan de cuando no se ve ese horizonte. Existe un término en psicología que me describe perfectamente la situación: proyección. Es fruto de la labor del profesional. El paciente habla y habla, transmite sus padeceres al psicólogo que lo atiende. Al final se libera de ellos porque ha conseguido proyectarlos en el profesional. Normalmente aquí acaba el proceso y el paciente sale sano por la puerta del despacho el último día de sesiones.  Yo no soy profesional de la psicología pero sí especialista en asumir y asimilar los problemas o padeceres de otro. Así, sin más, sin que me cuenten, tan sólo por “apercibimiento”. Este es el sufrimiento que me produce este medio. Percibir tanto y sobre tantísimos seres humanos y no poder manejarme en sus padeceres porque me faltan todos los datos. Percibir y percibir. Asimilar. Asumir cuando puedo. Por eso necesito conocer, por mi propia salud emocional. Si asumes, sales airoso. Si se conocen los porqués, se puede asumir. No hay depresión. Racionalizas y la emoción de abatimiento desaparece. En una ocasión llegué a hacer mío el hecho de matar a una persona tan sólo porque el otro asimilara su derecho a ser feliz a pesar de haber contravenido las normas morales de su propio espíritu a causa de un cortocircuito mental. Estaba preparada emocional, humana y psicológicamente para ello. El hecho de matar a otro ser humano es completamente natural dentro de nuestra naturaleza. Por eso mismo las más antiguas normas que nos autoimpusimos tuvieron que prohibirlo. Si no, no habríamos podido sobrevivir, convertirnos en especie pobladora. Esa es la única causa: mera economía de especie. Después se justificó mediante procesos morales/religiosos, pero en esencia, en origen, nace como pura pauta a seguir para no autoextinguirnos. La conciencia del otro como necesaria para nuestra propia vida. Todos somos necesarios para el buen desenvolvimiento de la tribu. El bien de cada otro resulta vital para la progresión del grupo.
Lo primero que aprendí con el estudio de la Historia, de la vida del ser humano en este planeta, o antes de que comenzara a adentrarme en él. Quizás.
Sin embargo, ESTO, no sé cómo asimilarlo. No hay porqués, me está vedado su conocimiento. Aún así. Apercibo y asimilo. Soy una pura esponja. Todo lo acojo. Todo lo del otro lo hago mío. Mi capacidad de empatía me resulta insana para mí misma. Pero aún hoy no sé cómo dominar esa tendencia de mi espíritu, ni creo que puedo dominarla nunca.
No me sirven las lecciones sobre estrategia. Un resorte interno me impide contemplar al otro como enemigo, como “objeto” al que tengo que vencer.

La depresión me abate en un día de Navidad cuyo nivel de horizonte virtual está equilibrado. Sin embargo, yo lo percibo inclinado hacia la derecha. No me sirve lo que me diga una máquina. Soy incapaz de disparar su fotografía.
La conciencia del otro como necesaria para nuestra propia vida.
La conciencia del siendo del otro como necesaria para nuestro propio estar siendo.


por Sofía Serra (sagesse)

lunes, 24 de diciembre de 2012

Atardecer de nochebuena


Atardecer de nochebuena

esto es un cansando espejos
que sucumben ensimismados
en sus consabidos reflejos de brillos
y despintados y serenos soles
reflejados sobre el pétalo de la rosa.
¿Habrá quien atestigue tanta osadía,
tanta simiente reflectada que se ajusta
al horario ya sin anclas?: Bella la muerte
de no importa ya qué modo de luz.

Sobre el patio se tumban cansados
los brazos extensos del atardecer
y el son del invierno mísero
—es tan bonita la palabra—
y tan cálido invierno
como las rosas que asoman
por tu boca o tus labios
o tus dos gajos de mandarina,
que también se tumban
uno sobre el otro,
ambos sobre el patio con su gesto
de manos juntas en paz
con los colores de tu piel,
también naranja y rosa,
que vuelven el cielo a su envés
o a la muerte de la pálida
y lúcida guía
en el mundo curvo y teniente
de mis muslos sobre
también tus labios,
que ya canta uno
noche de paz
deseo para ti.


por Sofía Serra (sagesse)

Dar

Dar

Mujer, si tu memoria
llega al anido y a la inocencia,
no recuerdes el maltrato
de tus caderas,

la gran pena,
qué pena,
es que tú morirás
antes que yo
y así las nubes no se despejarán
nunca. Esto es reconocer al sol.

ese niño que asoma
sus ojos a la galería
con sus enormes
cristales bendecidos
por la niebla y la luz
rasgándolos en plena abertura
de mundo herido a sus piernas,
y los pies abandonados al claustro
memoroso y marmóreo
de fino frío y azul.
Ese niño se balancea
con sus codos lentos y curvos
sostiene la sonrisa —de sus sibilinas
comisuras le nacen—,
bello ejemplar de cervatillo blanco
camina por las aguas dudosas,
pero cristalinas,
del ciprés que se yergue
y aloja a la collera de tórtolas.
Las mendicantes gotas del rocío,
al fin, se suceden cayendo
hasta mojar
la tierra.

Y ya no necesita pedir.

(De El hombre cuadrado)


por Sofía Serra (sagesse)

Ars essendi

Después de la bomba que he tirado sobre mis blogs, parace que por aquí comienzan a brotar algunos cotiledones



 ARS ESSENDI 



 http://arsessendisofiaserra.blogspot.com

(edito días después : este blog, ars essendi ya no existe... ser sigue siendo, ;))
 
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