sábado, 17 de noviembre de 2012

Día D. Noche

Día D. Noche

La desmedida, que también es humana, ¿humana?, vivimos la desmedida, la pérdida de la medida humana.
Y ya hace mucho tiempo que me recuperé de sus crímenes.
Ahora ya no la soporto, la detecto y quiero eliminarla, despejar el camino de todos.
Comencé mi vida nueva al son del paso lento de los pelillos de las raíces de las encinas entre el granito desmenuzado los suelos calizos. Ellos mismos son los que logran romper la roca (como el corazón ardiendo de Dante). No creo nada más que en ti. Te he tragado, te he mamado, me has dado de comer y hasta favorecido mi pensamiento. De él han partido mis deseos, mis anhelos, mis necesidades.
No puedo seguir. Lo inefable me ha hecho su presa. Estoy donde soy allá, en el cuerpo y el pensamiento del otro. No me sale hablar, no tiene sentido hacerlo, por eso se me anuda la voz.
Y aquí me quedo.
Neuronas transportadas.
Shock.
Ya no me cabe más encuentro.

Día D. Tarde

Día D. Tarde

Vivimos la desmedida. No vivimos. Sólo la vivimos a ella.
Pienso una y otra vez en volver a la escritura a mano, únicamente a mano. En abandonar la fotografía, dibujar a lápiz. Quedarme aquí (¿y dónde estoy si no?).
Dicen que nuestro cerebro se ha hecho más pequeño en los últimos 30.000 años. NO me extraña, la tecnología, nuestra propia inventiva, nos lo ha hecho todo más fácil, todo. Todo salvo el auténtico conocimiento.
Cuando se ha logrado llegar a él, a un atisbo de él (el conocimiento es como un pozo sin fondo), cuando has logrado mojar las puntas de tus dedos en él, quizás tan sólo olerlo como el que presiente el mar, se habita otra dimensión, la dimensión de lo humano. No vivimos lo humano hoy en día.
Abro la cámara y la maravilla de la inteligencia humana se despliega ante mis ojos. No valoramos nada. No conocemos nada, ¿cómo vamos a valorar entonces? Maldigo al primero que facilitó.


viernes, 16 de noviembre de 2012

Faenador de orilla

Faenador de orilla

todos trabajan en sus aposentos
menos yo, que miro a la noche
a través del reflejo de tu frente.
Y ella me ama, cuánto me ama…

cómo animal tan bello
transformarte, faenador
de orilla, con tus pies enfangados
en las olas lentas
con su piel la de tus pies
limados por la arena oscura
con sus dedos como aves
de manos tiernas
expertos en hallar
verdades amarillas y verdes
lacadas y curvas y pulcras
como cuentas
(y contabilizas)
o semillas
para el trueque.

O para el dolor de estómago,
que desconsuela como la mentira.

Prefiero servir a dios,
que no soy yo, antes que adorar
la costumbre de lo evidente.
Sus trucos los reservo
para los alacranes y sus oleosas
y alegóricas tradiciones:
mato como puedo
el veneno, no vendo amor,
sólo regurgito
lo que en la orilla encuentro:
¡Coquinas, coquinas!
¿Quién quiere coquinas?
Cambio cubos de coquinas
por cubitos de hielo
para hidratarme
tras el vómito.

… tanto dado, tanto cúbico dado
en la tan cuadrada ruleta
de los que juegan a la letra.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

jueves, 15 de noviembre de 2012

Tras la necesidad

Tras la necesidad

Hace tanto ruido la intemperie…
El sol en la frente
y en tu nuca tatuando
mares en el mapa
braceado de tu cuerpo,
la curva de niveles
con insectos moteando
el aire al aire del sólido
embargo de la tierra
y la luz o la nada entrando
a raudales por los oídos
hasta ensordecerte…

Y este silencio tan venturoso:
el líquido gargoleando
sonidos musicales,
el aire acondicionando
zumbidos suaves libera
mis fosas sinoideas,
el sol, fuera, y aquí,
la penumbra, el campo
en ciernes aumentando solo
duerme dentro
de mis cuencas cristalinas:
ahora que los cuerpos llenan el mar,
yo vacío la cisterna con un dedo,
tenso los músculos de mis piernas
y me pongo de pie
en el silencio de la siesta de la casa
en la urbe.

(Sofía Serra. De La dosis y la desmedida)

jartura sine die

Me dicen que publico demasiado en el blog, pero ¿a quién puede importarle eso? El cuarto claro registra 0,000000001 % de lo que me pasa durante cada día, de su cien por cien algo queda registrado en forma de foto o poema o texto, tal vez ni un uno por cien, y de ese uno por cien publico un 0,5 yyy… ¡yyy!, qué jarta estoy. Si no quieren leer que no lean, ¿a quién estorba? Además unos días no publico nada y otras cien... una anchura siempre estorba, ¿estorba?,
estoy harta,
estoy harta,
estoy harta
estoy deseando acabar con la dosis y las medidas, tanto bandazo, tanto medirme y soltarme, tanto, tanta costra dura de la nomenclatura, tanto muletazo por aquí, por allá, ¡cuando no al burladero corriendo!
Un torero sin cuadrilla, eso es lo que es el poeta aquí arriba, alguien que cree en la tercera orilla pero es consciente de que la realidad para cuando no lo es o para el que no lo es consiste en el estar en el con o en el contra, dos forma de entender las cosas, ¿dos?... no sólo hay dos, ¿y los matices?, ellos son los que nos sustancian, en la costra a las dos se ciñen. El que está en el subsuelo taladra una vez que ha llegado abajo sabiendo que tiene que volver al suelo, y de ahí y el que pueda o quiera hasta el cielo. Qué difícil, ¡qué difícil estar siendo ambas cosas a la vez! Los hombres políticos no saben lo que se pierden, sí lo saben, la locura.
Es el único lugar del poeta, justo siempre en el limes trayendo y llevando, recogiendo y llevando, así nos van dadas. Raros, raros siempre. Los que saben no son poetas. No somos poetas cuando sabemos.

Acabar ya con la faena poder cuadrar
al hombre y entrar a matar
mi propio prejuicio por fin descansar
en mi suroeste, en la exploradora, en solenostemon, en mis cabezos amarillos. Uf, qué ganas, madre, ¡qué ganas!
¿Ganas?

Anhelo una paz que sólo puedo darme yo misma.
Pero antes tengo que acabar de organizar y corregir la dosis y la desmedida. Puro barroco, un título más barroco imposible, ni pensado, los contrarios, buscando el equilibrio. Buscando el equilibrio que sé que existe y al que he llegado, he llegado.
Me repito.
Me repito.
Me repito.

¿De qué estoy harta?
 
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