martes, 15 de mayo de 2012

El muriente

El muriente




Cansadas, las rémoras se duermen
al amanecer, justo oriente.
Canta el mirlo cuando menos se espera,
ave nítida, tan límpido su eco.
Un acervo incita,
no instiga, no
duele más, no
pervierte el son.
Así que, recuperando un dios que no se oculta,
desde esta memoria hablo:
Mi pecado ha sido recuperar
el caudal de genes que mis padres,
padres nuestros, amasaron
para nuestra fortuna.
Padres y madres míos
que engendrasteis este río,
mudad la desembocadura
desde este alba al muriente,
que ya aquí pernocta la mañana,
que aquí, ya, transitan las corrientes,
que aquí, en cuenta abierta,
el mirlo ya canta
sosteniendo en su eco subacuático
todo aquello que, desde las aves y los peces
que poblaron nuestros pies
allá por donde entonces,
el tiempo con banco en el paraíso,
nos hizo humanos sin disimulos,
más libres en la piedra de la orilla,
más hombre erguido sobre su bípeda simiente,
que ya otea el horizonte buscando la otra baya
que ya la introduce en el estómago con su mano
que más allá del árbol fuente bebe y la digiere,
que qué árbol sino
aquél que el árbol
ya hecho leña.


Para candela
de la caverna.

Sofía Serra (De El muriente)

domingo, 13 de mayo de 2012

Desierto

Desierto


tantas flores como
centinelas se extravían
solas de balcones
y
de-ciertos
y
ciñones
y ceñeros
zuelos.

Sofía Serra ( De La exploradora)

viernes, 11 de mayo de 2012

La quintaesencia

La quintaesencia


A donde llego


La quebradiza sostenibilidad
de un ente moribundo ajeno a
las ideas y los goces amarillos
como los vestidos de teatro
a zancadillas contra la madera
del escalón que, de pronto, se torna
verde azulado de mis maderas antiguas
y venerables. Mis lares.
Tan amados.
Tan gráficamente representados
por mis azules y mis dorados
adorables.
Quién sabe dónde se halla
la geográfica solución de todos
los embalses donde las aguas
trasladan sus sales desde el mar
hasta el huerto. mas yo me hallo
en él.


De donde vengo


Mi empréstito y desmedida y obsequiosa
descaridad hacia mis pechos.
Mi tenebrosa turgencia
contra mis propias manos
en mi vientre, mi desacostumbrada
soledad entre las caderas
y mis muslos, mi yo sin yo
cada vez que me descomprime
el miedo y ahueco el vacío
que termina donde comienza
un tú
calmo
mi risa
no sabe ya si
mi frente
me pertenece, y entonces,
lloro.

Sofía Serra (De Suroeste)

jueves, 10 de mayo de 2012

La cainita

La cainita
los perros mean en las esquinas;
las perras, en la tercera orilla.


Yo soy la mujer perdida,
esa que avistaste en la acera
del descubrimiento.
Se apostó entre tu territorio
y el del vecino
con un delantal en el pecho
y la hojarasca tierna
acariciando sus tobillos.
Tan perdida, tan perdida era
esta mujer buena,
esta mujer de todos,
esta mujer parida
por manadas de lobos
y lechuzas hambrientas,
que abandonó su nido
para visitar tu establo,
ése que levantaste allá en la esquina
de la acera donde excretan los perros.


Y ya te llegarán días soles
con techo de invierno,
azules mantas cercarán
tu oxidado aliento de puerta
sin goznes ni cerrojos
ordenarán a golpe de dedo
minúsculo y apéndice
de tus horas revueltas
cada célula de tu pequeño
universo atomizado
en vitales secuencias de besos
al vacío, que también te huele
buscando algo que poder
amar, entregarte tú a ti
hasta la descompresión,
hasta exhibirte como pájaro plomo
traspasado por flechas interestelares, negras
y bandidas palomas comerán de tu carne
convertida en grano
que en el establo se olvide…
y yo seré ala perdida
como jaula en invierno
libre de presos.


Y esa mujer buena,
esa mujer a penas vestida
y de sexo abierto,
mirará con descaro
las mentas yerbas de las esquinas,
ya anegadas de orines
en su llanto al aire
de las frescas calles.
Y las humillaré,
las pisotearé hasta borrar
toda huella de tus clavados verdes:
compraré tu tumba arenosa
para ofrendarla al viento
lejano del huerto.
Que aquél reseque tus palmas tristes
de hombre sin cerebro,
sin venas, desmenuzado
y deshecho como la hojarasca
seca que, abono lleno,
cumplirá rediles, ejecutará
sentencias fértiles sin que el hombre
avieso, aquel hombre,
solicitara taquilla
o compra o venta de solares
donde quiso caer ya muerto.


Soy la mujer que sembró ciervos
a la puerta de tu establo,
soy yo, yo soy
el hombre que labró
la acera que encontraste.

Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)

Reunión ejecutiva

Reunión ejecutiva


Justipreciando al alza
las venéreas transacciones,
planeando el stock bursátil
de tus manos sobre las mías
—y mi espalda—,
reinventando alvéolos
bajo las luces mortecinas de la tráquea,
convendremos en el callejón
sin salida del diafragma
como senectudes selectas
que somos.


Un tú y un yo y un
comunicando
descansaremos de tasaciones
hasta que la nube adopte
forma trágica o feliz
no veneraremos
dioses porque dioses
hemos parido.


Pero tiembla
la libertad
bajo el hueco
la escalera
pernocta
a sabiendas
de que nadie
enciende la luz
para subirla
o bajarla.

Sofía Serra (de El hombre cuadrado)
 
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El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.