domingo, 13 de noviembre de 2011

Contribuir



(Correcciones "El muriente")


Contribuir


Le fue dado. La mujer del César
no tiene que parecer honesta.
Con que lo sea,
me basta,
me sobran las migajas
del pan nuestro de cada día
a salvo del de en medio
que es puerta al infierno
del sin tú.


los días


son tan cóncavos que les quepo entera
por las otras manos,
por sus manos
me llega
la primera vida,
la primera vida siempre marcha,
siempre en marcha
deduzco
que es mi inercia
la muerte.


Sofia Serra ("El muriente")

viernes, 11 de noviembre de 2011

Venus sola al sol

(Correcciones "Los parasoles de Afrodita")




Venus sola al sol


Ven usada a morir
Voy a nacer
para no morir.
Voy a yacer
para no dormir.
Soy no sólo luz, Amor.
Soy la que soy sin ahuyentes,
soy la fuente que consumo y doy día a día,
desde mis fosas nasales hasta mi matriz
siempre llena y anhelante de alma labradora
y bomba corazón que riega
las células con sangre y agua y sales
de mí al extraerte ya, nula yerba, débil
árbol sin raíz de parte a parte,
de simiente inasible,
de sol símil de sial alumbrado
por los nifes expandidos
que cantaron en mi boca a tus ramas secas
de abandono, tanto ultraje en la interna tierra.


Tan alta te llego,
tan alta te abarco y te escarbo
con mis manos y con mi frente
de acero derretido en sangre madre,
que como Lobezno me integro y me revierto
en la que me subyace a todas horas,
gravitacional en mí misma,
plena y correspondiente.


No con uno, sino con los cinco mil millones.


Como aurora, como aurora.
Como tarde, como tarde.
Como atmósfera bailando por el orbe
libre ocaso, libre alba soy y osadía
en esta tierra llena de memoria y descuidos,
tan humana, tan caliente, tan salobre
que te saca de tus sales,
y que pasto de las llamas seas, por seco
y por semi-divino venido a menos:
yo peleo por lo que nunca abocas,
que no es fluir,
que no es verso, es
llegar,
que sólo sal-go!,
¡sal!,
ceniza embriagada de marinos vientos
con velocidad de presencia
cuando ellos no están ausentes.


Yo sólo amo Lo que sí sabe nombrarme.


Sofía Serra (Los parasoles de Afrodita)

la-lili-put

la-lili-put
perdida en este asomo
de andróginos gulliveres




Y que ninguna salva
venga a pronunciarte,
a espantarme el alarido de tu nombre.
un corazón boca,
un estómago transferido,
una ausencia conjunta,
un hueco prodigioso
en el archivo de este vientre


durante el frío ascuas y el frío noche.


en la cadencia del alma
en las sedes de tu acceso,
en el vuelo del selenio sobre mis hombros,
la luz con dos velas que no enciendo
y el deambular reposado
de la yerba levanta tu paso
bienvenido sobre la tierra
húmeda y marrón
como un jazmín de otoño.


la bala perdida rozó
la esfinge de tu atajo
y yo ya no más fui.
Sólo aldaba.


(Sofía Serra)

jueves, 10 de noviembre de 2011

Canto de poeta loca

(Correcciones "El deshielo")
Canto de poeta loca


Demasiadas esquinas en esta plácida lumbre de otoño,
demasiadas para ser pobladas por el rocío.
Entablan diálogo con las verticales sureñas
almidonadas al hilo del puro jacinto y la escarcha,
descubiertas de arrobo, de senil jurisprudencia, de suertes ilegítimas.
Justifican por sí mismas a la apreciada lombriz
que bajo la tierra orea los otros páramos, 
los silenciosos, los horizontales, las jactancias.
Y ellas, demasiado sumisas.
Demasiado sumisas.


Y se quebró de nuevo el trampantojo:


Poema tras las últimas horas, poema tal vez
amarrado al ebrio verbo que presagiaba
la evanescente síntesis que el agua y las piedras levantan.
No hay lugar para el sobrevenir más que allá,
en la estera, ante la puerta del jardín de no sé qué delicias,
pequeñas suertes, el inabarcable entorno de la yegua sin errar,
los eternos circunloquios que hábilmente
aterrizan como ángeles de hielo
ante estos pies ya reconstruidos.


No atisbo el mar más que tras tu mirada,
no se evade de tus ojos la luminiscente,
sólo asomo de belleza cargada de ti
en el retorno de la marea que vuelve y que vuelve
acarreando de nuevo esta orilla,
estas arenas, estas piedras...
De nuevo piedras que se quedan
para vaciar el horizonte de rostros,
para poblarlo de penumbra agigantada
en el hueco de esta rima entre el sol y la tierra.


Y ya nada sirve, nada justifica tu envergadura
de piedra imantada más que el dorado que tu corazón proclama.
¡Corazón, corazón, ¿por qué pernoctas siempre sobre tu lecho de abandono,
de caudal abierto manando al borde del abismo?!
Cansar para doler, ésta será tu última tarea.
Como granada entre los alisios te recojo
y te umbro entre estos brazos tuyos, te acuno:
Duerme, duerme en tu llanto tu eterno soliloquio
de poeta extenso sin miedo al eco o al vacío,
al supremo reflejo del tú más tú en el todo.
La noche, que en esta suerte de otoño
se ha hecho más llagada, más justa,
aboga por tu propio desvarío de ser inconcluso,
de ser benévolo, de pobre cantor sobre las piedras,
las yerbas, las aguas claras y las azules aguas…


Si de la suerte a este abandono
va tan sólo el cauce ancho de este río,
que así sea, que no se seque el mar
por la ausencia del pequeño venero.


Sofía Serra, "El deshielo" (2009). De la trilogía "Canto para esta era"

domingo, 6 de noviembre de 2011

Pekinesa en adobo

(correcciones nuevo poemario aún sin título pero que ya va cogiendo sentido y forma)


Pekinesa en adobo




hablemos de honduras:
esta foto extraña
como tú mismo.
Ando solo ando
con las clavículas.
Ella trina vehemente
y anda, sólo anda.


luza ese circorama
y esa puerta sola
de paseo automarítimo
en verde y n(m)o-verte,
venir.


esas minúsculas y prescindibles autarquías,
el viento y el oeste uniéndose,
la nube y la montaña,
la altura,
la lluvia.
reciclaje.
beso a beso beben
sus reales salivas
se ven ven-irse.


(Mirad como desentrañan
las tripas algunos Hombres.)


esos son
ciertos-on
rojo entre
comillas


tú eres en el casto
idioma yo te hallo
hacia mi-y(ll)-oriente.


Sofía Serra
 
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