domingo, 18 de septiembre de 2011

Septiembre (aniversario)

Septiembre (aniversario)


La paz se aposenta
como hada sin cuento
ni moraleja.
En las soledades descansa,
enemiga encubierta del mundo
y sus arpegios.


silbe la acetona del aliento
que yo me rasgueo confundida
entre las torres en tres d y las viñas doradas.
Los adioses no labran la vendimia,
ellos levantan uvas recitando
el diapasón del vino de la mejor añada.


la milonga y el cigarro,
el merengue y el palo de nata,
el mosto y el cubata que no pruebo,
el sabor del terciopelo –mío, es sólo mío-
en mis neuronas busca
y anida corcovado
mullendo los afilados cantos
de las piedras de tus riñones.
Excretar y presumir
sales facticias de ubérrimas gramas:
la urea labra de verde
el vejamen de la tierra
y su osadía
y mi posible olvido
de ti.


sofía serra, septiembre 2011

viernes, 16 de septiembre de 2011

yi-mn-asio

yi-mn-asio


Adónde llegaremos
con tantas letras
y tantas haches y hachas
de la guerra.
Casus belli.
Casual temor,
temblor de acidulantes
agitados y proteicos fluidos
manando de las papilas gustativas
del hemiciclostático,
más quieto
que nunca
el suelo.


Bonito espectáculo de asombro,
tantos muslos y hombros,
tantos oftálmicos globos
que cuelgan de la tv
como si fueran,
que tal vez lo son,
bolas de navidad.


Botan los muelles en el aire maestro
mientras pago el billete de ida
y uida.


sofía serra

jueves, 15 de septiembre de 2011

The big bang (Soliloquio del divino)

The big bang (Soliloquio del divino)


a los andarines virginales
y otras sombras.
a los impulsos sintomáticos
y otras partidas.
a los beneficiados por el sol
y sus lombrices
de flores de madera sostenidas
por el aliento enfermizo.
A la pandemia, a la miseria, a lo sublime, a lo que bebe del cataclismo de lava.
A la tremenda y a la bicefalia,
al conquistador renegrido por el hollín de las chimeneas de los trolebuses.
a la maroma extendida entre mis pies y mis pies.
Lisboa o cualquier otra ciudad
rociada de océanos.
Al lunar endoscopio, a las primeras luces que orientaron.
A las oportunidades varias de la piedra y de la yerba,
al elefante herido por la verdad
disparada por los dioses blancos, con lo que me gusta el negro.
A los ventisqueros helados y detonantes del misterio
del campo magnético detenido y justo
entre aquella curva y su opuesta,
a la amistad de los ciervos y de los bisontes,
a la liviandad, a la torpeza del erizo en su sabiduría,
al sorpresivo avance de la espiga sobre la línea horizontal del plano,
a la maldad acumulada en las montañas de los bosques azules,
a su amarillo siempre virgen y salvaje,
al verde tensioactivo,
a la soledad de la paz, que no es compañera de nadie.
A la guerra.


Llevo escribiendo siete días seguidos sin parar, los llevo sobre mi lengua, sin tragarlos, no bebo ni como ni siquiera puedo fumar: me he dado cuenta, me he contado dedo por dedo que podría seguir escribiendo eternamente sin otra cosa que hacer que dejar que las palabras lloren por estas teclas, el gráficamente ordenado afluir del pensamiento a las fauces del vacío exterior y traidor. Compilando y usufructuando desde mis manos la quiromántica respuesta a todos los signos que entre ruegan y bajo ordenan para dejarlas sin final. Sin punto y aparte, asterisco y firma. Repetir y estorbar, ensordecer o agrandar los oídos de quien habita un tercer espacio entre el lleno y la cerca de una espera que todos los dioses llevamos a cuestas. Implorar y pervertir, sostener y escindir el hábito marrón de la materia a la que viste. Contemplar. La mezquindad, la miseria, esa paz tan nuestra y compañera de todos los abandonos.
... Dejadme en paz, gritaban los adioses. Y yo los abandoné. Vine al campo de los hombres para acompañarme. Mi esencia concita el deseo de amor, la oportunidad de la resurrección de los gusanos, la del verde sobre esta superficie de terreno.
La paz y otras miserias escondidas.
La paz y, efectivamente, otras miserias.
Soy un hermafrodita sentado sobre el filo del volumen. A un lado el amarillo hueco, al otro, el blanco opaco: El plano. Caminarán las dudas y las preguntas por la baranda de mi pensamiento (sólo él se libra de esta orden ejecutora de escritura), terminarán cayendo sobre el colchón de mi cerebro: allá, tan lejos, no se hacen daño, logro dejarlo en la puerta de este mi hogar, los problemas del trabajo, afuera. Perpetuar las sogas y las esquirlas, así se hace, escribir inventando el mundo de lo decible para no transparentar la huella de la rosa. Quién nos habrá escrito, a mí, no, a mis dos mitades. Quién nos dice, a nosotros no, a mí, que no es la rosa la que escribe.


Aquí a costa
de la venta mendicante
dejo que la rosa escriba
sobre el arcén del tiempo.
Aquí anduve
caminando a solas
como cualquier hombre.


¿y qué pensar, solitude magnificat,
sino lo que otras voces embriagarán?
La rosa, la de descamisadas huellas,
anhela oriente y solicita venias:


bueno, buen Hombre, serás mucho,
pero ¿y qué si las estrellas cierran sus párpados
ante tu silueta y batallan diluviando
el retrotáctil de tu cola y anuncian
soledad
madre de todas las paces?
En la sabana confundían
luces las vidrieras diurnas
y los créditos de la noche,
hasta que llegaste con tu brillo
cuadrado de risa de pecho al aire.


A mí no me quedaba
nada ni nadie
salvo la posible guerra.


sofía serra

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Anfibio deseo

(Correcciones Nueva Biología)


Anfibio deseo


De un sinvivir me empujo
a un sinvivir me acerco
a la muerte oxidada
en la grupa montada
del futuro sin deseo.
Como alambre, como mimbre,
como estiércol, como pájaro,
como suelta de jaulas
y de mañana.
Denuedo y calambre
desde los pies hasta la nuca
que ya te acaricié,
golden gate de mi averno,
tanto tiempo que llevo
desnudándote de las huellas
y en los otoños te oigo,
tórtola que me atiende
y me recuerda siempre
qué pequeña es la fuente.


No hay amor y tú me vuelas.
Este revoltijo de carne
se obsta a sí mismo,
suspende su paso anudando
herméticos gritos en mis ojos.


Que se van.


No clama el ciervo herido
de un bosque a otro
el monte calcinado, 
ya paisaje desmenuzado en pavesas pétalos
y algunas pequeñas flores blancas
prendidas de olor a fuego.


Esta tumba de sol aloja lombrices,
y yo, Gollum, ya te cuento:
No me salvo de mi muerte,
sino de tu vida, pez del frío,
que escribo por no matar,
que estas manos ya lo hicieron,
una a una, en ambas vidas.


Sofía Serra

martes, 13 de septiembre de 2011

El yugo

El yugo


Y yo te diré que jamás volveré a abrazar,
nunca más descolgaré mis brazos
ni como jumentos ensortijados
los anillaré a las pupilas de nadie,
un salvo tú ni a salvo él
de las docenas y la encefaloplastia próxima
deshaciendo el trabajo de los perennes días,
las pendientes hojas que algún día
caerán de mis ramas
como si árbol fuera yo,
o tan sólo ruinoso departamento
donde tu alondra viene
a refugiarse de la nieve.


Nos engañaron: bueyes
enjaezados con flores y rubias
y altas mitras de reyes.


Sofía Serra
 
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