lunes, 11 de abril de 2011

Duele el dolor

Duele el dolor por más
que oigas los lamentos
los avisos
aluviaron alondras en los jardines.
Por más que lo señalen,
ellas me cantan siempre
como él.

Ni las amapolas ni
la senectud de la herida ni
la yerba verde ni el narciso.
Un único omóplato
cohabita en mi espalda
disparando contra
la ferretería de las articulaciones.
Si como Wilde me absuelvo,
responderé al diente de león
que no nace en primavera,
que sed salvaje es su nombre.

Sofía Serra, 11 abril 2011

domingo, 10 de abril de 2011

Venus sola al sol

Venus sola al sol

Voy a morir para nacer.
Voy a dormir para verte hacer.
Soy no sólo luz, Amor.
Soy la que soy sin ahuyentes,
soy la fuente viva que consumo y doy día a día
desde mis fosas nasales hasta mi matriz
colmada y anhelante de alma
labradora y bomba corazón que riega
las células con sangre y agua y sales
de mí
al extraerte, nula yerba, débil árbol
sin raíz de parte a parte,
de simiente inasible,
de sol-símil de sial alumbrado por los nifes expandidos
que cantaron por mi boca a tus ramas secas
de abandono, de ultraje por la interna tierra.
Tan alta te llego,
tan alta te abarco y te escarbo
con mis manos y con mi frente
de acero convertido en sangre madre,
que como Lobezno me integro y me revierto
en la que me subyace a todas horas,
gravitacional en mí misma, llena y correspondiente.


No con uno, sino con los cinco mil millones.


Como aurora, como aurora.
Como noche, como noche.


Como atmósfera bailando sobre el orbe
libre ocaso, libre alba soy y osadía
en esta tierra llena
de memoria y descuidos,
tan humana, tan caliente, tan salobre
que te saca de tus sales,
y que pasto de las llamas seas, por seco
y por semi-divino venido a menos:
yo peleo por lo que nunca abocas,
que no es fluir que no es verso es
llegar,
que sólo salgo,
¡sal!,
ceniza embriagada de vientos marinos 
con velocidad de presencia
cuando ellos permanecen.


Yo sólo amo Lo que sí puede nombrarme.

Sofía Serra, 2010

La luz de tu camisa

LA LUZ DE TU CAMISA

No me atrevo a decirte cuánto te echo de menos,
cómo se sostienen enjaezadas bajo mis pupilas estas pestañas que se anudan
ya a tu gesto,
común beso
sobre tu húmeda frente,
soñando bajo tu verbo que los días no terminan,
ni alumbran vistosas las farolas
hasta que tu mirada se posa sobre el nombre
escrito
en verso de la compañera que ocupa tu camastro.
¿Hablamos?
Servimos bajo el mismo mantel la leña que nos hogara,
alumbramos nuestra piel levemente indispuesta,
suscitada por la caricia invisible de tu mano
sobre la mía y mi espalda.
Pienso, bebiendo bajo tu cuello, que no quiero más luz
que la que desprende tu camisa.

Sofía Serra (2005). La presencia por la ausencia. Bohodón ediciones, 2010

viernes, 8 de abril de 2011

Muda

Muda

no sabes de qué hablas,
y así, al encuentro cruel,
cruenta boca, el estómago crudo
parlotea por los nudos
de mi boca tiempo aliento
de mí y un presente
no logra abrazar
o abarcar.


tendré que no decir al sol
en el hálito sin aviso de suelo,
en el implícito asomo al vacío
salto de mi estómago a la huella,
en el instante preciso en que la palabra
queda
sin habla.

Sofía Serra. Abril, 2011

jueves, 7 de abril de 2011

Los parasoles de Afrodita

Los parasoles de Afrodita

Ya llegaste, te has sentado ya.
Tengo tus ojos delante:
De su dorado vientre, el de Afrodita,
nacen celestes parasoles.
Sombrillas chinas que la diosa abrió
para cultivar mi piel con la nácar
y el humus de marino hechizo arrojados
sobre la ola que, de vuelta y viene, conforma la marea
del sanguíneo mar de poniente:
¡Mar mío, mar lleno, mar tan grande como yo misma!,
exclama la diosa rediviva, aún ignorante de su testicular ascendencia.
Urania utopía transformada por mor del viento
en conflagración de carne sobre agua-sal y carne.


Gemiste en mis ojos: ¡Dame aire!
Gemiste en mi boca: agua blande y
piel para el cuántico cuerpo,
envoltura de este juguete polivalente
en el que me sumerges hasta contentar objeto
de los ritmos internos que manifiestan la eufonía,
venéreas transacciones, de las celestes esferas.
Amor, cueva clara sombreada por los chinos parasoles visitas.
No tus brazos,
no tu música,
no tu centro;
ni siquiera tus alas,
en el reitero de esta penumbra de piel interna,
hallarán ajado, que ella misma se renueva a la medida de las Eras.
Que sí, vuelan ya.


Urano,
hoy ya caes,
hoy ya retornas a por tus genitales.
Qué castrado te dejamos, ¡ay!
Ay, castrado, sí. Mas, te hablo al oído: recuerda,
sólo a sangre, tu carne engendró lo más sagrado.
Ahora ya cayendo,
piensa,
podrás hacer de la progenie de tus gónadas real cayado.

Sofía Serra, 2010 (Los parasoles de Afrodita, de su tercera parte titulada "Cae el cielo")
 
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