miércoles, 26 de enero de 2011

Tras la detonación

Tras la detonación

¿Dónde se acaba todo esto?
Mientras buscas la sutura,
arrecian molinos,
mientras bebes equilibrios,
se cocina el desastre,
serios ángeles tuercen la esquina
llevándose consigo
paredes plenas, convexas y con ombligo.


Allá quedó colgando del cable
que cruza la calle mi cordón umbilical:
No sé dónde me desvisto
y veo el mundo del revés.


¿Quién o qué queda tras el eco?
La sonrisa atraviesa la piel estremecida,
la sonrisa se levanta como el sol,
la sonrisa amaga
y yo me perpetro abominando del vacío
de tantas sonrisas llenas.


¿Quién eres tú que enmudeces?
El eco sella las montañas,
el día a oscuras, la luz a las afueras,
un cuerpo, de noche,
asoma su volumen en el velamen de la ropa de la cama.
Descanso aunque no me quede ombligo.


El pecho sinuoso tumba el horizonte.

Sofía Serra, 2011

martes, 25 de enero de 2011

Los cotiledones

Sigo corrigiendo mis parasoles...bueno, los míos no, los de Afrodita...;)
Aquí va otro de ese poemario, "Los parasoles de Afrodita".


Los cotiledones

Fuente y albedrío libre de junto a mí:
ya sobrenada tu agua bañándome
desde mis manos que sobre ti han sudado.
Suerte-sal y urbano renombre del monte sobre el monte de Venus,
o sobre la colina del loco,
hacia esta orillas vivas de estuario
que se abre a la barra del río que me hace y renace.


Ay, amor, cómo destilan néctar
las flores de estas jacarandas,
altas, altas como los rascacielos.


Desde estos valles de verde amapola,
yo respiro exaltada sobre mi cadera unida
a tu alma cerrada de vértigo
a los dólmenes que sostienes con las puntas de tus dedos,
a los adoquines mojados,
al pilar-soledad de tus saltos sobre las vendas de seda de la droga blanda
de las carnes acicaladas de las diosas que no son griegas.
Solapando temblores, apisonando tu bomba-corazón
bajo las otras humanidades, las otras voces,
las vampiras de la celeste sangre.


Y todos abastecidos sin saber que el agua que bebemos
no proviene más que de un mismo pozo que no tiene nombre.
Mar eterno, mar sin orillas, mar subterráneo bajo la costra dura de
la nomenclatura.


Ya se yergue salvaje y sañuda el ave de la suerte. ¿Suerte?
Suerte nuestra de ser de Hombres.
Sino lleva otro nombre sin nombre de vida y marea, la vena
que nos atraviesa de parte a parte y no duele.
Ay, salvaje yunta, ay, clámide que te espera,
velo opalino a horcajadas sobre tu cintura.
Tanagra abrigada, ¿a qué esperas para desembarazarte
del telúrico manto de lino que te ampara?
Luce como la Venus de Milo, aun sin brazos,
luce cual estatua blanca de alma y
vida predispuesta a tornarte
en manca y grande esposa viva
del hombre y su tierra y su agua clara
que mana del pozo del que ya naciste.
¿Libertad manca?...libertad plena.


Cerrada la puerta de amapola,
viva no olvido que tras el paso de la corriente
de aire no quedan más que germinales nuevas semillas,
tartáricas visiones de quien anduvo soñando muerto
que duerme sobre la cama de su propia osamenta
clavada al suelo de sus necesidades.


Canto al poeta en paro, canto al de celeste sangre,
al derrotado ante la tierra,
ante los ojos de calvario del semejante.
Canto a la vida fecunda que adquiere nombre de vida
más allá de tus manos o los cotiledones de mayo,
canto serio sin sonrisa de risa: nunca ríes, poeta de ti.
Come risa, come vida, cómeme.
Cultiva mis lágrimas, lava mi ropa, revuélcame en tu cama.
Acoge en ti algo más que el nombre bajo el que te abrigas.


El poeta quiere estar sólo. ¿Qué le pasará al poeta?
El signo por sus alas o el saco desgajo
de su vientre descuartizado.
¿Qué le sucede al poeta que ni sabe ni contesta?
El poeta tiene que estar solo, ¿cómo puede vivir el poeta?


Poeta a más contra el viento, poeta a más contra la suerte que surte
poetas de más y más voz contra la mansedumbre
y las vieras de peregrino hacia el lugar que ya sabemos.
Que no es Dios.
Sólo libre y pendenciero contra su alma,
el poeta nace más allá de la entrepierna madre o las almenas que amilanan
la sombra de las nubes bajo tu cielo, bajo tu cielo,
hunde tus hombros en el poder de la mies,
llora al nacer, que así cantaremos
con tu soplo los que nos pudrimos, los que morimos, los que abaratamos este silencio
en estos míseros cantos de gozo travestido.


Ya ves cómo abro esta risa a caudales de dos manos llenas
de aire va, agua viene, tierra fértil, fuego mío,
sentencia a sangre de poeta abrasada en viento,
no más que ente divergente ya sin voz, aún sin flores y sin llanto:
no más que dos cotiledones abiertos al sol de mayo.

Sofía Serra 2010

Causalidades de la poesía (primera crítica aséptica): Acto de amor artístico

Son las casualidades de la vida...no, falso, no son casualidades, para mí son causalidades, y su encuentro, su hallazgo, lo que el ejercicio de la practica poética permite, y creo que éste, ese hallazgo, siempre lo pienso, es uno de los principales motivos por el que sigo y sigo creyendo en esta cosa que no sé cómo nombrar pero que todo el mundo entiende por Poesía.
Hoy encontré esta entrada en el blog de Ilkhi. Me maravillé porque encontré similares resortes a los que en su día me llevaron a componer una verboluz. Ésa que más abajo escribo y cuya fotografía expongo.
Pues bien, esta noche, bendita sea mi suerte, me he encontrado con POR FIN la primera crítica, no, no voy a decir del todo seria, para mí la palabra seria implica mucho más, pero sí al menos carente de todo atisbo de ...¿cómo diría?...¿connivencia?...puede que le vaya bien el término puesto que proviene de alguien que, que yo sepa, no conozco de nada, es decir, a él/ella y a mí no nos une nada. Y ha dado la casualidad de que el crítico ha ido a fijarse precisamente, sino en la verboluz al completo, sí en el pequeño poemario donde tengo incluido el son-etho.
Hace un año peleaba con todo lo que podía porque los más altos y preclaros exponentes de la crítica poética en este mundo de internet (llegué a esa conclusión porque los encontraba enlazados en todos los blogs de poetas con MUCHOS seguidores y algunos con algún que otro libro publicado, o sea, lo que yo por aquel entoces entendía por buenos y serios y sesudos poetas dignos de pre-admiración) se aviniera a fijarse en esa poesía que inunda esta red y que no está marchamada por un ISBN. No iba pensando en mis poemarios, en aquel momento creo recordar que sólo tenía expuesto ese de Son-ethos, que como ya he dicho y cualquiera que tenga a bien puede comprobar es muy breve, y poco valioso formalmente hablando, aunque su valor para mí es otro y por eso siempre lo dejo expuesto. Hace más años tuve expuestos todos los que hasta ese momento tenía escritos, cuatro o cinco, pero cuando se me contagió el miedo de la mayoría de los que comparten su poesía en internet a ser plagiados o a que los irreductibles miembros de jurados de certámenes se dieran cuenta de que ya estabn en domino público, los eliminé de sus respectivos blogs. Entonces comencé éste de "El cuarto claro". Después me di cuenta de la torpeza que cometía, de que por qué tendría yo que tener miedo a lo de los jurados si hacía muhco tiempo que había decidido dejar de participar en certámenes.  El "a ser plagiada" nunca me conmovió. Siempre lo he dicho, dios quisiera que el mismísimo XXXX o el ínclito XXXX se avinieran plagiarme un poema, o todos mis poemarios. Eso signficaría, por un lado, que mi poesía llegaría mas lejos de lo que yo podría conseguir, y por otro y de rebote y en mi vanidad, ¿qué voy a decir?, pues que me sentiría interiormente halagada porque escritores buenos o conocidos o mediáticos hubieran reconocido mis poemas como dignos de ser firmados por ellos.
No, tampoco había problema si resultaba plagiada por algún chichiribaila como yo. Ya me pelearía, o no, total, rico sé que no se iba a hacer, ;).
Bien, el caso es que eso que yo perseguía ya se ha hecho realidad, y por mala interpretación de quien por aquel entoces me leyó, pero que de rebote ha deparado en mi fortuna, ese deseo ha favorecido a mi nombre. Yo no perseguía eso, pero lo sabemos, cuando algo no se busca, se consigue.
Han criticado por fin un poema mío expuesto en internet, sin ISBN ni nada, expuesto por mí y sin colaboración de nadie, y, aquí llega lo bueno, en el propio blog de los Addison. No, ellos no; mejor dicho, no sé si ellos, pero al menos sé que no en post oficial de crítica. Pero algo es...¡y tanto!,  para mí, una pica en Flandes. Un año me ha costado, amigos, un  añito entero y casi justo. Hacer ver que esperar a que un poema esté marchamado  por un ISBN, es decir, por el hecho industrial,  para acceder a hacer su crítica es tan contradictorio con el puro amor por la poesía como los chanchullos en los certámenes poéticos que allí se denuncian.
Advierto para que no haya desmayos que la crítica sobre mis Son-ethos es hipernegativa,  pero yo, por  por mi hijo lo prometo, la luzco como bandera.
Crítica aséptica, crítica sobre poesía sin ISBN.
Éste es el enlace, si se desea leer  hay que rebuscar un poco entre los comentarios, Nochedehumo es quien ha tenido la generosidad de criticármelo.  Por supuesto le he dado las gracias, aunque aún no puede leerse porque todo el mundo sabe que en el blog de los Addison hay moderación de comentarios.
La verdad es que sinceramente me alegro mucho  de que exista aquel blog, y pienso que nunca se valora del todo con justicia al colectivo que lo hace posible.


Y aquí dejo la verboluz que el Arte de Ilkhi me ha recordado esta mañana, la fotografía (disparada con mi cámara más una lens baby en vez de su lente habitual) y el son-etho que la acompañaba, que aunque el tercero, es la clave de todo el poemario en sí, y de camino, de todo lo que me persigue en esta vida.


III

ACTO DE AMOR ARTÍSTICO


Resuelva el aire en sutiles quejidos,
que yo de ti adolezco vana y presa,
abierta a tu estirpe de fuente terma
reptando por el pretil del suspiro.


Ya me tañe este abandono instintivo
de mí misma y centro mío que anhelas
con locuaz sonido de barranquera:
De mi cóncava lente a tu gemido.


Me derramo en ti repleta en mí misma,
me abarcas tú para necesitarte.
Me cuelgo con mis yuntas de tus hijas,


libada, loca, ida por inundarte
de mi agua caliente que vivifica
tu frente y mi frente limpias: nuestro arte.

Sofía Serra, 2008

(Edito hoy por la mañana ya, acabo de volver a entrar en el poemario "Son-ethos". Cuál ha sido mi sorpresa al comprobar que lo publiqué en abril del año pasado. O sea, que cuando andaba empeñada en el blog de los addison intentando que se avinieran a la crítica sobre poesía sin ISBN ni siquiera lo tenía expuesto aún, y por tanto, ningún otro. Así que el argumento de Noches de humo según el cual me impulsaba a aquello que hice en ese blog por enero o febrero fue el de conseguir crítica sobre mi poesía, y por tanto atención mediática sobre ella queda evidenciado como falaz. Yo lo sabía, pero anoche no recordaba los datos para poder demostrarlo allí. Hoy ha cantado por sí solo.)

domingo, 23 de enero de 2011

La esquiladora

La esquiladora

En este mundo atisbo
por la costumbre boca
y la palabra madre, y las palabras padres.

Por la costumbre boca de tu oído al tobillo
de esta veterana práctica de andar sobre el noctivago,
el día confuso y las fusas que humildemente
agitaron el combustible
que de tu boca padre mana,
y tu boca madre bala.

Aquí despiertan indigentes desnudas.
En la acera piel y en el negro asfalto
duermen las células de sus pellejos,
órbitas oculares en las calles,
en la corteza de las encinas,
en los troncos de los plátanos también desnudos.
Aquí se funden las otras carnes
mejores para el mercado.
Se rascan la barriga y mullen entre lanas,
consignan su estratagema entre las ubres
de no sé qué diosa que exista.
Si nadie la alimenta, si nadie la pronuncia,
¿a qué tantas piernas para darla por invencible?
Aquí, dios, entre tú y el frío,
ha nacido una cobarde de tus manos,
una vil estirpe de alguno de tus dedos que floreció
en manzanas aún sin nombre.
Aquí, dios, te pregunto instándote,
por qué siempre aguzas el oído al balido leve.
Los gritos se me mueren en las manos
y no doy abasto para tanto sudario,
para tanta capa de negra lana,
para tanta tumba de palabra.


Sofía Serra, Enero 2011

De profundis (X). Oscar Wilde

(Viene de esta entrada anterior)


Claro que sé que desde un punto de vista las cosas se me harán más cuesta arriba que a otros; así ha de ser, por la propia naturaleza del caso. Los pobres ladrones y proscritos que están encarcelados aquí conmigo son en muchos aspectos más afortunados que yo. El caminito de gris ciudad o verde campo que vio su pecado es pequeño; para encontrar a quienes no sepan nada de lo que han hecho no tienen que ir más allá de lo que vuela un pájaro entre el crepúsculo del alba y el alba misma; pero para mí «el mundo se ha reducido a la anchura de una mano», y dondequiera que vaya mi nombre está escrito con plomo sobre las peñas. Porque yo no he venido de la oscuridad a la notoriedad momentánea del delito, sino de una especie de eternidad de fama a una especie de eternidad de infamia, y a veces a mí mismo me parece haber demostrado, si hacía falta demostrarlo, que de lo famoso a lo infame no hay más que un paso, si lo hay.
Aun así, en el propio hecho de que la gente me haya de reconocer allí donde vaya, y saberlo todo de mi vida en lo que ha tenido de desvarío, distingo algo bueno para mí. Me impondrá la necesidad de volver a afirmarme como artista, y tan pronto como me sea posible. Si soy capaz de hacer siquiera otra obra de arte hermosa podré quitarle a la malicia su veneno, y a la cobardía su mofa, y arrancar de raíz la lengua del escarnio. Y si la vida es, como sin duda lo es, un problema para mí, también yo soy un problema para la Vida. La gente ha de adoptar una actitud hacia mí, y con ello juzgarse y juzgarme. No es necesario que diga que no hablo de personas concretas. Los únicos con los que me interesaría estar son los artistas y las personas que han sufrido: los que saben lo que es la Belleza, y los que saben lo que es el Dolor; nadie más me interesa. Ni le planteo exigencias a la Vida. En todo lo que he dicho me preocupa únicamente mi actitud mental hacia la vida en su totalidad; y siento que no avergonzarme de haber sido castigado es una de las primeras metas que tengo que alcanzar, para mi propia perfección, y por lo imperfecto que soy.
Después tengo que aprender a ser feliz. En otro tiempo lo supe, o creí saberlo, por instinto. En otro tiempo mi corazón estaba siempre en primavera. Mi temperamento era hermano de la dicha. Yo llenaba mi vida de placer hasta el borde, como se llena hasta el borde una copa de vino. Ahora estoy afrontando la vida desde una óptica completamente nueva, y hasta lo que es imaginar la felicidad me resulta a menudo extremadamente difícil. Recuerdo que en mi primer curso de Oxford leí en el Renacimiento de Pater -ese libro que ha tenido una influencia tan extraña sobre mi vida- que Dante coloca en las bajuras del Infierno a los que viven empecinados en la tristeza; y me fui a la biblioteca del colegio y miré el pasaje de la Divina Comedia donde bajo la ciénaga terrible yacen los que estuvieron «tristes en el aire dulce», repitiendo para siempre en sus suspiros:

Tristi fummo nell' aer dolce che dal sol s'allegra.
[Tristes estuvimos / en el aire dulce que con el sol se alegra.]

Yo sabía que la Iglesia condenaba la accidia, pero la idea toda me parecía muy fantástica, el tipo de pecado, me dije, que inventa un sacerdote que no sabe nada de la vida real. Ni entendía tampoco que Dante, que dice que «el dolor nos recasa con Dios», pudiera ser tan duro con los enamorados de la melancolía, si verdaderamente los hubiera. No tenía ni idea de que un día ésa iba a ser una de las mayores tentaciones de mi vida.
Mientras estuve en la prisión de Wandsworth anhelaba morir. Era mi único deseo. Cuando tras dos meses en la enfermería me trasladaron aquí, y vi que poco a poco iba mejorando mi salud física, me puse rabioso. Decidí suicidarme el mismo día que saliera de la cárcel. Al cabo de un tiempo ese mal ánimo pasó, y resolví vivir, pero vestido de tinieblas como un Rey se viste de púrpura: no volver a sonreír; convertir toda casa donde entrara en casa de duelo; hacer a mis amigos caminar despacio y tristes conmigo; enseñarles que la melancolía es el verdadero secreto de la vida; lisiarlos con un dolor ajeno; desfigurarlos con mi pena. Ahora pienso de otro modo muy distinto. Veo que sería desagradecido y malo si cuando mis amigos vienen a verme pusiera una cara tan larga que ellos tuvieran que ponerla más larga aún para solidarizarse; o, si quisiera recibirlos, invitarlos a sentarse en silencio a comer hierbas amargas y asados funerarios. Tengo que aprender a estar alegre y contento.
En las dos últimas ocasiones en que se me permitió ver aquí a mis amigos traté de estar lo más alegre posible, y manifestar mi alegría para compensarlos siquiera levemente por la molestia de haber hecho todo el viaje desde Londres para visitarme. Es una compensación pequeña, lo sé, pero estoy seguro de que es la que más les agrada. El sábado hará una semana que vi a Robbie durante una hora, y traté de dar la expresión más completa posible del deleite que realmente me producía nuestro encuentro. Y que, en los principios y las ideas que aquí me estoy forjando, voy bien encaminado, me lo demuestra el hecho de que es ahora cuando, por primera vez desde mi encarcelamiento, tengo un verdadero deseo de vivir.
Es tanto lo que me queda por hacer, que me parecería una terrible tragedia morir antes de haber podido completar siquiera una pequeña parte. Veo nuevos caminos en el Arte y en la Vida, cada uno de los cuales es un modo inédito de perfección. Anhelo vivir para poder explorar lo que para mí es nada menos que un mundo nuevo. ¿Quieres saber qué es ese mundo nuevo? Creo que te lo puedes imaginar. Es el mundo en el que vivo hace algún tiempo.
El dolor, pues, y todo lo que enseña, es mi mundo nuevo. Yo vivía enteramente para el placer. Rehuía el dolor y el sufrimiento de cualquier clase. Los detestaba. Estaba resuelto a no verlos en lo posible, es decir, a tratarlos como modos de imperfección. No eran parte de mi plan de vida. No tenían sitio en mi filosofía. Mi madre, que conocía la vida como un todo, solía citarme a menudo los versos de Goethe, escritos por Carlyle en un libro que le había regalado años atrás, y traducidos, me figuro, también por él:

Who never ate his bread in sorrow, Who never spent the midnight hours Weeping and waiting for the morrow, He knows you not, ye Heavenly Powers.
[El que nunca comió su pan con dolor, / el que nunca pasó las horas de la medianoche / llorando y esperando a la mañana, / ése no os conoce, Potencias Celestiales.]

Eran los versos que aquella noble Reina de Prusia, a quien Napoleón trató con tan grosera brutalidad, citaba en su humillación y exilio; eran versos que mi madre citaba a menudo en las tribulaciones de sus últimos años; yo me negaba en rotundo a aceptar o admitir la enorme verdad oculta en ellos. No la podía entender. Recuerdo muy bien que le decía que yo no quería comer mi pan con dolor, ni pasar ninguna noche llorando y esperando despierto un amanecer más amargo. No tenía yo ni idea de que era una de las cosas especiales que los Hados me tenían reservadas; que durante un año entero de mi vida, realmente, iba a hacer poco más. Pero es así como se me ha adjudicado mi parte; y durante los últimos meses, tras terribles luchas y dificultades, he podido comprender algunas de las lecciones que se ocultan en el corazón de la pena. Los clérigos, y la gente que usa frases sin sabiduría, hablan a veces del sufrimiento como un misterio. La verdad es que es una revelación. Se descubren cosas que uno nunca había descubierto. La historia entera se ve desde otra óptica. Lo que sobre el Arte se había sentido oscuramente por instinto, se comprende intelectual y emocionalmente con perfecta claridad de visión y absoluta intensidad de aprehensión.
Yo veo ahora que el dolor, por ser la emoción suprema de que el hombre es capaz, es a la vez el tipo y la prueba de todo gran Arte. Lo que el artista va siempre buscando es ese modo de existencia en el que alma y cuerpo son una unidad indivisible; en el que lo exterior es expresivo de lo interior; en el que la Forma revela. De tales modos de existencia hay no pocos: la juventud y las artes atentas a la juventud pueden servirnos de modelo en un momento; en otro quizá pensemos que, por su sutileza y sensibilidad de impresión, su sugerencia de un espíritu que habita en las cosas externas y se reviste de tierra y aire, de bruma y ciudad por igual, y por la mórbida simpatía de sus estados, y tonos y colores, el arte del paisaje moderno está realizando para nosotros pictóricamente lo que los griegos realizaron con tal perfección plástica. La música, en la que todo contenido está absorbido en la expresión y no se puede separar de ella, es un ejemplo complejo, y una flor o un niño son un ejemplo simple de lo que quiero decir: pero el Dolor es el tipo acabado, lo mismo en la vida que en el Arte.
Tras la Alegría y la Risa puede haber un temperamento grosero, duro y encallecido. Pero tras el Dolor siempre hay Dolor. La Pena, a diferencia del Placer, no lleva máscara. La verdad en el Arte no es ninguna correspondencia entre la idea esencial y la existencia accidental; no es la semejanza de figura y sombra, ni de la forma reflejada en el cristal y la forma misma; no es ningún Eco que baje de la oquedad de un monte, como no es el pozo de agua de plata en el valle que muestra la Luna a la Luna y Narciso a Narciso. La verdad en el Arte es la unidad de la cosa consigo misma; lo exterior hecho expresivo de lo interior; el alma encarnada; el cuerpo movido por el espíritu. Por eso no hay verdad comparable al Dolor. Hay momentos en que el Dolor me parece ser la única verdad. Otras cosas podrán ser ilusiones de la vista o del apetito, hechas para cegar lo uno y empachar lo otro, pero con el Dolor se han construido mundos, y en el nacimiento de un niño o de una estrella hay dolor.
Más que eso: hay en torno al Dolor una intensa, una extraordinaria realidad. He dicho de mí que estaba en relaciones simbólicas con el arte y la cultura de mi época. No hay un solo hombre desdichado de los que están conmigo en este lugar desdichado que no esté en relaciones simbólicas con el secreto mismo de la vida. Porque el secreto de la vida es el sufrimiento. Eso es lo que se oculta detrás de todo. Cuando empezamos a vivir, lo dulce es tan dulce para nosotros, y lo amargo es tan amargo, que inevitablemente dirigimos todos nuestros deseos al placer, y aspiramos no ya a «alimentarnos de miel un mes o dos», sino a no probar otro alimento en todos nuestros años, ignorantes de que mientras tanto podemos estar realmente matando de hambre el alma.
Recuerdo haber hablado una vez sobre este tema con una de las personalidades mas hermosas de cuantas he conocido: una mujer, cuya simpatía y noble bondad hacia mí antes y después de la tragedia de mi encarcelamiento sería imposible describir; que verdaderamente me ha ayudado, aunque ella no lo sabe, a soportar el peso de mis males más que nadie en el mundo; y todo por el mero hecho de su existencia: por ser lo que es, en parte un ideal y en parte una influencia, una sugerencia de lo que uno podría llegar a ser y a la vez una ayuda real para llegar a serlo, un alma que embalsama el aire común y hace parecer lo espiritual tan natural y sencillo como la luz del sol o el mar, una persona para quien la Belleza y el Dolor caminan de la mano y tienen el mismo mensaje. En la ocasión que ahora tengo presente recuerdo nítidamente haberle dicho que en una sola callejuela de Londres había sufrimiento bastante para demostrar que Dios no amaba al hombre, y que dondequiera que hubiera dolor, aunque sólo fuera el de un niño en un jardincillo llorando por una falta que hubiese o no cometido, la entera faz de la creación quedaba desfigurada por completo. Estaba totalmente equivocado. Ella me lo dijo, pero yo no la podía creer. No estaba en la esfera en donde se alcanza esa convicción. Ahora me parece que el Amor de alguna clase es la única explicación posible de la extraordinaria cantidad de sufrimiento que hay en el mundo. No concibo otra explicación. Estoy convencido de que no la hay, y de que si, como he dicho, se han construido mundos con el Dolor, ha sido por las manos del Amor, porque de ninguna otra manera podía el Alma del hombre para quien se han hecho los mundos alcanzar la plena estatura de su perfección. Placer para el cuerpo hermoso, pero Dolor para el Alma hermosa.

 
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