A la tristeza
Y ya que estás aquí,
que me sucedes, que
me ocurres, que me espantas
la alegría, podrías
al menos inspirarme
hermosas tonadillas
con paisajes verdes y brillantes,
hábiles ensoñaciones donde
poder derrotarte. pero eres
muy lista, compañera mía,
llegas lloviendo cuando me sobran
las aguas, las lágrimas, las penas
que me ahogan como si árbol fuera.
Sé sed y sucédeme
como si tú torpe,
nula, basta, seca
bebe el meditabundo
chorreo de mi mente
que se afana en pre-
sentir todas las pérdidas
que me quedan mañana,
incluida la tuya.
Permanécete y no te vayas,
todo nace, muere
tú junto a mí, súmate
a la muerte de la mujer
riente amiga, hija.
miércoles, 4 de junio de 2014
martes, 3 de junio de 2014
A la tercera va la vencida
A la tercera va la vencida
Riego la palmera
levantando el suelo
al cielo voy bajando
hasta esta nueva era.
Llega vencido a la tercera
claudicando el velo
el vuelo despejando
de una tricolor bandera.
Riego la palmera
levantando el suelo
al cielo voy bajando
hasta esta nueva era.
Llega vencido a la tercera
claudicando el velo
el vuelo despejando
de una tricolor bandera.
El castaño de indias
(Sin pensarlo, cuando lo escribí el año pasado, hiló con esta fotografía del año 2006.)
El castaño de indias
(A un árbol de la pila del pato)
Llevo años llorando
con mis pestañas oscurecidas
por el llanto de la suerte
del desahucio de su suelo
desde mis ojos hasta el desvelo
que llama a la puerta
que no le abro,
que no le abro,
casita
de enanitos y gnomos
en el tronco
del centenario castaño
de indias te urdo
hasta zurcirte
la tela de araña que sostiene
tus gotas como sueños,
como sueños de alas
diminutas, parcas,
optativas, rentables
como la fortuna de un aparecido
bajo el sol de mediodía
que no sabe lo que hace,
que no sabe lo que hace
bajo tanta luz, tanto árbol,
árbol tan grande
para tan pequeña duda,
tan pequeña duda
y mísera fortuna del ojo
que llora mendigando
una mirada limpia,
una mirada virgen,
una mirada india
sobre las cosas,
el parque, las calles,
el otro,
mi vida,
la tuya.
El castaño de indias
(A un árbol de la pila del pato)
Llevo años llorando
con mis pestañas oscurecidas
por el llanto de la suerte
del desahucio de su suelo
desde mis ojos hasta el desvelo
que llama a la puerta
que no le abro,
que no le abro,
casita
de enanitos y gnomos
en el tronco
del centenario castaño
de indias te urdo
hasta zurcirte
la tela de araña que sostiene
tus gotas como sueños,
como sueños de alas
diminutas, parcas,
optativas, rentables
como la fortuna de un aparecido
bajo el sol de mediodía
que no sabe lo que hace,
que no sabe lo que hace
bajo tanta luz, tanto árbol,
árbol tan grande
para tan pequeña duda,
tan pequeña duda
y mísera fortuna del ojo
que llora mendigando
una mirada limpia,
una mirada virgen,
una mirada india
sobre las cosas,
el parque, las calles,
el otro,
mi vida,
la tuya.
lunes, 2 de junio de 2014
Los afilados días
Los afilados días
Vivimos un presente atestado
de silencios y amarguras,
olvidando tanto sonido dulce,
tanta alegría no importa
quien la taña, quien la viva
olvida tu tristeza y la mía
y nosotros
debemos alegrarnos
de ese olvido suyo:
tiñe el aire
otro universo con signos
cantores que construyen
nuestro próximo día,
alejado de ti, de mí
y de nuestra arboleda callada
de alegría
de hoy.
Vivimos un presente atestado
de silencios y amarguras,
olvidando tanto sonido dulce,
tanta alegría no importa
quien la taña, quien la viva
olvida tu tristeza y la mía
y nosotros
debemos alegrarnos
de ese olvido suyo:
tiñe el aire
otro universo con signos
cantores que construyen
nuestro próximo día,
alejado de ti, de mí
y de nuestra arboleda callada
de alegría
de hoy.
sábado, 31 de mayo de 2014
El éntasis
El éntasis
¿No os perdéis en este mundo
de bosque ordenado
como el peristilo de un templo griego?
Hasta la bola
de tanta palabra hueca,
hueco absurdo de dicen
palabra llena de prosa
y poesía hablan los palurdos,
los jóvenes hombres
de medio pelo en la axila
de la entrepierna entre
su pensamiento — qué sabrán
de eso— y el suyo mismo.
De ese ente
profiláctico como
los condones envasan
con goma transparente,
se deslizan gimos ausentes,
¡grima! me provocan
sus sandeces, dichos
de diarios, nachos
picantes, onanismos
seglares o seniles orgasmos
en carnes letradas con bacantes
y vacantes huesos presidiarios
¡y hasta cantes! esgrimen
con pseudonombres—tú enarbolas
y a ti te hago un caso—, la casa,
mi casa sólo la cosifican
mis muertos, tus muertos,
nuestros muertos,
nuestros siempre vivos
árboles tan clásicos,
una encina, un olmo seco
o vivo, un sauce, una rosa
en su tumba, el pino
desde donde el mundo
continúa girando sin éntasis
ni chilis verdes o rojos.
la mirada del poeta sin nombre
toma nombre de estómago
de rumiante, de carnívoro,
de omnívoro que soy, te amo,
sin ser literato que no hallo
más que en la pradera
manitú o tu mano
u hombre nuevo aún
porque no te conozco
vivo eres
muerto ya
hace siglos
que eres nuestro.
Y por lo tanto mío.
Pero qué difícil, qué
difícil dar
contigo, dar-
te con-mi-
go con otros tantos
como tú,
como nadie.
¿No os perdéis en este mundo
de bosque ordenado
como el peristilo de un templo griego?
Hasta la bola
de tanta palabra hueca,
hueco absurdo de dicen
palabra llena de prosa
y poesía hablan los palurdos,
los jóvenes hombres
de medio pelo en la axila
de la entrepierna entre
su pensamiento — qué sabrán
de eso— y el suyo mismo.
De ese ente
profiláctico como
los condones envasan
con goma transparente,
se deslizan gimos ausentes,
¡grima! me provocan
sus sandeces, dichos
de diarios, nachos
picantes, onanismos
seglares o seniles orgasmos
en carnes letradas con bacantes
y vacantes huesos presidiarios
¡y hasta cantes! esgrimen
con pseudonombres—tú enarbolas
y a ti te hago un caso—, la casa,
mi casa sólo la cosifican
mis muertos, tus muertos,
nuestros muertos,
nuestros siempre vivos
árboles tan clásicos,
una encina, un olmo seco
o vivo, un sauce, una rosa
en su tumba, el pino
desde donde el mundo
continúa girando sin éntasis
ni chilis verdes o rojos.
la mirada del poeta sin nombre
toma nombre de estómago
de rumiante, de carnívoro,
de omnívoro que soy, te amo,
sin ser literato que no hallo
más que en la pradera
manitú o tu mano
u hombre nuevo aún
porque no te conozco
vivo eres
muerto ya
hace siglos
que eres nuestro.
Y por lo tanto mío.
Pero qué difícil, qué
difícil dar
contigo, dar-
te con-mi-
go con otros tantos
como tú,
como nadie.
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