(Del poeta segoviano Amando Carabias, extraído de su último libro recientemente publicado, Los andamios de los pájaros)
Este es nuestro acierto, sólo estar
[Ciudadano griego)
Estar es nuestro acierto, sólo estar.
No somos los primeros en morir
o en esparcir la esencia de una estrella.
Pero al pisar el surco, o el perfil de los bosques,
donde la piel de vuestras uñas
se hizo bieldo, arco, rueda o flor,
ya no apreciamos vuestras lágrimas,
ni oímos el rebrillo de vuestro pulso en la brisa,
ni detenemos nuestro paso
para auscultar el llanto de la tierra,
para ver si en su arruga alientan
vuestras sombras de terciopelo
o aquel postrer suspiro solitario.
Estar es nuestro acierto, sólo estar.
Con altivez de buitre, con sonrisa de hiena
poseemos el mundo,
pero nuestra única virtud palpable
es ser eco de vuestra carne,
sombra de vuestras huellas,
reflejo de vuestras caricias,
o acaso cicatriz de viejas guerras,
de violencias, de miedos, de tormentos...
Olvidamos que un pliegue del horizonte,
o una piedra arropada en barro seco,
acuden desde más allá del infinito,
perduraron detrás de vuestro paso.
Estar es nuestro acierto, sólo estar.
Mas nada nos importa,
nada frena el instinto estrangulador de estas manos:
las vértebras del aire adelgazan en nuestras garras,
el hálito del agua hiede a nuestras heces.
nuestra esencia de estrella
engendrará mil dedos alzados y acusadores,
espaldas, torsos, miedos y miradas
tan solo cicatriz de nuestro expolio,
porque respirarán
la terrible agonía del Planeta.
(Amando Carabias María. Los andamios de los pájaros. Ediciones de La Isla de Siltolá. Sevilla, 2014.)
martes, 22 de abril de 2014
lunes, 21 de abril de 2014
Dos a falta de uno, para Medusa
Medusa
Nadie me ha regalado un ramillete
de flores que llevarme al pecho.
No sé, la vida
sucede tantas ocasiones
tan injusta con las diosas
que no son de mármol…
Pero en Carrara triunfé.
Me aplastaron la ingle
como una lengua
de sapo. El príncipe
afiló su cincel
y el bloque de una tonelada
se desprendió de la cantera
limpia y mansamente.
Entonces llegó Miguel Ángel
y encontró su David
y su fama.
Pero tampoco me regaló ninguno
un ramillete de flores.
Siempre estoy sola
y aún no sé
en qué consiste la soledad
salvo en estar
sola, algo descabellada
—cada vez menos
sierpes me quedan—
y hacer Arte con mi mirada.
Aquí su ramillete desde dos ópticas (máquinas distintas, móvil y cámara)
![]() |
| Un ramito de flores para Medusa (I) |
![]() |
| Un ramito de flores para Medusa (II) |
AQUÍ un mínimo sobre el mito. A destacar una interpretación: No nace de ella el terror, sino que es ella la que nace del mismo. Curioso... O quizás exacto. El miedo del ser humano provoca la "fealdad".
Belleza/Miedo
Contrapongo la belleza al miedo, no a la fealdad. El miedo es lo feo que nos define como especie malhadada y, por ese motivo, el hombre siempre busca la Belleza, que es la esencia (a través de la no mentira de la mentira del Arte), porque desde sus albores, y a pesar de su, se supone, mayoría de edad (¿o quizás estamos en plena infancia?) aún no ha logrado librarse, ni creo que nunca lo haga, de su emoción primera, el miedo. La básica. La impertinente en tiempos de conocimiento bastante amplio como los correspondientes a estos siglos. Fundamentalmente el miedo al otro.
Tanta carácter imprime esta emoción, que probablemente el hombre, la especie, al lograr no sentirlo en un supuesto utopos, dejaría de poder ser llamada humana. Me lo pregunto, ¿es de verdad el miedo lo que realmente define al ser humano? No dejo de encontrarme el sí en cada día, en cada percepción del otro. Solo el miedo, al fin y al cabo, tanto el miedo.
¿Para cuándo la Belleza, la Verdad o la esencia?
Pero entonces, de qué nos alimentaríamos. Necesitamos la búsqueda para poder subsistir. Ella nombra, tan solo nombra, a nuestro alimento.
jueves, 17 de abril de 2014
Son de un día
La muerte la mentira
como no me quedan
palabras dejo a falta
de besos sobre las tuyas
mejillas y tus labios
y tu lengua, mi escarcha
pronuncias tu helada
sobre la flor en vida.
Me he quedado
tan delgada como el hilo
de plata labro la rosa
que lo une como un alma
desencontrada.
Desacuérdate de mí,
mi estirpe y tus ojos
que se funden
han sido sino roto
en amplias guedejas
de seda tibia,
de metal la parca
que esgrime el hacha
de hielo.
Aún me queda la duda:
el instante que tarda
en romarse el filo
no sé si al calor de la vida
o la verdad.
Cuerpo helado
apenas árboles, todo
cielo hablando, rompiendo
moldes con azules
y nublados mandobles
de certezas,
contradichos bajo el techo
que nos cubra cuando vuelva
la cama tersa y limpia, esa
que nos acoge mientras me piensas
aun tan cerca tuya, solo la luz,
la luz de la penumbra
de tu pecho —y el techo—
guarda el calor tu cuerpo
para mí para el invierno
donde estoy:
tal como soy
a la intemperie
del no.
Son de este día
Días como aquellos
me persiguen aminorando el lecho,
la sentencia de la densa muerte
de lo malhadado,
porque toda huella
se vuelve sobre sí misma
proclamando la blandura
del barro, la tierra grande,
a donde todos también volvemos
como huellas tiernas
sobre el tiempo o sobre el celeste.
Son de un día
como ese son
tus avenidas circundantes.
Así, como sin pausa
ni marca, llega la alegría.
miércoles, 16 de abril de 2014
Esperanza
Esperanza
Ahora ya te dejo
disfrutar de tu año-
ranza, espe-
ranza, años
sin espera
de mí.
Me falta un atisbo de ti,
me clavo la uña en la carne
y la carne se me hace
hueco
y vacío sobre sí
y yo y lo otro
y mi lleno
nace...
Ella nace.
Pero no se llama añoranza.
Ahora ya te dejo
disfrutar de tu año-
ranza, espe-
ranza, años
sin espera
de mí.
Me falta un atisbo de ti,
me clavo la uña en la carne
y la carne se me hace
hueco
y vacío sobre sí
y yo y lo otro
y mi lleno
nace...
Ella nace.
Pero no se llama añoranza.
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