martes, 25 de marzo de 2014

Sola

Esta mañana he recordado este antiguo poema escrito un invierno de 2006. Aunque una, la mayor parte de las veces, se sonroje (por vergüenza, imagino que fruto del aprendizaje y la evolución) cuando se relee en antiguas composiciones, de vez en cuando el poema devuelve la mirada, y aunque pudiera corregirlo por aquí o por allá, aprendo a quedarme con su valor "per se", sin valoraciones... Como si no fuera mío también. Nunca me releo una vez publicado el libro. NO "me digo" nada, puesto que ya "lo sé"(lo escribí), amén de ese prurito de vergüenza que me persigue. Por mí, tiraría todos mis libros a la candela... Pero... Pero... el día llega, al parecer.

(Pertenece a "La presencia por la ausencia". El libro está ahora a muy barato, a cinco euros he visto que lo han puesto, así que por si alguien se anima aquí dejo el enlace para compra online:

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SOLA

Caminar sin suelo es estar sola.
Colmar la paciencia de las luces soñando que permaneces
es estar sola.
Abaratar el sentido de la pléyade de incongruencias que se avienen
es estar sola.
Iluminar cabizbaja sobre tu ausencia es estar sola
cabalgando por los oteros de la desmentida y la suspicacia.
Llorar es estar sola.
Beber de tu oído soñando que duermes es estar sola.
Trabajar sobre ultratumba limando las asperezas del perfil de tu ausencia
significa soledad, quimera, sueño o alma rota y cejijunta.
Así, estoy sola.
Sola entre las yerbas y tu ausencia.
Sola sin más.

(La presencia por la ausencia. Bohodón Ediciones. Octubre, 2010)

viernes, 21 de marzo de 2014

El reencuentro

El reencuentro

Me resuelvo hallándote
en el abrazo de todos
los años y la vergüenza
me abandona habilitando
la estancia clara de la luz
en el agua y el fuego
quemando todos los días
de abandono de mí
desde tu brazo
me acojo palpitante
y viva en la paz, en el amor
y en el reencuentro con el paraíso
imperdible.

Los días grises

Los días grises

de los vapores nace la flor
de la retama se ensucia
hasta evaporarse más allá
de los adioses vespertinos,
como un nido de letras
garabateadas en la mancha
negra del orifico en la pared
tan desconchada, ¡sin venera!
que la sujete ni la entibie
tan sólida y marmórea
ruina que se extingue
desde los terceros
a los jamases definitivos
tu cuerpo se evade
como el humo de la sombra
en la tarde de los días grises
que nos conquistaron.
Y ya ni somos
ni estamos ni tú ni yo
ni ellos, que nos adoraron
hasta consumirme.

Me consumieron con tu ayuda.
Ya sé que la filantropía te apremia
como a mí la mala idea
de derrotarme.

Como una afrenta te sostengo
en esta noche sin día
ni día sin noche también
tuyo y tuya
y tuya me sostengo
sin verbo tangible
que me explique tu cómo,
tu porqué,
tú siendo
mi enemigo.

Y te sigues y me persigo
mientras se evaden
los grises días.

La luz de los días (com un arbre nu)

La luz de los días (com un arbre nu)

Ya los gavilanes se sumergen
en el río de las horas.
Romper el tiempo siempre
fue lo nuestro, aunque construir
catedrales no se nos diera
bien sabemos hacer
el amor entre sus pilares
y la luz de las vidrieras y la piedra
nos tallan como flores maduras
que robustecen el estallido
de los transparentes en otoño.

Y jamás nos sonrió la suerte.
Aunque el membrillo, sí.

Ahora que los árboles se desnudan
columpio su ocaso
en tus pupilas tú me ves
como si nunca me hubieran mirado
como un árbol vestido
de pájaros azules y voces
como la suma del bien
y tu longitud de hombre libre
como un árbol desnudo
y mi latitud de mujer
como un árbol desnudo
con sus hojas
ya transparentes
somos.

jueves, 20 de marzo de 2014

El ocaso de los dioses

El ocaso de los dioses

Separado en semántica sección
de tu abrupto y cavernícola segmento,
huyes de las palabras
de tu misma osamenta,
y así, cuando desbrozas, queda
al desnudo tu abuso sobre escleróticas
sanciones, los argumentos solapados
con grapas de cobre, tu venérea boca
no articula el son con lo que te corroe,
te desarma.
Pobre hombre muerto de sí.

El mundo se deshace y tú das
oídos a la música.
Se te han adherido a la piel todas
las mieles posibles a ellas
las moscas y las pupilas azules
te señalan con bajeza de contrabajo
desafinado por el tiempo que hacía
que tus dedos no acariciaban
los tendones del hueco,
la caja de resonancia sirvió de nido
a los ratones y ahora las pavesas
de las bolsas de plástico
se esparcen cayendo
de tu estómago
a tus manos,
a tus manos que miran
a tus manos que te hunden.
Y nieva tras tu ventana en pleno mayo.

Qué pena de música fatua.
nunca sabrá que ya no concluye
ni el día atardece
la caída de tus párpados,
tanto echármela a la espalda
está arrasando con la belleza
de las puestas de sol,
allí, a media tarde,
cuando la montaña las impedía,
donde yo era infeliz
como tú, pobre hombre muerto
de hambre de gloria de amor
que no te devuelven.
 
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