miércoles, 12 de marzo de 2014

Convaleciente

Convaleciente

Suavemente asoman
los dardos verdes, caen
a plomo sobre el iris
clavando la preñez
de un estado de esperanza.
Convaleciente convengo
con mi vientre en el réquiem
por un pasado tan lejano,
los errores cometidos
ahora nacen remediados.

Remedo con mi sombra,
que sí me pertenece
y a la que domino,
cuantas veces entorpezca
el camino el cansancio
por la desventura, el exilio
desmesurado de tu cuerpo
en estas noches mías y de mi sombra,
tan quejosas, tan enfermizas, tan a luces
del alba que renace. No hay dolor
que por gozo no llegue. La partida
vuela siempre el ave de retorno.

Como las cigüeñas de un norte.

Del amarillo al rosa escribo
tiñendo los días grises
de negro y rojo,
nuestros jóvenes colores,
de duelo por el ayer
que vivos hemos muerto,
de amor por un hoy,
que ya nuestro y no yerto.

martes, 11 de marzo de 2014

Confesión

Confesión

Hay que quemar todo lo que acabe con nuestro corazón.

En realidad, y tras demasiados años, la sensación que me queda, es que los poetas solo escriben para sí mismos y para otros poetas. Y eso es lo más deprimente y frustrante que puedo sentir.
Odio con toda mi alma el sentido gremial de los que se dedican a las letras. LO ODIO HASTA LA MUERTE.

Voy a ponerme a doblar ropa del "lavao".
Y a regar las macetas.

Y a joder al personal con lo que pueda de mis letras o mi mirada o mi vida o mi sentido del humor o mi tristeza.

Y a hacer fotografías cuyos disparos me llamen.
Y a pensar en ti como si no hubieras muerto.

Voy a emborracharme de mi propia gracia mientras la hallo en lo otro.

Hay que quemar todo lo que acabe con nuestro corazón.

Aria de Afrodita, de "Los parasoles de Afrodita" (audio)


Del libro Los parasoles de Afrodita (Baile del sol, 2013), el poema titulado "Aria de Afrodita" (disculpas por algún tropezón a la hora de recitarlo).

A 500px subiré ahora una fotografía que sin querer se me ha relacionado con él. Las cosas de la poesía...




lunes, 10 de marzo de 2014

El abrazo (audio)

El abrazo
Nacer desde ti al olvido
de la nula compañía,
provocar dolor
en los pétalos de la rosa,
que, como es flor, ni siente
ni padece, venerar tus ojos
mientras verdeo muros
tejiendo adoquines
de mullida seda
para que tu paso tierno
baile al son de tus oídos,
tu flexible equilibrio
de hombre mío y mutante,
de amor caliente a frío
mudo espacio reinante
entre tú y yo
y el aire.

(Hace tiempo que no subo audios, pido disculpas si no se oye.)

Conduzco desnuda



No sé por dónde empezar. Mucho trabajo hecho y acumulado. Vuelvo del campo a la ciudad y no sé qué es peor, si el ruido de la rotaflex de la obra de al lado o el viento frío estampándose en mi alma, si apenas tener conexión para poder compartir lo que hago o disponer de una que me permite estar libre de manos (y hasta de pies). La indecisión solo es producto del miedo. Miedo a salir volando (con el viento), miedo a hacer volar por el mismo miedo de los demás. Trasnochar o no hacerlo, madrugar para servir a dios o al diablo. Al final el trabajo se acumula y la conclusión llega por sí sola. Solo hay que dejar volar a lo que se es, que la luz llegue. Escarbar hasta el mismo centro de la tierra como suelo hacerlo con mis poemas y mis fotografías. Servir a lo verdadero. Me baja la fiebre, y eso que vuelvo al nife, allá donde hasta la más dura piedra se diluye. La severidad solo tiene nombre de cáscara. Yo trabajo por horadar esta costra, la que sirve a la mentira y a nuestros miedos.
Hoy he conducido. El viento era tan fuerte que hacía oscilar la dirección del coche. No he podido evitar pisar hasta 150 km/h (*), aún a riesgo de que el viento me matase. Evito que me aplaste el camión que marchaba a 120 "adelantando" a otro automóvil que iba a 130. Prefiero morir siendo yo que morir bajo la limitación de lo que se engaña a sí mismo. Vivir, sé vivir con todo de lo que los demás intentan disfrazarse. Aunque yo vaya desnuda.

(*)Este blog es de literatura, de poesía. Por supuesto que en un segundo he tenido que ponerme a 150, las condiciones del tráfico así lo exigían. La velocidad de crucero normal hoy en día en una autopista (para un experto conductor, que yo lo soy) es de 130. Y lo que la norma establece, no sobrepasar los 120 km/h. Pero nadie puede hacer nada contra los que ponen en peligro la vida de los demás, y yo he debido intentar salvar la mía (y de camino la de unos cuantos), con conciencia. Solo tengo una. VIVIR, a costa de nadie y procurando el bien de los demás, es nuestro principal deber.
 
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