sábado, 13 de abril de 2013

Buena madera, joya de libro

Este libro es una joya. Este libro sí merece la pena haber sido editado y publicado. Esto sí es una antología. En este libro además no se miente, ni en su portada, que por sí sola atrae, ni en su solapa: "esta antología es todo un catálogo de deslumbramientos". Claro, que dirán muchos que haciendo una antología de un periodo extenso resulta fácil deslumbrar, escoger cada cual como cada joya. Pues bien, les digo, si tan fácil resulta, anímense, señores y señoras editores. Hagan más como éste. Que una no tenga que volver a escribir un poema como aquel de "libros que no sirven para nada".
Aquí no hay tongo. Aquí hay wood, wood, good wood tonguey.

El libro: Lengua de madera (Antología de poesía breve en inglés). Hilario Barrera. La Isla de Siltolá (2011)



Good wood tonguey
A un libro, a un regalo con-sentido

una lengua de madera
me deslumbra a mí
que últimamente no soporto
ni el tacto de los muebles
de madera su olor
sólo el de su vida latiente
unida
a la savia y a la luz verde
de sus hojas ahora
me llegan la luz
y ella
convertidas en papel
con sentido.

Sofía Serra (De La clave esta en los árboles)

La salud exacta II

La salud exacta II

Recuperar paisajes emocionales de la vida de una, paisajes gratos que fueron robados medularmente, es decir, arrancados, desentrañados a sangre y casi a fuego. Ésta es la otra forma de salud que debemos perseguir. Dar la oportunidad a la justicia poética: Este año bailaré con los mismos pies que me rebanaron.
Hace 11 años que no piso La feria de abril. Primero él murió un 31 de marzo, mi padre. Dos semanas después  no estaba el horno para bollos, sobre todo porque nuestros días en la feria (escasos, uno, dos a lo sumo, el resto, aprovechando las jornadas no lectivas para el niño, los aprovechábamos para escapar al campo) en los anteriores diez años se desarrollaban siempre en su compañía. Después llegó la debacle, los años duros como una condena sin que nada hubiéramos hecho para merecerlos, la extenuación al saberte trabajando, cuando todos se divertían, haciendo mil millones de tortillas de patatas. Allá, al otro lado de la barra por donde se servían, habíamos estado muchas veces felices, alegres moderadamente, disfrutando, con la compañía que elegimos, mis padres, y con nuestro hijo. Hoy trabajabas dentro de la cocina para poder mantenernos cuando vivíamos en el campo, mientras te llegaba o no la oportunidad de un nuevo trabajo.
La fotografía de la amapola que convertí en cartel de feria aquel año de 2005. La hice mientras tú te pasabas la semana a 50 kms de tu familia acostándote a las seis de la mañana y levantándote a las 10 del mismo día para comenzar tu jornada de trabajo en la feria. Haciendo tortillas de patatas. Tú con tu licenciatura en Psicología, tu master MBA y tu inteligencia y tus 47 años, tú haciendo tortillas de patatas para la feria, los siete días, dos años, dos ferias. Y tú sin querer que yo te acompañara en el esfuerzo.

La Feria, un paisaje emocional feliz más que me robaron.

Nunca he sido muy feriante, lo normal según las etapas de la vida. de pequeña con mis padres, abuelos y hermanas. Mi madre nos vestía a las tres con trajecitos de herencia de mi prima o alguno que pudiera comprar, como cuando acertó esa quiniela de 12 y ganó 40.000 pesetas de las de entonces. Fue en primavera. Le faltó tiempo para irse a la tienda de Luis a comprarme el traje que por entonces se llevaba. Después iban pasando de una a otra. Ya en La Universidad alguna que otra noche con los amigos. Sin vestir de flamenca.
Estrenar la Feria, un martes al mediodía, ése ha sido mi mayor disfrute en este tipo de evento donde todo lo demás (bullicio, gentío, ruidísimo, polvo, calor, vino, baile) consigue que, una vez disfrutado, pueda permitirme aborrecerla al menos por otro año más: saciada de diversión, cansada y normalmente con resaca.
Eso haré este martes de Feria de 2013. Recuperar lo que me quitaron hace 11 años. Recuperar lo que es mío. Poder nombrar Abril con farolillos de feria y no con las candilejas de las encinas.
La salud de poder nombrar como yo sé nombrar.
(Y zapatear con estos mismos exactos pies que aquel 22 de agosto de 2002 me cortaron la estulticia, la avaricia y la perversión del estado de Derecho protagonizados por mal nacidos con nombre y apellidos.)



La salud exacta I

La salud exacta

No estoy para
nada que adorne
tu pusilánime sen-
tido gravitatorio
y mórbido de las cosas y su eje
estomacal avisándote
en serio crees que la cicatriz
es recuerdo de herida?
Nos presenta
el presente en pasado
perpetuo
muerto de esperanza
por sobrevivir al futuro
te lanzo máquina
de tiempo hecho
insondable y lúcida leva
de los artículos de los hombres
trazando misterio,
algarabía de neuronas
rondando el hemisferio
izquierdo, las emociones
redondas como los farolillos
de Feria, como los lunares
con los que me visto
para enterrar el mal tiempo,
mi compañero durante
once años que no te veo
como mis ojos siempre abiertos
te veían rondando
y yo, harta, estrella, sombra,
árboles mi padre, tú
y Derecho, la melancolía
de una feria que vestí de amapola
para poder guarecer la alegría
de tanta lluvia de llanto
de esos mis ojos
siempre abiertos
a la salud en la vida
mental bailando
sevillanas
precisa-
mente
en Abril.

Sofía Serra (De La clave está en los árboles)

viernes, 12 de abril de 2013

Abril-cias

Abril-cias

Partió peras aun sin conocer
que el olmo no las daba.
se olvidó de chupar alguna tinta
de-scribir el verde del río valle,
declinó su cavernícola inercia
de hombre sedente, unir
sus manos y rodillas
expectantes y rezar,
o
doblar su voluntad
de milagro, travestir
la nula
pera y peros
en suma
ser
hombre.

(Sofía Serra. De La clave está en los árboles)

conferencia conmigo misma

conferencia conmigo misma

entusiasmo,
en tu sismo

extraño el sitio el momento

habituada a encontrar
qué sería del día y la noche
me he perdido camino
de la otra nueva

Al despertarme hoy tan temprano.

en este momento
en que ni la luz avanza
ni el paño nocturno retrocede,
el sine die
el extremo frágil de la rama
el final de un lapsus de tiempo
en el que fui soldado
amante sierro
escrúpulos:
Me siento tan extraña
como perdida.

Sobre poesía: la sensación de haberlo dicho ya todo.

Sobre fotografía: he llegado al color a través de la búsqueda en las sombras. Del color al blanco y negro. En él la búsqueda del matiz para obtener todos los grises, y de ahí la necesidad de escarbar hasta hallar la mínima variación en el proceso lumínico escarbando en las sombras más densas. No hay sombra sin luz. La evidencia de ella es la sombra. Ésa fue siempre mi propuesta, desde aquellas primeras fotografías en las que me autorretrataba en la sombra que mi propia figura proyectaba en las paredes blancas, aquella primera por ejemplo con un cigarro en la mano.

Sobre todo: abrumada por tanto hecho.

La sensación de haber hecho ya todo lo que me estaba dado hacer.

Me persigue un justo proceso
de madurez extraña,
la de la fruta en árbol
de sombra.

Colgando de un álamo
rama tierna que se dobla,
o rompe.

Se ha acabado.

Quisiera ser ley,
poder derogarme.

Abrumada ante la visión mental de tanto hecho, construido, su mismo volumen. La implícita necesidad de poder dejarlo todo bien ordenado, bien corregido. Pero no arranco. No dejo de preguntarme para qué hacer más. Mi propia meta sin nombre que no me puse me está devorando. Se me ha acabado el camino. Pero no veo ni abismo ni final.

La sensación de un grave proceso de madurez que no me conduce a nada.
Dónde estáis, hábiles
huellas del futuro andado.
Abrumadísima.
Sigo sin poder verbalizar esta fotografía.


 
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