El indomable
Saber cuánto se tarda
en construir un buen hombre,
un ya vamos
bien anidados
por el camino
de los bueyes, el paraíso
de los pastores y las sacrosantas
inclinaciones de la cervical
de tu dominio, señor
de los animales, un clavo
y una garganta penetrando
a muñón fijo tu entrecejo
de hombre de más de dos
dedos de frente con dos
umbrales de pellejo.
fueron tiempos duros
para los que permanecieron.
La cresta de la ola,
¿quién podría domesticarla
amoldarla comerla con su seno
toda ella una llena en la boca?
Sofía Serra (De Suroeste)
domingo, 3 de marzo de 2013
viernes, 1 de marzo de 2013
La virtud protegida
La virtud protegida
Hoy, día sin nombre
de un mes de limpio, yo,
sentada en la silla de madera
al filo de la ventura blanca
de la enagua del mar y sus velos,
confieso mi amanecer
sobre el canto de los mirlos.
Tal vez la vida se deba a alguna
elección errada del sol
cuando decidió oblicuar
su eje y provocar así
la explosión helio-atómica
que desde entonces soportamos
junto a los animales,
los verdes y las mareas.
todos los hombres me acompañan.
Los dioses no debieron prescindir
de nuestra opinión en masa
crítica a nuestro pensamiento
reflejo.
Beso las banderas de tus pies
de este día con nombre de mes
en blanco en señal
del gozo que me permite
seguir no pudiendo
más que marzo.
Y nularé las huellas
salvajes de la trastienda de la razón
y su economía
de virtudes fuera de sitio,
de lugar ajenas
al hombre y su deshielo
y su canto
de primavera.
Sofía Serra (De Suroeste)
Hoy, día sin nombre
de un mes de limpio, yo,
sentada en la silla de madera
al filo de la ventura blanca
de la enagua del mar y sus velos,
confieso mi amanecer
sobre el canto de los mirlos.
Tal vez la vida se deba a alguna
elección errada del sol
cuando decidió oblicuar
su eje y provocar así
la explosión helio-atómica
que desde entonces soportamos
junto a los animales,
los verdes y las mareas.
todos los hombres me acompañan.
Los dioses no debieron prescindir
de nuestra opinión en masa
crítica a nuestro pensamiento
reflejo.
Beso las banderas de tus pies
de este día con nombre de mes
en blanco en señal
del gozo que me permite
seguir no pudiendo
más que marzo.
Y nularé las huellas
salvajes de la trastienda de la razón
y su economía
de virtudes fuera de sitio,
de lugar ajenas
al hombre y su deshielo
y su canto
de primavera.
Sofía Serra (De Suroeste)
jueves, 28 de febrero de 2013
Ya para imprenta "Una temporada en el infierno"
Ya tengo también el texto para la contra. Casi diez días llevo esperándolo. JC es así. Le ha costado escribirlo casi más que traducir la obra (exagerando lo digo, andaluza soy). Significativo resulta que a razón de mayor grandeza intelectual, espiritual, sabiduría, más trabajo cueste escribir unas líneas tan "sencillas".
rodax ha elaborado una magnífica portada. me siento orgullosa. Un dibujo original expresamente creado para ella dentro de un diseño muy clásico, neutro. Literatura real. Arte. Todo lo neutro que pueda resultar lo congruente.
Texto de la contra del propio autor de la traducción y estudio (introducción y notas): Juan Carlos Sánchez Sottosanto. Hay que decirlo. Normalmente todas les editoriales obvian este dato. Los que escriben la contra somos los propios autores (salvo que en la editorial exista alguna tonta como yo existí). No hay ningún alma caritativa, es decir, un editor o editora en condiciones que se moleste en conocer al autor como para escribir por él esa simple reseña.
Por otro lado, debo reconocerlo, se trata de un ejercicio que por duro que resulte, ayuda. Uno/una encuentra más motivos para rebelarse una vez que ha tenido que autoescribirse alguno.
Sólo espero que haya forma de poder acercarse a esta obra grande de la poética, en su doble sentido.
No consigo dejar de sentirme avergonzada, y muy cabreada, por estos tiempos que vivimos que permiten que salgan tantas miserias, verdaderas porquerías en papel, y joyas de la arquitectura literaria mundial como ésta se las vean y se las deseen para poder resultar publicadas. EN PAPEL.
Andalucía (poema de Antonio Hernández Ramírez)
Andalucía
Me quedé en ella porque era hermosa
y necesitaba su alegría. Nunca
se puede ocultar al corazón
lo que han visto los ojos. Nunca
la alegría al canto. Repetidamente
fui viviendo en sus cosas y aprendí
por los ríos, el amor; por un pájaro,
el desvelo en la paz; por las nubes ligeras,
la forma de vitarme algún recuerdo.
Todo estaba limpio por sus tierras.
Hasta los pobres, en vez de dolor,
se una seguridad insuficiente hablaban.
Hasta los jornaleros, en vez de justicia,
resignación decían. Era un modo
de ahuyentar la tristeza. Se conformaban
con los que le venía desde arriba,
y con un cante que nació en las raíces
de su pena y fue extendiéndose a las ramas
del mundo, como al amanecer la luz.
Cada día iba aprendiendo más: que el vivir
no es un ave que pasa, sino un pozo
que queda allí para el que necesite beber,
que el llevar una tierra clavada en las entrañas
vale más que haber pisado un continente entero,
que morir por los brazos de una madre
es la gran solución para santificarse.
Andalucía era limpia, y por eso
al renacer en ella, al darme cuenta
que no solo de fiestas se trataba,
defendí su ilusión de más de mil dolores,
apoyé a la alegría cuando enmascaraba la tristeza,
robé a todo lo hermoso cuanto pudo mi amor.
No. No era un vino o una guitarra la escena.
Era lo que quedaba dentro de cada uno oculto,
la alegría quizá, que le costaba sangre
a aquellas tierras de secanos cuando
un campesino alzaba como un Dios
su ronquido total, su enorme queja,
su gran desolación vestida de colores.
Antonio Hernández Ramírez (1943)
Poesía de la luz [Desde Puerto real). La isla de Siltolá. Sevilla. 2012
Me quedé en ella porque era hermosa
y necesitaba su alegría. Nunca
se puede ocultar al corazón
lo que han visto los ojos. Nunca
la alegría al canto. Repetidamente
fui viviendo en sus cosas y aprendí
por los ríos, el amor; por un pájaro,
el desvelo en la paz; por las nubes ligeras,
la forma de vitarme algún recuerdo.
Todo estaba limpio por sus tierras.
Hasta los pobres, en vez de dolor,
se una seguridad insuficiente hablaban.
Hasta los jornaleros, en vez de justicia,
resignación decían. Era un modo
de ahuyentar la tristeza. Se conformaban
con los que le venía desde arriba,
y con un cante que nació en las raíces
de su pena y fue extendiéndose a las ramas
del mundo, como al amanecer la luz.
Cada día iba aprendiendo más: que el vivir
no es un ave que pasa, sino un pozo
que queda allí para el que necesite beber,
que el llevar una tierra clavada en las entrañas
vale más que haber pisado un continente entero,
que morir por los brazos de una madre
es la gran solución para santificarse.
Andalucía era limpia, y por eso
al renacer en ella, al darme cuenta
que no solo de fiestas se trataba,
defendí su ilusión de más de mil dolores,
apoyé a la alegría cuando enmascaraba la tristeza,
robé a todo lo hermoso cuanto pudo mi amor.
No. No era un vino o una guitarra la escena.
Era lo que quedaba dentro de cada uno oculto,
la alegría quizá, que le costaba sangre
a aquellas tierras de secanos cuando
un campesino alzaba como un Dios
su ronquido total, su enorme queja,
su gran desolación vestida de colores.
Antonio Hernández Ramírez (1943)
Poesía de la luz [Desde Puerto real). La isla de Siltolá. Sevilla. 2012
Geografía de lo intocable
Geografía de lo intocable
soy partidaria
de que no haya diferencias
entre tu espiga y mi tallo
así como el sol longitudinal
se mece en tus góndolas
como no sé qué decir a estas alturas
que se agigantan como cascadas
de nieve sobre el cielo azul
de un día y un paisaje de invierno
que no conozco,
que no conozco
tus dedos de barro,
supuestamente tu perfil
precisa e instantáneamente
recorrió el lado soleado del mundo,
donde todo está ya dado,
donde todo está ya dado,
menos tu rostro fungible
soldado al amante que de día
recorre con escalofríos mi cintura
y su nuca
y tu rostro y un alivio sin medida
ni dolorosos partos, presente y pasado
estrellándose entre sí
estrechando el hueco de la tristeza
y el soplo de poniente
en esa orilla de arena lamida
que al fin y al cabo
marítimo es tu cuerpo
de hombre a mi costa
de geografía
en esta noche marina
u oriental.
Sofía Serra (De Suroeste)
soy partidaria
de que no haya diferencias
entre tu espiga y mi tallo
así como el sol longitudinal
se mece en tus góndolas
como no sé qué decir a estas alturas
que se agigantan como cascadas
de nieve sobre el cielo azul
de un día y un paisaje de invierno
que no conozco,
que no conozco
tus dedos de barro,
supuestamente tu perfil
precisa e instantáneamente
recorrió el lado soleado del mundo,
donde todo está ya dado,
donde todo está ya dado,
menos tu rostro fungible
soldado al amante que de día
recorre con escalofríos mi cintura
y su nuca
y tu rostro y un alivio sin medida
ni dolorosos partos, presente y pasado
estrellándose entre sí
estrechando el hueco de la tristeza
y el soplo de poniente
en esa orilla de arena lamida
que al fin y al cabo
marítimo es tu cuerpo
de hombre a mi costa
de geografía
en esta noche marina
u oriental.
Sofía Serra (De Suroeste)
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