martes, 25 de septiembre de 2012

Arbólcrata

Arbólcrata

A Cristina Peri Rossi

Donde yo veo un árbol,
un tronco hermoso, una enhiesta
sonrisa de la tierra, un borboteo
de vida manando desde
las rocas cálcicas o cuarzos
que se abovedan protegiendo
acuíferos y ahuecando cuevas,
un chupinazo de alegría
que estalla en un paraguas
de sombra donde los alevines
de flores y yerba verde crecen
más espigados y mi propia sombra
se desdibuja y confunde
con las copas y así, ellas y yo,
en un terrenal acto de amor
sin arados ni espadas
pasamos a formar parte
de la hojarasca que la encina
lanza en junio al vacío
(el levante tiene mucho que ver),
como queriendo proteger al suelo,
mi suelo y su fiel,
de los rigores injustos
y estí-ados del calor
del sur, así su espejo
bajo tierra podrá extraer
aún cuando ni gota de agua
queda arriba cierto cc
de sal
de blanda humedad
que
le permitirá permanecer
viva
aunque casi todo se agoste
ella se mantiene fresca
con sus verrugas
como de adolescente
tierno y supuroso de acné
y otras erecciones, perdón,
(amar significa saber pedir)
erupciones padecidas,
cuando yo, decía, me asombro
al contemplar a los valientes
alcaudones meridionales
lanzarse en picado desde dos
metros tan sólo de alzada
contra la culebra amarilla de dos
metros tan sólo de larga
que sesea su cuerpo
por la tierra lija, la tierra dura, la tierra raedera
de mis rodillas oteando las posibilidades
de acercarse al nido
y así poder alimentar,
en el bosque que he desbrozado,
un cuerpo bello y asombroso
como la sonrisa de la tierra y el géiser
de vida y el chupinazo de alegría
donde yo
veo una encina, como decía,
otros y otras
ven un falo.

No quiero ni pensar
qué harán
cuando se encuentren
con el falo de verdad,
unas y unos.
Al menos las encinas
son
especie protegida
y hay que
Pedir Permiso Pagar Podarlas
cada siete años,
y ni aún enfermas se cortan
ni arrancan de sus carnales
raíces, no hay huevos
como en mis solenostemon
del alma fecunda creo
que por eso
a ellas
no les escribo
poemas.

Pero los falos, los falos,
los phalos,
ay, dios mío, temo
por ellos
no
temo a
los palos.

Nunca imaginé por ti
tener miedo de nuevo,
leñador de mis sueños,
pirómano y bombero
de esos tus mismos fuegos
y nuestro mutuo deseo.

(Sofía Serra, De Solenostemon)

lunes, 24 de septiembre de 2012

La puñalada


La puñalada


Compraré alhajas cuando paseo
por el mercadillo de agosto los días sin sombras
salvo en la acera ambulante que me proponían
tu voz, tu boca, tu oído,
y yo anhelándote, mudo brocal,
y la tapia cubierta de hojas de parra virgen
sorteando a la madreselva,
minándose de mí y yo huyéndote
sin que llegaras o vinieras  a verme.
Me escabullí tras tus andrajos,
miraste en otro sentido
con tus dedos, y hacia allí
vagó tu cuerpo tras ellos que se alargaron
hacia el cuchillo diestro de noreste,
ése de donde llega la helada,
ése rasante vuelo de hielo
sobre las onduladas tiernas carnes
de mi apuesta: rosa en uno y otro ombligo.

Aunque todos me digan que debo ser más cobarde.


Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)

domingo, 23 de septiembre de 2012

Reivindicación del gris

Reivindicación del gris

el silbo de la mañana
que se abre gris, es decir, llena de matices,
por las alas de la tórtola
borboteando en el plumón
mullido del aire no ausente
de ti
Y un especial interés
domestica mis sienes juntas en su ojo
de aprendiza de la verdad del amor
a esta edad tan serena como
el mar grisáceo de la tarde
sureña en la playa de invierno.

bienvenidos
tus jamelgos juntos
y ataviados de todo lo que no sé vestirme
porque una insignia de velas
cuelga de tus dedos
que duermo en mis labios.
Y callo para no entoldar
semejante acervo de bien
y venida de tu sien
en esta mañana
gris de septiembre.

Sofía Serra (De Solenostemon)

sábado, 22 de septiembre de 2012

Una rosa de David por Cuba

Una rosa de David por Cuba

Conocí a David Lago González a través de su blog, El penthouse de Heriberto, al que llegué de casualidad hace ya creo que unos tres años. Buscaba información sobre editoriales españolas cuando, al detenerme en los textos que ofrecía en su perfil, leí unas palabras que me dijeron más de lo previsible. Entonces decidí hacerme seguidora. Despertaba interés en mí un poeta que decía aquello, y alguien que, por lo que acerté a vislumbrar, era cubano viviendo ya en España desde hacía décadas. Estuve esos dos o tres años siguiéndolo, leyendo sus entradas, sin comentar. Poco a poco, a la vez que iba descubriendo su personalidad, se me fueron abriendo los ojos al conocimiento de una realidad cubana en el exilio, otra realidad cubana en el exilio. Él, por su condición de homosexual y por su desadscripción de movimiento político de algún tipo, simple y llanamente era poeta, no era afecto ni para unos ni para otros.

Él era libre-pensador (parece mentira que haya que usar esta expresión compuesta para hacerse entender). Era, por encima de todo, una persona libre.

Estuve, como decía, bastante tiempo siguiéndolo, sin comentar. No me atrevía. Para mí, española progresista, social-demócrata a la hora de votar, anarquista de conciencia, aquello, el territorio cubano en el exilio, se me asemejaba a un terreno de arenas movedizas, no sabía si usar pies de plomo o pies de plumas. Temía meter la pata aunque sólo usara dedos para teclear. “Dios de mi vida”, me decía, “tantos en el exilio y tan divididos , ¿así cómo se va a conseguir nada?”.
Por el “nada” entendía y entiendo la desaparición de la dictadura cubana castrista y post- castrista.
El caso es que tardé mucho en atreverme a hablar. A David le llovían las piedras desde un lado y desde el otro. También algunos y sinceros besos desde luego. Y así, entre piedras y besos, la confianza fue adueñándose de mis pies y de mi boca hasta que el año pasado ya me permití hacerle algún comentario. Él dejó algunos en mis blogs, contactamos por facebook y cruzamos un par de correos o tres, tan sólo.
En el segundo o tercero me comentó que se iba para el hospital, que padecía SIDA. No le di excesiva importancia, no era la primera persona que conocía, por internet o en la calle, que padeciera esta enfermedad. Pensé, pensaba, que iría a una revisión o cualquier proceso similar. Pero no fue así. Cuando al cabo de los dos meses de ese último correo seguía sin tener noticias suyas (ni por el blog, ni por correo, ni por Facebook) comencé a pensar en lo peor.
Pero como, efectivamente, no éramos amigos-amigos, es decir, personas que hubiéramos desarrollado una confianza más allá de la lógicamente desarrollada a través del componente esencial de la franqueza, mi corazón sólo se preocupó como en lejanía. Yo, tan intuitiva (sic), no llegaba a considerar la emoción de que tal vez hubiera muerto.
(me sucede siempre igual, toda emoción que no logro pre-percibir, termina por hacerse realidad)
Bastantes meses después me encontré con el mazazo. Efectivamente murió a los pocos días de ese correo.
Hoy, en estos días, he podido prender una rosa en el ojal de su chaqueta, con toda la emoción por su muerte ya al descubierto para mí misma. En pocos días mostraré la fotografía de esa rosa en este blog, la fotografía, porque la rosa es suya. Una mínima fotografía de rosa para lo que tanto hay que lograr, que una realidad social y política tan dividida pueda unirse algún día para luchar por lo que tantos anhelan y anhelamos: la democracia plena en Cuba, es decir la llegada de un estado que permita el desarrollo integral de todos los derechos humanos, una ley que los ampare, que vele por su cumplimiento, por el cumplimiento de esos derechos que no hacen distingos entre las personas  por su condición sexual, religiosa, política, geográfica o económica, aquellos que declaran a todos los seres humanos como iguales y como poseedores de un sueño común.
No deseo más que ellos, los cubanos, se unan, y también, más egoístamente, que algunos españoles aprendan a distinguir entre derechos humanos y principios sociales sujetos a los devenires económicos.
Por el libre-pensamiento, la igualdad y la fraternidad, David. Ya mostraré tu rosa.

La venganza del infierno... (Der hölle rache...)

Debo conseguir algún día reponer los archivos de audio de este blog que se me desenlazaron. Mientras la dejo aquí, como recordatorio...

 
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