El diente de león y la acacia
No vestir nunca en otoño,
desnudar en todo acaso
lo que nos distingue en vana diferencia,
como cada coquina
que desenterré en la playa.
Mis pies se arropan
sordos como la llave sorda
abre la casa sorda como
el hueco y el ave sorda
pero cantora.
Que no existe.
Berenjenar y subsistir, quemar
banderas y palos de arte mayor
y que el cruel castigo del látigo lacere
tu espalda herrumbrosa, vigilia vejada
por las nocturnas estrellas,
vender viento a manos llenas
hasta dormir desnuda.
Se aploma el disfraz
para el que nunca muere,
para el que permanece
sobre el manto memoroso.
Beber de los meados del ñú
y escupir mierda sobre los girasoles,
los quema y los aja
como si las nubes
evacuaran ácida lluvia:
el desurco de la farsa,
la guadaña del falsete siega
y nutre tu ábaco cejiblanco
con la cuenta de tus andrajos
de seda y mi sombrero cornucopia
colmado de gargajos
y soles nutrientes de clorofila
que el agua escupe.
Abrevarán otros dioses
ahorcados por bufandas
de rayas como el payaso
se iracunda cada vez que se pisa
el pie con el zapato del segundo
colgado de tu rama.
No quiero sino venderme
ante el paisaje extraño.
Su corteza con agujas,
mis semillas como plumas,
—¿por qué tú, justicia,
no apuñalas mandíbulas
de vez en cuando?—
Volvamos al trueque:
cambiaría mi reino
de diente de león
por tu recreo de árbol
fiero e integrado.
Llevamos ¿cuánto tiempo
acaeciendo juntos?
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
martes, 12 de junio de 2012
A un pájaro cobrizo y muerto
A un pájaro cobrizo y muerto
se me murió el pájaro
y yo me quedo quieta
y sorda quiero muda
sea su salto y suelta
venga a decir quizás
me lloro
sólo a venirme dijo
su juventud extrema.
Tanta benevolencia extremo
en el pasillo de tus pisadas
de sol de noche y estío blanco
y el amarillo de los cantores
que no mueren dicen.
Sofía Serra (De La exploradora)
Muerte… funesta (Empédocles)
se me murió el pájaro
y yo me quedo quieta
y sorda quiero muda
sea su salto y suelta
venga a decir quizás
me lloro
sólo a venirme dijo
su juventud extrema.
Tanta benevolencia extremo
en el pasillo de tus pisadas
de sol de noche y estío blanco
y el amarillo de los cantores
que no mueren dicen.
Sofía Serra (De La exploradora)
lunes, 11 de junio de 2012
Una tremenda decepción de libro
No he podido quedarme para el "después". No he querido quedarme. No quería que me viera la cara. No quería vérsela. No habría sabido mentirle. Él habría sabido TODO nada más preguntarme.
Decepción absoluta.
Una obra del año 2012 que pretende ofrecer una recuperación visual de un patrimonio artístico no puede presentar esas imágenes, esos fotomontajes. No dudo ni por asomo de la labor de investigación, incuestionable a estas alturas de su vida de estudio. Es tal vez eso lo que más me deprime. ¿Por qué lo ha hecho, por qué lo ha consentido?, ¿no estará él harto de ver lo que se puede hacer hoy en día con las imágenes y con la fotografía? Tanto nombrar al Photoshop cuando el resultado presentado recordaba más a los antiguos collages que nos mandaban hacer en el colegio sobre cartulinas de colores para celebrar pongamos por caso el día del Domund.
Cortar y pegar, copiar y pegar, el mal de nuestros días.
¿Nadie observa la luz?, ¿es que no se sabe que lo que vemos no es lo que vemos en concreto sino todo lo que lo rodea también?
¿De qué sirve analizar la obra de Leonardo si luego no se saben aplicar las leyes de la perspectiva? ¿Para qué tanto experto en psicología visual si se es incapaz de prever que un patrón que se repita es rápidamente detectado por la mirada humana?
¿Cómo se ha podido cometer tanto pecado de torpeza, de falta de sensibilidad, de mal gusto, tantísimo pecado de falta de asimilación perceptiva? Tanta anaturalidad.
Tú mismo lo has dicho. Esos pinturas hoy aisladas en cualquier museo del mundo pierden todo su contexto. No pueden ser apreciados ni valorados en toda su grandeza, en su carga emotiva, en sus connotaciones, ni siquiera en su capacidad técnica.
Y ahora, teniendo la oportunidad de "traerlos" para nuestros ojos contemporáneos a su contexto de origen, se comete la barbaridad de dejarlo en manos de alguien incompetente, casi reverencialmente incompetente para esa labor, profundamente incompetente.
Porque, efectivamente, como todo el mundo sabe, ser historiador del Arte, no implica saber hacerlo, el Arte. Pero al menos sí da para saber lo que nunca debe ser hecho, o cometido.
Una pena.
No te nombro porque no tengo prueba documental más que en mis retinas. Ya me resultaba esforzado gastarme los 45 euros en ti, pero iba dispuesta a ello. Te imaginaba, te visualizaba íntegramente como una joya. Cuando he podido medio atisbarte me he negado a que ocupes lugar en mis estanterías.
Una vergüenza.
Una tristeza enorme.
Duelo
Duelo
Me pesan los hombros
como se clavan tus frágiles azules
sobre las columnas de la tarde:
Se acabó el sol por hoy
y por tantos mañanas.
En esta noche de lunas quietas
ni los asombrados eclipses
viven atentos en el cielo.
Los hombres de este lado
dilatan largas falanges
sobre las venerables simientes.
No saben, aún no saben
que los claveles han florecido
desde tu boca.
Desde el llanto de este vientre
enmudece la madrugada.
Blanda y sinuosa, medio
muda, de mi abandono huida
y de mi beso huido,
ella tampoco sabe
que los claveles han florecido
desde tu boca.
Densa y caliente duerme
la espera. Se llama duelo,
pero duelo tiene nombre
de corto trayecto entre
tu palabra y mi mente.
Extiendo la lenta manta
sobre la blanda cama
de tierra donde brotan
los verdes lunares
bajo el sol aplazado.
Ya amanece tu boca:
el día mana dormideras
entre tu ida y mi garganta.
Sofía Serra (De El muriente)
Me pesan los hombros
como se clavan tus frágiles azules
sobre las columnas de la tarde:
Se acabó el sol por hoy
y por tantos mañanas.
En esta noche de lunas quietas
ni los asombrados eclipses
viven atentos en el cielo.
Los hombres de este lado
dilatan largas falanges
sobre las venerables simientes.
No saben, aún no saben
que los claveles han florecido
desde tu boca.
Desde el llanto de este vientre
enmudece la madrugada.
Blanda y sinuosa, medio
muda, de mi abandono huida
y de mi beso huido,
ella tampoco sabe
que los claveles han florecido
desde tu boca.
Densa y caliente duerme
la espera. Se llama duelo,
pero duelo tiene nombre
de corto trayecto entre
tu palabra y mi mente.
Extiendo la lenta manta
sobre la blanda cama
de tierra donde brotan
los verdes lunares
bajo el sol aplazado.
Ya amanece tu boca:
el día mana dormideras
entre tu ida y mi garganta.
Sofía Serra (De El muriente)
domingo, 10 de junio de 2012
La estrella más profunda
la estrella más profunda
Hoy se recompondrán vericuetos de helio y sordos tragaluces. Los agujeros negros hacen tiempo fabricando las estrellas del desarme. Sobre el planeta de las uniformidades pasean juntos el volumen y la estratigrafía de los segundos. Nos queda por saber cómo se pinta un vacío lleno de soles esféricos y dádivas cúbicas; las mil y una preguntas de las bocas desarropadas viajarán a la velocidad de la luz camino de la otra geometría. Al final, sin escisión, nos encontraremos en el borde del universo, que es finito, como tu perfil.
No concebir, verificar, caducar y asesinar y asesinarnos como cualquier átomo que arrima electrones al besamanos del contiguo. Traspapelar hasta reconstruir el espacio que estrato tras estrato tras estrato
vamos deshaciendo
besos que sorbemos
olvidando los labios
que los dieron.
Engendramos
con el coito
interrumpido.
Reconstruir a la medida de la estela invisible,
el campanario erguido de almuédanos cantando
la mesura de las teselas,
las lombrices traedoras de tierra
hasta el pavimento enlucido.
Pavor ante la diferencia:
Tantas fallas solícitas de terremotos
y lugartenientes armisticios.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
porque cuando
ya no quedan flores
aparece la sonrisa de tu estómago.
Hoy se recompondrán vericuetos de helio y sordos tragaluces. Los agujeros negros hacen tiempo fabricando las estrellas del desarme. Sobre el planeta de las uniformidades pasean juntos el volumen y la estratigrafía de los segundos. Nos queda por saber cómo se pinta un vacío lleno de soles esféricos y dádivas cúbicas; las mil y una preguntas de las bocas desarropadas viajarán a la velocidad de la luz camino de la otra geometría. Al final, sin escisión, nos encontraremos en el borde del universo, que es finito, como tu perfil.
No concebir, verificar, caducar y asesinar y asesinarnos como cualquier átomo que arrima electrones al besamanos del contiguo. Traspapelar hasta reconstruir el espacio que estrato tras estrato tras estrato
vamos deshaciendo
besos que sorbemos
olvidando los labios
que los dieron.
Engendramos
con el coito
interrumpido.
Reconstruir a la medida de la estela invisible,
el campanario erguido de almuédanos cantando
la mesura de las teselas,
las lombrices traedoras de tierra
hasta el pavimento enlucido.
Pavor ante la diferencia:
Tantas fallas solícitas de terremotos
y lugartenientes armisticios.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
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