(Correcciones Nueva Biología)
Helíade
En el borde del abismo,
juro que nunca me iré,
juro que siempre sostendré este insano equilibrio
a polvo de enterrarme bajo las alas,
a gota de nadar bajo el vientre
revirtiendo cielo y mar
transfundidos mutuamente.
Yo, helíade, cuajo lágrimas en el barro:
dón-de te has-me-ti-do,
Faetón de mis neuronas.
Por no esperar al navío
vengas a la tierra herida
que tú vengas en tus sales
que te sales por el fuego
mientras la península te hunde, te abate, te ordena:
hazte carne,
hazte hombre,
hazte ámbar de mis luces.
Sofía Serra, 2010
miércoles, 17 de agosto de 2011
lunes, 15 de agosto de 2011
La querencia
La querencia
Traduzco la síntesis entre la foto
y la malpartida de tu boca
cuando sonríes al cielo.
yo necesito un dentista
que me aligere las raíces
que en tu mella se me entierran.
Enhebrada y con sentido
voceo el alarido de tu nombre.
Comunicamos caminos
de fuego fagocitados
por el humo de la escarcha.
Nos conservarán como alcachofas,
flores verdes ahogadas
en cítricos mares transparentes.
¿Quién buceará hasta encontrarnos?
Sin batiscafo ni señuelo
argumentan inmersiones
en los otros como dioses.
El bote de cristal conservero
no claudica ante lo evidente.
No hay quien lo abra.
Sofía Serra. Agosto, 2011
Traduzco la síntesis entre la foto
y la malpartida de tu boca
cuando sonríes al cielo.
yo necesito un dentista
que me aligere las raíces
que en tu mella se me entierran.
Enhebrada y con sentido
voceo el alarido de tu nombre.
Comunicamos caminos
de fuego fagocitados
por el humo de la escarcha.
Nos conservarán como alcachofas,
flores verdes ahogadas
en cítricos mares transparentes.
¿Quién buceará hasta encontrarnos?
Sin batiscafo ni señuelo
argumentan inmersiones
en los otros como dioses.
El bote de cristal conservero
no claudica ante lo evidente.
No hay quien lo abra.
Sofía Serra. Agosto, 2011
sábado, 13 de agosto de 2011
La flor
(Correcciones Nueva biología)
La flor
Por más que esbozo,
por más que desdibujo este lienzo glauco,
petroglifos o bisontes de Altamira,
no importa dónde nos refugiemos,
no acierta esta deshilada mano
a trazar el boceto.
Somos entelequias de un proyecto
previendo su muerte al nacer:
prometido homo sapiens
desde el canal del parto
trazado por el nombre,
¿quién lo dijo, ¡quién!, por primera vez?
A veces acierto a descubrirlo
en la carcajada de la nube.
Y en la lombriz.
Ya huelga el umbral del cielo.
A un paso de dios,
nos hacemos flor.
Sofía Serra, 2010.
La flor
Por más que esbozo,
por más que desdibujo este lienzo glauco,
petroglifos o bisontes de Altamira,
no importa dónde nos refugiemos,
no acierta esta deshilada mano
a trazar el boceto.
Somos entelequias de un proyecto
previendo su muerte al nacer:
prometido homo sapiens
desde el canal del parto
trazado por el nombre,
¿quién lo dijo, ¡quién!, por primera vez?
A veces acierto a descubrirlo
en la carcajada de la nube.
Y en la lombriz.
Ya huelga el umbral del cielo.
A un paso de dios,
nos hacemos flor.
Sofía Serra, 2010.
viernes, 12 de agosto de 2011
Palabras de Proust
Proust ha vuelto a dejarme un gran regalo a la vez que terminaba hace un par de días el quinto volumen de su "En busca del tiempo perdido" (la negrita es mía):
[...] Por ejemplo, aquella música me parecía algo más verdadero que todos los libros conocidos. A veces pensaba yo que se debía a que, al no adoptar la forma de ideas lo que sentimos en la vida, su plasmación literaria, es decir, intelectual, lo expone, lo explica, lo analiza, pero no lo recompone como la música, en la que los sonidos parecen adoptar la inflexión del ser, reproducir esa punta interior y extrema de las sensaciones [...] En la música de Vinteuil, había también esas visiones imposibles de expresar y casi prohibidas, ya que, cuando en el momento de quedarnos dormidos, recibimos la caricia de su irreal encantamiento, en ese preciso momento en en el que la razón nos ha abandonado, los ojos se sellan y, antes de haber tenido tiempo de conocer no sólo inefable, sino también lo invisible, nos quedamos dormidos. Cuando me abandonaba a esa hipótesis según la cual el arte sería real, me parecía que era incluso más que la simple alegría nerviosa de un tiempo hermoso o de una noche de opio que la música puede transmitir: una embriaguez más real, más fecunda, al menos por lo que yo presentía, pero no es posible que una escultura, una música, que infunde una emoción —nos parece— más elevada, más pura, más verdadera, no corresponda a cierta realidad espiritual o, si no, la vida carecería de sentido. [...] Como aquella taza de té, tantas sensaciones de luz, los rumores claros, los ruidosos colores que Vinteuil nos enviaba del mundo en el que componía, paseaban por delante de mi imaginación, con insistencia, pero demasiado aprisa para que ésta pudiera aprehenderlo, algo que pudiese yo comparar con la sedería embalsamada de un geranio. Sólo que en el recuerdo se puede —ya que no ahondar— al menos precisar gracias a una determinación de circunstancias que explican por qué cierto sabor ha podido recordarnos sensaciones luminosas, al no proceder las vagas sensaciones de Vinteuil de un recuerdo, sino de una impresión [...] no habría habido que encontrar una explicación material de la fragancia del geranio de su música, sino el equivalente profundo, la fiesta desconocida (de la que su obra parecían fragmentos disyuntos, los pedazos con fracturas escarlatas), modo en el que oía" y proyectaba fuera de sí el universo. En aquella cualidad desconocida de un mundo único y que ningún otro músico nos había permitido jamás radicaba tal vez —decía yo a Albertine— la prueba más auténtica del genio, mucho más que en el contenido de la obra misma. "¿Incluso en la literatura?", me preguntaba Albertine. "Sí, incluso en la literatura." Y al volver a pensar en la monotonía de las obras de Vinteuil, explicaba yo a Albertine que los grandes literatos nunca han hecho sino una sola obra o, mejor dicho, han refractado mediante diversos medios una misma belleza que aportan al mundo.
Marcel Proust. "La prisionera" (En busca del tiempo perdido)
Me llama la atención que Proust, al referirse al arte siempre lo haga, al menos por ahora, a partir de la experiencia vivida a través de la percepción de la música (Vinteuil) o de la pintura (Elstir), aunque en este pasaje tímidamente nombra a la escultura. La literatura, "su arte", la relega al principio a la herramienta de plasmación del análisis, aunque al final se ve que le abre un hueco en ese particular, por propia, de él, teoría del Arte que desde que comencé a leer esta obra veo que va "construyendo" o argumentándose.
Me pregunto si de aquí al final nombrará a la poesía (verbal). Si lo ha hecho antes, me ha pasado desapercibido el supuesto pasaje.
Estos "provistos por escrito", al menos los de esta mi edad, no son mis "fuentes", como Javier Valls me comentó el otro día, es decir, no extraigo conocimiento esenciales a través de ellas. Estos Provistos por escrito llevan funcionando en mí de otra forma desde hace ya más tiempo del que una desearía. Simplemente me confirman en mis suposiciones o "creencias". A veces, en el ejercicio de la lectura desde hace bastante más que demasiado tiempo, me siento buscando no la respuesta, sino tan sólo el apoyo, me proveen de compañía mental en el sentido de que encuentro lo mismo que yo pienso, expresado "grafiado" por otros seres humanos. Lo cual significa para mi espíritu un gran consuelo.
Aunque no encuentre nada "nuevo", eso es cierto.
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