jueves, 19 de mayo de 2011

Del rojo al rosa (las barricadas misteriosas)








Le petit trianon 


 (A Sofía Coppola,  por su "María Antonieta")

I

Van saliendo cortos, será que conjeturan
el breve tiempo del verano aún leve,
o tal vez sólo reconcilian medida,
aclimatación al ritmo taquicárdico
que el calor crea entre tu piel y la mía.

II

Vuela alto, vuela vida

Casi transparente eres, niña rosa,
casi transparente madreperla
que atavía la piel de tus nalgas.
No ha desilusión en las rosas rojas:
hoy más pálidas, sólo suscriben el escarlata de tus mejillas
cuando la perpetua alumbra tu interior,
ufana y vehemente como un ángel muerto de hambre.
Transitó el frío espasmo del pie helado,
la esponja de las lágrimas sanó las llagas,
y tu planta, niña hermosa,
testigo infrecuente de la dicha
decantadora de la bebida de los dioses,
vuelve a caminar con sus sandalias.
Esta vez por la ciudad de la lumbre que te vio nacer:
Parió tu madre a la alegría.

III

Puerta del sol
abierta al hemisferio
rielante.
Isó-topo conjeturado,
corrimiento hacia el rosa,
silogismo impecable de la ley de Hubble.

Sofía Serra, 2010

Mayo del 2011

Sólo una mini-revolución burguesa más, burgueses protestando porque el poder de otros burgueses les ha quitado algo de comodidad.  Como todas, como todas las que han sobrevenido desde el siglo XIX.  Más antiguos que el hilo negro.
Así, no. Asco, me produce asco, me asquea. La revolución que se necesita es la del individuo, y hasta que ella no llegue, seguirán lloviendo piedras, sobre los otros tejados, los que no se cubren.
Hablad, gritad y pedid para el otro, no para vosotros. Olvidad vuestras hipotecas y vivid sobre la yerba e incluso sobre la mierda. De ahí es de donde sale lo que futuro tiene.


Me enardece el silencio de tu callada boca.
es tu evolución la que debe oírse,
no la masa, que sólo involuciona.

Revoluciones individuales posibles,
arrancad vuestros motores,
empuñad vuestros timones,
que sólo te gobierne, hermano,
tu voluntad para hacer vivible lo increíble. 

Sofía Serra, 19 mayo 2011

miércoles, 18 de mayo de 2011

El hombre de hierro

El hombre de hierro

…Y este hombre de barro, ¿a dónde mira o a quién se parece?


Y allá vase el niño, de ambula
torio en
ambula
torio,
de
ambulando
por las
esquinas,
toro contra
burladeros y zarzales.
Mas fuerte prenda y corazón tan grande sorteó,
jugó,
y erró:
Yerro trasplantado sin padre ni madre,
a suelo,
solo, sin ser ni lo que
era
errando.

Sofía Serra, 2010

lunes, 16 de mayo de 2011

Flor de Mayo

(Correcciones "Los parasoles de Afrodita")


Flor de Mayo

Del gobierno del cuarto claro me deduzco,
alba y vida externa,
y el suyo alcanzo resuelta en la algarabía
de los ojos reflejados en la rosa,
los del búho sabio del jardín de las delicias.
Permite que te cante, flor de mayo,
permite que alegre y risueña y nerviosa
absorba tu aroma y me prenda en tu cáliz,
que me coseche la mano precursora del brazo extendido
que acaricia las nalgas de nácar.
Me has contagiado tu ritmo taquicárdico,
corazón, corazón,
has enhebrado fiel las cuentas del collar
de coral,
corazón,
rojo Amor,
vibran mis cuerdas prendidas de estos cascabeles
aligerando el mirlo, el soslayo, el silencio.
Has perpetrado en mí el otro crimen,
la menos dolosa muerte,
la menos sangrante rosa.

Has sembrado en esta tierra la memoria de la alegría.

Germina, germina la flor de mayo, germina creciendo
tan lúbrica y vigorosa que hace quejigos a las encinas.
Y yo me abro a su perfume y cosecho caricias
a luz de mayo o de verano.
Y yo navego por estos mares de pétalos y flores
y savia que destila tu sabia boca de almendra mía,
amarga y dulce suerte de este huerto artesonado
al ritmo de tus manos terrenales.

Estoy desnuda como el mar verde ante tu yema-flor :
Este cuerpo se sostiene ingrávido sobre las perlas cantarinas
paseando collares de cuentas de risa por tu tallo,
y por tu pétalo bruñido que ilumina sábanas antaño musgo,
quieta verdina del arroyo a la fuente
me llega, desde tu perfil rojo a la silueta
revelada en la caverna caliente que ya no es mía.
Raíces a la alegría.

Y el manzano vence contra desquiciadas sinuosas
soportando el peso de lo efímero, atesora historias
que enardecen, evidencia tempestades
que no llegaron desde el cielo.
De las imperiales losas,
de los ruidos fantasmales hacinados en la bodega
de aquel barco, aquella oscura y lóbrega estancia del pasado,
cascarón de fría y rancia materia ósea.
Como el huevo huero.

Yo, que me vertebro en tus dos luces,
la del cielo,
que me cae,
y la que desde los pies me alimenta,
que siempre mana de tu boca,
sol de amor, sagrada correspondencia,
sal de fragor de batallas tiernas
entre las carnes rosas mutuamente amadas,
pétalo con pétalo estrellado,
astros procreados por mor de la caricia,
¿cómo voy a helar este pulso tan mío, tan vivo, tan caliente?

Encontró la paloma al sol vivo tras la empresa,
crisantemos olvidados tras el paso de la escarcha,
y ya duerme, duerme ya
envuelta en los carnales aires de la diosa,
pétalos-alas extendidos, rosa abierta,
Mayo grande. Mayo cantarina boca.
Mayo cuerpo a cuerpo de Mayo en mis pequeñas manos.

(Sofía Serra, 2010)

sábado, 14 de mayo de 2011

Diario de tu mala boca

Diario de tu mala boca


Cuando dios nació,
las sombras hablaban
idéntico divino idioma.
Abducido el impasible,
la planicie enmudeció,
y la medida.
Trepamos por los árboles
como manzanas que vuelven
a la crecida rama sobre el río, el lecho.
Tú y mi silueta de ti, tan juntos.
Newton nos habría odiado.
O no: Él fue físico.


Nuclear derramaste ni una sola lágrima
al nacer a tu pecho mis ojos licuados
que blandieron mutismo, tan hermético,
tan sobrecogedor en lo sobrante,
tan administrativo de llantos
y soflamas amatorias periodistas,
epistolares funcionarios
de prisiones sobre mi pecho
y tu pecho tan ajeno
a tus ojos, tanto sollozo perpetrado
contra mis pezones.


Trenes amamanté con mi falda de
algunas flores, benditos fines de semana en
los que sus colores se tornaban grises, que
trastabillaron la vigía avizora de
los humeantes hocicos: benditos principios de mes
en los que tus testículos volvían a tierra,
enarbolaron el atracón de trufa
de los marranos antepasados: malditos mediodías
de agosto
en los que
mis rodillas
flaquearon


sin sobrevivir ni aún al segundo
tras la caída de tus ingles
bajo el peso a plomo de la sevicia.


Tú me has ahogado.
Pero sin agua.
Como el aire al mosto.


 
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