viernes, 23 de noviembre de 2012

árbol solo

árbol solo

Hubo un lugar
sometido
a mis piernas (¿?)

tranquilamente dormito
en la espera del cuento inacabado.
solicitud y bienes acarician
mis hojas verdes, y yo, riendo,
entre los pájaros admiro mi floresta.
Tantas verdes hojas
y olor a madera,
tanta humedad
sobre el rocío con mi savia
como apacible compañera
de toda mi vida
suya ayudándome al sorteo
de los precipicios
de los juicios del leñador
y las tempestades abusivas
del mal previsto por la atmósfera,
las heladas y las hormigas
y los hábiles podadores,
y ni el amor me acuchilla
tatuando todos sus nombres
de verde puesto en vilo al filo
hasta el punto caído desde el nido
que cobijé cantando sobre el abismo
cuando el sol se me derramaba
en cada brazo, cada lentisco leñoso
o cada cruz y frío cuando
duermo silencios de desdén
o refresco de infantiles sinsabores y balanceos…
no hay penas, no hay penas
sólo de sola juventud
algo herida por el círculo
secante de la entrepierna enterrada.

Mas en este invierno
los rizomas ya adquieren
de nieve su secreto y mi savia
se concentra en los bajos
más bajos de mi canto.

se fueron hacia el otro lado
mientras yo concluyo
el Misterio sobre la tierra.

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

jueves, 22 de noviembre de 2012

Los erizos del revés

Los erizos del revés

en este mundo oscuro
hasta los invitados
pasan hambre.
(Just the wind
like the wine.)


solo el viento como el vino
que enarca las cejas de la vida,
solo el sendero de agua y conchas
que cansino se desliza
entre la raíces quietas
de los matojos abrazados
y los cañaverales abiertos
al sereno de la noche.
sólo el suplente
martiriza los erizos
volviéndolos del revés
sobre sí mismos,
sólo la roca los acoge
en sus cárcavas navajas
consolando sus desconsuelos
al viento como el vino
abriéndolos, al agua
salada. Ella sana
los sinsabores fríos
de cada púa clavada
en el interior de sus mejillas,
de sus gargantas, de sus todo
estómago solo
de naranja carne
y viva y fe-
haciente.

Sofía Serra ( De Los cabezos amarillos)

Elipse

Elipse

Culpable de mí y de ti,
ajenos ángeles posados
sobre la humedad de mis hombros
beben obviándome lo imposible
soslaya el barranco y me adjunta
la bárbara y sorpresiva suerte
de haber nacido junto a ti,
quien quiera que seas tú,
tremendo acantilado al filo
del abismo que se abre
entre tu justicia y la mía,
sino yo.

de ti, clasada,
de yo, tejida.
de nos, tonada,
des-clasada,
despro-tegida,
mi ne-ra duda,
mi-ne-ra-li-za-da, fósil, piedra
como el made-ramen
de la nave que se hunde.

me encontrarás en el afán
de la mar de fondo, allá donde
moran los tiburones
blancos y otros monstruos
de boca grande y entrañas llenas.

Completa mente
descentra
-da
como sielu
ni verso
sehubi–era
des-plaza-doal
la-doin
verso
eselip
se-de
la rosa.

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

Subvertir el transcurso del tiempo: Proust poeta



Efectivamente, Proust no fue poeta. La lectura de sus versos, su “poesía” me lo ha confirmado. Sin embargo su obra, su gran novela, el lenguaje escrito (su prosa) y lo plasmado en ella sí hacen Poesía. Esta es la diferencia, esta es la clave. Una obra puede no ser poesía, ni siquiera tal como comúnmente se entiende (versos), y ni siquiera intuida así por el autor, y la obra terminar haciendo poesía.
Proust sólo no hizo algo para ser poeta, recurrir al tiempo horizontal como resorte inspirador, establecer su amarre, el del tiempo horizontal y él de él mismo como persona, como, no sólo punto de arranque, sino base completa de la estructura sobre la que se desliza el transcurso de todo lo que plasma. Se desliza, esa es la otra clave, la misma palabra nos la da, no escarba, aunque ese "no" tan solo aplicable  formalmente. El devenir de la obra siendo escrita transcurre encima de la costra dura de la nomenclatura, psicológica, socialmente. Sin embargo, y este es el milagro de la obra de Proust, casi no existe párrafo en toda ella donde no se halle ese pozo, esa boca de pozo que constituye el arranque del ejercicio poético. Parece que el autor realiza el acto poético en la expulsión de esa prosa mental a la palabra grafiada, y en esa salida, en esa exteriorización hubiera ido señalando (Proust y su prosa, es decir su mente grafiada) un aquí (pozo vertical, el poético, el artesiano), aquí, más allá, en aquel otro lugar, donde poder ir taladrando después.
Quizás, sí, zahorí. Esa es quizás la mejor definición del hecho de Proust como ente/agente en relación con el hecho poético y por ese motivo me he sentido tan identificada con una obra, con la pulsión que esa obra ha ejercido en el aire que yo respiraba mientras la leía en estos años atrás. Proust es el zahorí de todo un tiempo que le llega detrás.
Curiosa paradoja, el que buscaba el tiempo perdido, el anterior, termina marcando los hitos del tiempo posterior a él…
Pero, me pregunto quizás retóricamente ahora, ¿no ha sido siempre acaso ESA la labor del Poeta? (y hasta en última instancia lo que Proust pretendía con esa "recherche").


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Los cotiledones



Los cotiledones

Fuente y albedrío libre de junto a mí:
ya sobrenada tu agua bañándome
desde mis manos que sobre ti han sudado.
Suerte-sal y urbano renombre del monte
sobre el monte de Venus,
o sobre la colina del loco,
hacia estas orillas vivas del estuario
que se abre a la barra
del río que me hace y renace.

Ay, Amor, cómo destilan néctar
las flores de estas jacarandas
altas, altas como los rascacielos.

Desde estos valles de verde amapola,
yo respiro exaltada sobre mi cadera unida
a tu alma cerrada de vértigo
a los dólmenes que sostienes
con las puntas de tus dedos,
a los adoquines mojados,
al pilar-soledad de tus retozos
sobre las vendas de seda de la droga
blanda de las carnes acicaladas
de las diosas que no son griegas.
Solapando temblores,
apisonando tu bomba-corazón
bajo las otras humanidades,
las otras voces,
las vampiras de la celeste sangre:
Y todos abastecidos
sin saber que el agua
que bebemos no proviene más
que de un mismo pozo
que no tiene nombre.
Mar eterno, mar sin orillas, mar subterráneo
bajo la costra dura de la nomenclatura.

Ya se yergue salvaje y sañuda
el ave de la suerte. ¿Suerte?
Suerte nuestra de Ser de Hombres.
Sino lleva destino sin nombre
de vida y marea, la vena
que nos atraviesa de parte
a parte y también duele.
Ay, salvaje clámide que te espera,
velo translúcido a horcajadas de tu cintura,
tanagra abrigada, ¿a qué esperas para desembarazarte
del telúrico manto de lino que te ampara?
Luce como la Venus de Milo, aun sin brazos,
luce cual estatua blanca de alma,
predispuesta a tornarte
en manca y grande esposa viva
del hombre y su tierra y su agua clara
del pozo desde el que ya naciste.
¿Libertad manca?... Libertad plena.

Cerrada la puerta de amapola
viva, no olvido que tras el paso de la corriente
quedan germinales nuevas semillas,
tartáricas visiones de quien anduvo soñando muerto
que duerme sobre la cama de su osamenta
clavada al suelo de sus necesidades,
mis anhelos.

Canto al poeta en paro,
canto al de roja sangre,
al derrotado en la tierra
ante los ojos torturados del semejante.
Canto a la vida fecunda que adquiere nombre de vida
más allá de tus manos o los cotiledones de mayo,
canto serio sin sonrisa de risa: nunca ríes, poeta de ti.
Come alegría, come vida, cómeme.
Cultiva mis lágrimas, lava mi ropa, revuélcame en tu cama.
Acoge en ti algo más que el título bajo el que te escudas.

El poeta quiere estar sólo, ¿qué le pasará al poeta?
¿El signo por sus alas o el saco desgaje
de su vientre descuartizado?
¿Qué le sucede al poeta que ni sabe ni contesta?
El poeta tiene que estar solo, ¿cómo puede vivir el poeta?

Poeta a más contra el viento,
poeta a más contra la suerte que surte
poetas de más y más voz contra la mansedumbre
y las vieiras de peregrino hacia el lugar que ya sabemos.
Que no es dios.
Solo, libre y pendenciero contra su alma,
el poeta nace más allá de la entrepierna madre,
en las almenas que amilanan
la sombra de las nubes bajo el cielo, bajo tu cielo,
hunde tus hombros en el poder de la mies,
llora naciendo, que así cantaremos
con tu llanto los que nos pudrimos,
los que morimos, los que abaratamos este silencio
con míseros cantos de gozo travestido.

Ya ves cómo abro esta risa a caudales de dos manos llenas
de aire va, agua viene, tierra fértil, fuego mío,
sentencia a sangre de poeta abrasada en viento,
no más que ente divergente ya sin voz, aún sin flores y sin llanto:
no más que dos cotiledones abiertos al sol de mayo.

(Sofía Serra. De Los parasoles de Afrodita)

 
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