Extraído de una conversación en tuenti, me la ha pasado mi hijo a ver qué me parecía. Una mera conversación entre tres chavales amigos, un estudiante de Derecho, otro de Filología y otro de Ciencias Políticas, edad, 19 años.
Pocas veces, salvo en brillantísimas locuciones de filósofos o estudiosos de reputación y prestigio indudable, he visto que alguien se acerque tanto a la definición del lenguaje poético y del Arte en general. O dé en el clavo. Y no, no es poeta el que habla, al menos, escritor de versos.
Yo creo que hay una ligera confusión acerca de en qué consiste definir algo. Definir algo no es reproducirlo perfectamente, eso es imposible. No es posible duplicar la realidad en su totalidad, meterla en un vehículo de comunicación, y lanzarla a los cuatro vientos. Toda definición es imperfecta, por naturaleza. Hay quien dice que cuando se nombra, se mata. Ahí es donde entra la importancia del receptor del mensaje, para pulir en algún aspecto, no en todos, la imperfección de la definición.
El lenguaje discursivo, a mi entender, acaba quedándose corto cuando lo comparamos con la "autodefinición" que la realidad hace de sí misma continuamente. Por una razón tan sencilla como es el paso del tiempo necesario para describir o definir, y el necesario para que la realidad sea percibida: percibir un momento plasmado por escrito puede llevar 5 minutos, percibir el mismo momento en la realidad lleva exactamente la duración de ese momento, que para el que lo percibe acaba siendo cero.
En esa línea, la importancia, y creo que verdadero punto fuerte, del lenguaje poético es que es capaz de acercarse a ese "tiempo cero", al mismo tiempo que provoca en el receptor la percepción cuasi-completa de ese momento que recoje. Merece la pena señalar que desde el punto de vista discursivo este tipo de enunciados comunicativos son los más "imperfectos", puesto que son los que dejan más "espacio en blanco" en la descripción del momento.
Tal vez sea eso lo que caracteriza al arte: la capacidad de hacer percibir al otro un momento de forma casi perfecta, a partir de un lenguaje discursivamente muy imperfecto (espacios sin información discursiva). Si esto es así, de aquí podría venir la necesidad de que el receptor sea mínimamente humano, que tenga un mínimo común con lo humano (o mínimamente inteligente, pensando en otras civilizaciones) para que ése tipo de enunciados, los artísticos, funcionen como he dicho. Abstrayendo el concepto un poco más: quizás sea necesario, para que el enunciado artístico lanzado por un emisor funcione como vía comunicativa superior a la discursiva, que el receptor tenga un mínimo en común con ese emisor. Es de esperar que cuanto más en común tenga, mayor será la efectividad del enunciado. Quizás sea por eso que el lenguaje artístico sólo funcione a la hora de hacer percibir en el otro momentos intrínsecos a la especie en la que se encuadre el mínimo (o máximo, según el caso) que emisor y receptor tengan en común, y no pueda utilizarse a la hora de la mera descripción empírica (relación con universalidad del lenguaje poético).
(Manuel Távora Serra, estudiante de segundo de Derecho)