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viernes, 21 de febrero de 2014

La llamada

La llamada

Todos corrieron a experimentar el cielo azul,
pero los cabezos permanecieron
residiéndolos a todos.
Las venerables arrugas
de sus rostros no marcaron
la juventud que hoy
exultante encuentro
en tu ubérrimo contenido
de hombre lleno de agua
como los cabezos,
como los cabezos
sonrío
tan grandes
sus sienes y mi gozo.

hay que leer amor y sentir dolor,
pensar alegría y escribir amor.

y ellos, amorosamente plegados,
duermen ya plácidos
con su frente
al mar y a la brisa.

La luna los ilumina.

Los veo sonreír.

Y me llama.

jueves, 20 de febrero de 2014

Juveniles luces

Juveniles luces
la poesía es, está y se hace sola.

Un día en blanco, de registro
blanco en la dosis de arena
cuyas señales borra el mar,
así.
por-
que
qué
importan,
nadan
los brazos fuertes
y la fe
de una frente
que beso.

Al final
(y al principio),
leer nuestra vida,
porque esa es la memoria.
El presente.

Destilar juvenales
y juveniles luces.

martes, 18 de febrero de 2014

La misma

La misma (a mi cicatriz)

soy una urraca adquirida
en el mercadillo de la alfalfa,
pasean los sombreros
de paja, sólo me visto
de desnuda mies
aunque de azul o negro me pinten,
una brizna de yerba seca
en la arena que conquista dunas
donde entierro mis cuatro ruedas,
las avenidas de asfalto
se hicieron para los caballos
con la herradura en su flanco.
llega la furgoneta como llega
el vendedor de camarones
como llega el domingo alegrando
mis oídos.


Pero nunca me gustaron
sus plurales,
ni la ferretería fue
mi buena compañía,
el hierro cayó sobre mi nariz,
cicatriz tantos años vista
de vieja y estúpida suerte
montada bajo la tienda
o la campaña que averigua
y pesquisa, inocente
ligera y turba y hulla
y miel de tus ojos de
durmiente
antes
alegre
niña.

viernes, 14 de febrero de 2014

Paisaje para un sueño

Paisaje para un sueño

pocos hombres
en aquel tiempo de la rueda
y la desventaja.
Los que nadaron
atusaban la arena
mecida sobre las olas,
es la orilla, se transparenta
el agua bajo sus manos.
Ninguno hubo, apenas, que lograran
hacer brotar el romero, el tomillo,
que también crecía por aquellos parajes,
¡el cantueso!,
tan malva y lila como
los cabezos amarillos
cuando se hacía la noche.
la noche curva como los cabezos,
la noche guinda o fruta
o fruto rojo,
la noche nido de tanto
sueño
caliente
recogido
entre cuatro lonas azules
y mis brazos.
Ese merecido y seguro
abrigo que sólo el amor
procura. la noche,
la noche violeta
y después azul oscura,
la nana del mar,
el cansancio que reposa
extendido a la luz
sobre la frente
abierta.

Porque el mar nunca es de color negro
si el hombre no se alquitrana.
O lo ennegrecen.

miércoles, 12 de febrero de 2014

La sonrisa del cangrejo

La sonrisa del cangrejo

se engullen abisales
cada paso dado cada paso,
cada paso más lejos, cada paso
un solo hacia atrás, hacia atrás

sentencias y gravámenes
en la cota del cuartel
de la senda que llega
a la playa a las rocas
y las horcas
de los cangrejos:
cada paso dado,
un menos cerca
boca aplastada,
una herida más llena.
cada pico cada paso de lado,
cada paso más lejos, un paso
de vuelta en este fallo
de guarda y estorbo
impasible de cuanto desea
la orilla y el cangrejo le quita,
le roba, la imita
cada paso dado
un menos cerca
a su lado, cada nieve desecha
un plomo de lado,
cada paso, cada paso, cada paso
uno hacia atrás la orilla
me ha echado encima
la tonelada de tierra
que me sujeta
en esta torpe entrevista
con las rocas y la arena mojada
que pegajosa e inútil
soporta el peso
de tanta mole engolada
giran los cabezos
su curva se asoman
al circo revuelto
de mi está-día

con mis pinzas y un inequívoco
gesto de curioso abandono
el cangrejo me sonríe
con sus patas aviesas,

nada podía decirme
nada podía decirme
nada podía decirme.

domingo, 2 de febrero de 2014

A la sombra del cañizo

A la sombra del cañizo
Me ha cegado la ilusión de verte vivo

Despampanante como un brillo
de cristales en la ladera
litoral de los cabezos amarillos
donde la antena de los cohetes
allá tras los pinos verdes,
los pinos, siempre los pinos
verdes y turgentes como nubes
de floresta oliendo a resina
también verde.
allá se te vio brillar.

Después supe del campo
de experimentación antitecnológica.
Construían transistores
cada vez más pequeños,
cientos por miles
las agujas de los pinos
caen tejiendo la alfombra
que endurecía la blanca
arena de los caminos
por millares de granos
cuadrados y perdidos
de sí como tú,
procesionaria de mi embarazo,
quién te ha visto y quién te ve,
general en armas del ejército
de las voces, quién puede creer
que tras de ti avanza pensativo
el perfecto hombre cuadrado
amante de las luces
y algún seguro estío
de sombra:
el cañizo nevado
de desconsuelo
se desvencija
fuera de sitio,
fuera de tiempo.

Y el bar sólo sirve
para beber y para recordar
cómo se pudren las sillas de anea.

jueves, 30 de enero de 2014

Los erizos del revés

Los erizos del revés

en este mundo oscuro
hasta los invitados
pasan hambre.
(Just the wind
like the wine.)


solo el viento como el vino
que enarca las cejas de la vida,
solo el sendero de agua y conchas
que cansino se desliza
entre la raíces quietas
de los matojos abrazados
y los cañaverales abiertos
al sereno de la noche.
sólo el suplente
martiriza los erizos
volviéndolos del revés
sobre sí mismos,
sólo la roca los acoge
en sus cárcavas navajas
consolando sus desconsuelos
al viento como el vino
abriéndolos, al agua
salada. Ella sana
los sinsabores fríos
de cada púa clavada
en el interior de sus mejillas,
de sus gargantas, de sus todo
estómago solo
de carne amarilla
y viva y fe-
haciente.

martes, 28 de enero de 2014

La gema

La gema

un caer en desgracia
como una afilada cuchilla
de guillotina, rueda y saja
la pelvis de tantas pernoctas
al pie de la torre, a la vera
del manantial de la espera.
Los cañaverales rotos y
las enhiestas ingles, una hoz
desbroza el unísono canto,
la mendaz tarea de pescar
en el arroyo con las redes
de altura,
con lo que pesan,
con lo que sufren los brazos
cuando el barco aminora
su paso por mis oídos.

Porque llega la orilla.

Mi cercana aturde un misterio
hecho gema que recojo:
el cristal erosionado
de un culo o un cuello
de botella verde,
la esmeralda que el mar me regala,
la que ni en tíffanys encontraría,
la obra maestra
del Océano.

lunes, 27 de enero de 2014

La fe

La fe

una caña y un asterisco
en la muralla,
y el manantial se abre.


y se abrió
como un reguero
sedimentando
el arco iris en el suelo,
pies para qué os quiero,
se preguntaba la pintora,
yo, alfarera en mi recuerdo
y en la estancia de la caverna,
no necesito colores ni barnices,
son mis manos las que crean
un arco iris a la medida
del hombre en la tierra
amarilla como los cabezos,
mis cabezos, las peinetas
o los arcos de mis iris,
de mis luces.

como un reguero de gozo,
como un reguero de tierra,
el amarillo suspende
mis desvelos y me hace dormir
llena de paz en la curva
de la playa tan gigante
se extiende el sol
por las arenas secas
y calientes, verdadera
huella del mar que me habla
de la vuelta y el regusto
de las olas, que saben
del retorno de todo
lo que al océano llega,
un río, un cuerpo de hombre,
un árbol, unas cenizas, las cañas,
las medusas y los sargazos
ya tapizan de verde y rojo
la orilla antes soñada,
las aguas se hacen vivas
modelando estanques
a la medida, mi medida,
de pequeña. No abarco
un mar tan grande
que desde mis ojos brota
en lágrimas como medusas
muertas. Construyo un jardín
a los pies de los cabezos,
un jardín soldado de amor
a tu pecho de hombre
bautizado como dios
por la torre que me guarda
que me guía como faro
del acervo de la verdad
y del sueño.

No necesito tener fe.
Se me da
por sí
cada día.

domingo, 19 de enero de 2014

La corriola del pozo

La corriola del pozo

¿qué papel el del amor?
el del amor es el de la fuerza,
solo tan sólo
por sí mismo
creado y creador
de todas las cosas
en verdad, en verdad
nos dice que hay que usarlo
para que nuestra vida se haga
indecible es decir
inefable.
O infabulada.
No dicha.
No matada
por tanto
sino viva.

El mal de los sargazos,
el mar de los abrazos,
la santa onomatopeya
que libera blancas
y medias arenas del revés
dispuestas con un sol,
el dado para el suelo,
con un dicho, el dado
para el muerto
de hambre de amor de
no somos nada más
que ese cuerpo de cal
tornasolada con todos
los colores del universo.

Y yo sin ti qué seré
si ni dios llega
a la doble entente
del aire y el fuego
que son la luz, la luz,
la tierra, nosotros
y el agua, el barro.

Con él fabrico los candiles
de carburo hidrogenado,
esos que espantan a los alacranes,
esos que todas las noches
enciendo con una gota de agua.

Siempre el agua,
siempre el amor
el que logra sacarla.

jueves, 16 de enero de 2014

Los cabezos amarillos

(Ahora sí, ya llegan, los anteriores poemas de este conjunto formarán parte de una especie de introito al "lugar". Dejo abajo un par de las múltiples fotografías que el año pasado fui haciendo conforme escribía este poemario. Y más que irán saliendo. Dos tarjetas llenas tengo. Las disparé el 27 de Diciembre de 2012.)

Los cabezos amarillos

De los rizomas aguados
al venerable panorama
de los iris sumergidos
como aflora el manantial
desde la tierra hunde
la llama vertical
del suelo de los cabezos,
las peinetas de la pleamar
azul, el blanco y el amarillo
solicitan un acebuche de sal
como las cañas verdes y dulces,
la arena de mi tierra y mi muralla.

Así fue aquel paisaje
donde me extendí ante tu vida,
o para tu vida.
Aún brotan
los siete colores terrenos,
la luz y el agua se encendieron a tu paso
para que yo recordase ahora.

Llega la lluvia a la playa
como llegaban desde el pueblo blanco
el cuaderno, los lápices, la bombona
de gas butano, los cuentos y sus regalos,
como si de las Indias vinieran,
y como india de tan morena
como la torre que me guardaba.
No tan roca.
No tan alta.
Sí tan rota.
Sí tan permanente-
mente en la orilla.


(los enlaces a las fotografías)
http://fotografia.sofiaserra.com/2013/04/aesculus.html
http://fotografia.sofiaserra.com/2012/12/los-cabezos-amarillos.html

miércoles, 15 de enero de 2014

El lugar

El lugar

evadir a la palabra de su gasto,
anclarla al nivel de las posibilidades.
somatizar verbalmente,
pensar con mis dedos en tus labios.


allí estoy, el verde y el gris
del asfalto es mi plano,
miro mis botas y pienso
en las encinas sobresalen agujas
intermedias hincos
de palo untados de almizcle
venden mi alegría
a todo el que llega
a mis manos dispuestas
a obedecer
el salto desde la valla
ya me subo a la piedra
madre oteo
qué será de mí
sino en ese templado horizonte.
lomas azules sueñan juntas
con mi recreo,
el descanso de un alma
al llegar al humilladero
de la desdicha.

pensativa inútil la paloma
me mira aunque yo no la divise.

es que no ha nacido
para la palabra sino
para unirse
a tu pecho
con el mío.

martes, 7 de enero de 2014

Entereza

Entereza

A medias
no me sueltes
porque estoy
muriendo como
si a mi muerte le importara
que tú o cualquier otro
me sujetase.
El bar, la media copa media
tu postura a medias sentada
sobre medias piernas
tuyas, o sea, tus muslos
tan oferentes como tu boca
entreabierta a la ventana o yo
y la copa de agua
que medio sostenías
con tu alma no me sueltes,
repetía
el espejo sobre la barra
reflejándote corrí
escaleras abajo
hacia el infierno:
la calle tan estrecha
era el mundo sin ti,
las fuentes y las luces,
la noche, la doméstica
poesía de la memoria
de nosotros siempre
a medias.

el amor es entero
porque significa
y dignifica sin nada
que lo medie.

domingo, 5 de enero de 2014

Así comienza "Los cabezos amarillos"


Escribir poesía es intentar que no se desgaste el lenguaje que usamos.
Leerla, un imposible.
Renovar la palabra depende como mínimo de dos.


Aflorar I

callo porque huelo
el hueco para olvidar.

bastando dar se reciben
puñados primeros
pétalos y guardas
de una mujer
joven.
Yo salgo si
tú me besas o me hundo
más bebida tu fragancia
de generosas emanaciones.
Huele a flor y nata
de misterio
bajo tus párpados.

se me escapa la palabra
por los circuitos fluviales
de mi denso estero,
que también ya huele.
A regaliz.

todo es silencio en este mundo
lleno, tan lleno.
La paz y la última palabra
someten su aleteo universal
a tu ademán de reyes,
munífico ente
diurno y taciturno
hoy, mañana
ya veremos.

Aflorar II

me arropo en tres palabras
nadando, buceando, tirando
de tus piernas,
llegar hasta donde tú
no quieras que es el fondo
la pelvis plana de la tierra
pisando fuerte
dar
la patada,
subir
y entonces expulsar
el aire que nos quede hasta
aflorar
al viento del Sur.

Aflorar III

deseo dejar de escribir, quizás, para lograr hablar.

restablecer el equilibrio
hablando tus labios
someramente
escribir un beso
con la punta de mis sienes
sostener la yema viva
de tu mente,
aflorar
a carne viva
esta agonía
que me padece
la palabra.

jueves, 18 de julio de 2013

Un libro mío

Un libro mío

Me llamó primero por el nombre geográfico al que alude su título. Su portada me agradaba sobremanera. Al acercarme al contenido (reseña de la editorial), ya supe que no podía hacer otra cosa más que adquirirlo, así, adquirirlo, hacerlo libro mío, en mis manos, físico, y no cedido o prestado. Mío, como siempre he necesitado los libros.
Ayer lo pedí. Ha tardado un click de mundo. Esta mañana ha llegado.
Al abrirlo al azar ya me ha dado el primer aldabonazo, ¡resulta que soy atea!, y yo sin saberlo, siempre dudando de qué soy. Las reflexiones de Moreno Jurado en torno al ateísmo me han permitido nombrarme, incluirme por fin en algo. Tanto desaguisado hacen los usurpadores, los secuestradores de la palabra, de los conceptos. En el ateísmo también existen integristas, sí señor. Sino que entonces ya no son ateos.
Después lo he fotografiado, cuatro o cinco disparos. Al final el que me llena es el de una toma en horizontal, jamás he hecho una foto de libro en formato horizontal. Debe ser que me recuerda el mar. Debe serLo.
Mientras vuelco y abro los disparos en el ordenador, vuelvo a abrir el libro por donde él diga. “He vuelto a ver a la camarina”, él habla, y continúa especificando dónde: la cuesta de Maneli. Entonces ha sobrevenido el borboteo en mi interior, ese que no me espero, ése que, ante mi mismo asombro, rompe en lágrimas, una emoción de reconquista.
Por la cuesta de Maneli se baja a la playa de (mis) Los cabezos amarillos.

Este año está siendo rico de dones y aciertos en nuevos libros, y, quizás, de otros asuntos.


Libro fotografiado: Cuadernos de un poeta en Mazagón. (Divagaciones sobre la arena). José Antonio Moreno Jurado. Baile del sol, 2013.

sábado, 2 de febrero de 2013

Tres eran y son tres tus hermanas





Querido hermano Carlos, como tú aún no habías nacido, ya sabes que llegaste cuando Margarita tenía 10 años y mamá no esperaba tener ningún embarazo más ¡y mucho menos de varón!, porque el médico le dijo que no le "cuajaban", me ha saltado hoy, cumpleaños de tu Elena,  la necesidad poética de dedicarte ese poemario tan especial para mí, Los cabezos amarillos. Así te hago allí en un tiempo sin tiempo y con lugar. Y le enseño a Elena a sus tres hermanas cuando eran casi como sus niñas (bueno, un poquito más crecidas). Feliz cumpleaños, querida Elena.

viernes, 18 de enero de 2013

La des-des-pedida

La des-des-pedida

Las olas renuevan
el aire y la arena.

Muerta el hambre se acabó
la fiesta y la bestia muerto
el hombre dormido
el menor de los males
la arena conquistó la orilla
el mar rindió la retirada
la venganza de las conchas
floreció bajo la antigua espuma.

Y como la Tierra es redonda,
todo retorna a su lugar.
No hay más despedida
que la de la ola,
que se va para poder
volver a volver.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

sábado, 12 de enero de 2013

El poema Es Por

Preguntas en el aire (Mecanismos de defensa I)

Ayer tarde llegué a la conclusión de que no soy poeta. Y tan a gusto me he quedado. Estoy segura de que lo único que soy es una persona. Así de simple y claramente dicho. Soy una persona con mucha necesidad de decir una serie de cosas antes de morirme que en la poesía he encontrado el refugio para hacerlo. El refugio, sí. Porque el mundo ciertamente me aterroriza.

Ya lo expresé en alguna ocasión en este blog. Soy una persona terriblemente miedosa. Cuando pequeña me lo provocaba, el miedo, los espíritus y “esas cosas”. O pensar en la muerte de mis seres queridos, por aquel entonces, mis padres, claro está. Recuerdo una noche, tendría unos 6 o 7 años, en la cama dispuesta para el sueño, mis padres en el salón viendo la tele. En la habitación dormíamos mis dos hermanas y yo, es decir, la posibilidad de miedo por habitar espacios lúgubres y solitarios era nula. Me recuerdo con los ojos cerrados intentando conciliar el sueño con todas mis ganas, es decir, mi esfuerzo, y también cómo todas esas “mis ganas” se volcaban en pensar que mis padres se habían muerto (sólo oía el sonido de la televisión). Así, tan pancha, les endosaba la muerte, lo que en ese momento constituía para mí lo peor que podría pasarme en la vida, el suceso que más podría aterrorizarme, que mis padres murieran. Y eran tales las “mis ganas” por intentar dormirme, que hasta que no “vi” a mis padres mirando hacia el aparato de televisión, cada uno en su sillón respectivo, convertido también cada uno en esqueleto sentado (por aquel entonces yo identificaba la muerte con la imagen de una “canina”) , no me quedé tranquila, es decir, llegar al no poder más para conseguir ya arrancar a llorar rota de dolor, de dolor y de miedo. Claro, que aún en el fragor de la batalla campal entre miedo y dolor me quedaba cordura para, completamente segura de que mis padres me atenderían, decidirme a levantarme. Así que salté de la cama y me encaminé hacia el salón. Cuando me vieron aparecer, llorando desgarradoramente (ni siquiera mi ánimo supo reaccionar ante la alegría de ver que no se habían convertido en esqueletos, he ahí el misterio de mis auténticas “ganas”) y me preguntaron que qué me pasaba, atiné a decirles entre hipidos, lágrimas y mocos que “¡estaba pensando que os habíais muerto!” . Dios mío, cuánto lloré. Mi madre me cogió en brazos y me consoló. Y me quedé con ellos levantada viendo lo que fuera que estuvieran viendo, ya con la alegría en el cuerpo de saber que mis padres estaban vivos y yo con ellos pudiendo disfrutarlos. No se me habían ido.

Tengo decenas de recuerdos sobre escenas relacionadas con mis terrores que hoy llaman nocturnos. Señalo esto último porque tengo noción de algún episodio muy-muy diurno, aunque es cierto que el 90% de las veces sucedían de noche. Normalmente todos acababan con mi madre, o una de mis hermanas, ambas más pequeñas que yo, y que dormían exactamente a medio metro en su litera, metidas conmigo en mi cama hasta que yo conciliaba el sueño. Y en el primer supuesto con un portazo de mi padre en la puerta de la casa. No puedo contener la carcajada. Pobrecito mío, qué de veces tuve que aguarle “la fiesta”.

El caso es que eran episodios muy sinceros. No me los inventaba por conseguir esto o aquello. Pasaba verdaderos dolor y miedo.

Jamás la llegada del sueño ha resultado un acto fácil para este organismo. Ni cuando disponía de todos los años de vida por delante. Con meses me recuerdo gateando por la cama de mis padres una tarde cualquiera, hora de la siesta, mi madre intentando descansar un poco ya que yo apenas la dejaba dormir por la noche, llegar hasta su rostro que visualizo claramente con los ojos cerrados y, con mi manita, y mis dedos, abrirle los párpados. Porque no me gustaba verla con los ojos cerrados.
Abrírselos y ver el verde de sus pupilas aunque se quejara. El caso es que ya podía yo oírla VIVA.
Abrir los ojos de mi madre.
Abrir los ojos de los demás.
Puro miedo al contemplarlos cerrados.
No, no tienen que ver mis terrores nocturnos con el acto de mi primera audición verbal, la palabra terremoto. NO. Tiene que ver con el hecho de la no audición de la voz de los demás y la no visión de sus pupilas.

Ahora dudo de la afirmación (o la negación) con la que comencé este escrito. ¿No soy poeta o quizás niego ser poeta por puro miedo? ¿O soy poeta por puro miedo o por miedosa soy poeta, o mejor dicho, escribo poesía para decir lo que necesito decir, o hacer lo que siento es mi deber hacer y resulta que entonces no soy poeta sino simplemente una persona con miedo que ha encontrado en la escritura de la poesía el camino, ya que amante del arte y de la lectura sí sé que soy, para decir a la vez que me velo ante el mundo a través de la metáfora? Intento abrir los ojos de los demás por puro miedo que siento al verlos cerrados y al no oírlos decir, y entonces me abalanzo sobre sus cabezas  hasta que con mis manitas, ya algo arrugadas, pero aún manitas por tamaño, creo que abro los ojos con mis poemas, o con mis fotos, o los provoco a hablar, a decir, a pensar, a vivir... Para poder oírlos y ver sus pupilas. Para poder sentir que están vivos.

Que no estoy sola en este mundo. Que no se "me" han muerto todos.

Miedo a la soledad… ¡Pero si resulta que estoy cansada de oír cómo todos los poetas necesitan hasta con ansia la soledad y hasta yo misma también la deseo en mil ocasiones y desde siempre he buscado ese aislamiento para poder leer o escribir, y hasta para poder vivir! Miedo a la soledad, miedo al mundo, miedo a verlo dormido, dolor y pena al imaginarlo/verlo muerto… Miedo y dolor. Miedo y pena ante el hecho de sentirme sola. De verme sola.
¿Es esa la causa de que yo me haya decidido a meterme de lleno en la escritura de la poesía?
¿Se es por eso poeta?
No me considero con oficio de nada. El hecho de poseer un oficio implica el desarrollo de una estrategia con el fin de obtener equis producto deseado o pensado. Y yo no escribo con estrategia.
Aunque sí estoy segura de que soy una persona con mucho miedo. Miedo y pena completamente sinceros, cuando soy una persona risueña y alegre.
Persona risueña y alegre con mucho miedo y pena.
Eso es lo que soy. No lo de “poeta”.

¿O será que el instinto contra el miedo, esa emoción la más básica y primitiva del hombre y su respectivo mecanismo de defensa constituyen los resortes para el oficio de poeta? ¿A qué hablar entonces de la valentía del poeta? O, ¿acaso valentía no significa enfrentarse al miedo hasta poder hacer desaparecer, o al menos creerlo así, su causa?

Escribir poesía es dudar. (Pero el poema Es Por certeza de sí mismo.)

viernes, 11 de enero de 2013

IS-La

IS-La

voy a hacerte mucho mar,
mucho mar acer
o blando
y dúctil
para
tras
la
darte
a Horai.
Horai, la de la luz blanca.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

jueves, 10 de enero de 2013

Caminante en blanco y negro

Caminante en blanco y negro

Por el camino seco cercado
de cañaverales, hierbabuena
y aulagas con sus pinchos
marciales de fila en fila
entretejidos con andrajos ajenos
a la esperanza,
va suspirando el caminante
olvidado de cuanto
de sí
desprende por el reguero
de su ocaso:
ya se te funden suelas
con la arena mojada,
ya se te orillan las manos
en la corteza de los pinos,
ya huelen tus ojos el continente
marino especiado
con las dos células de tu espacio:
la negra
para abrirte el iris
con los siete colores,
la blanca
para cerrarte el arco
con el solo: el de la luz.
O tú.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)
 
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El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.