Ser-afín
(a mi madre y una buganvilla)
Serás el beso asomado al aire
del vespertino azul. Yo, la mejilla
que lo sostiene soñolienta
en el vaivén de la vigilia
sobre estas dobles manos, estas pequeñas flores…
…Y qué decir del aliento expelido
por tus rosadas branquias…
Abarataré mi canto para que el perfil de la memoria
pueda lucir prendido en tu cabello el clavel de abril
—ay, mi noche persa sobre ríos de plata—,
y junto a la rosa del encuentro, la zapadora,
profanaré las tumbas de la estirpe
que, contiguas a la feraz fuente,
impidieron a las buganvillas bramar
la verdad atronadora con sus brácteas.
Ellas, las jardineras engalanadas
con frazadas de papel de seda
durando sus breves cinturas,
las de los profundos escotes,
herméticos y oscuros balcones
abiertos al pretil del aire,
desde donde se asoma, tímida,
la flor blanca, la bella inmaculada,
la que no tiene nombre.
Sofía Serra