Las
chumberas (En tierra extraña. Tango)
Celeste
destino de siemprevivas
adolescentes
el que se abate
sobre
las pencas del escudo arbolado.
Antaño
abogué por su poda,
por
su infrecuente fertilidad
de
almanaque sin veces
ni
días en rojo de festivo descanso,
luz
de sus espinas vejaba la tersa placidez
sobre
sus pieles nacaradas como el sol de agosto,
la
luminiscente aura vestida como fruto almado
de
semillas vivificantes como dulzores de senectud
como
las abuelas del campo,
de
tanto vivir repelían los ojos avizores
de
tanto extraño viento
de
levante, levantaban sus lábaros
de
acolchadas flores sobre el pétreo horizonte
de
vencidos cercados,
casi
juncias ágiles y legiones leves ellas
acariciaban
la dorada niebla de polvo
de
un otoño perseguido, necesitado.
Hoy
adelgazan sus gibas
como
muchachas extraviadas
en
el bosque húmedo de la vida
sin
patria, ácratas ancladas
a
la residencia en tierra
mis
muchachas con tapados de armiño
tiritan
sonrientes, mayores
logran
sobrevivir
sin
que nadie las corteje
a
pesar del cálido suelo
adonde
las exiliaron,
mas
ya viejas aman más por más
enclaustradas
entre cuidados
ajenos
de insectos granjeros
que
acicalan sus arrugadas ubres
de
madres creadoras:
Son
tiernas criaturas
que
ya parieron gozosa progenie,
que
ya se seca.
Tanto
amor repartido
y
nada de vuelta exigen
salvo
la atención de mis ojos
y
mi canto sobre su resistencia
ante
tanta alimaña de sangre.
Las
avaras púas atesoran
los
dedos de tantas manos
amables
que erraron su juicio
de
confinada suerte, la de envejecer
siendo
dúctiles y lentas
como
la anciana que camina
apoyada
en el andador
columna
de todas las ausencias.
Y
un pasillo abren mis chumberas
ante
la presencia de tanto esfuerzo
asolante,
solas construyen
el
gélido arco triunfal del laurel
sobre
el desamor, el ostracismo
vestido
de fiesta para el baile
de
la devastación necesaria,
la
de la injusticia.
Marchamo
benéfico de mis chumberas
que
gozan los churumbeles del cielo,
son
estos ancianos valientes
niños
recién nacidos
al
regazo de otra vida sin muerte
ni
abandono de tierra extraña
ni
de hijos.
(Sofía Serra. Octubre, 2020)
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