reía
solicitando venias y contras,
tan desdichado soñó
con su silueta agujereada
por las balas de sus luces.
Conminó, a quién sino a mí, y yo le seguí,
pervirtió el azar denostando
el lúbrico frenesí de toda carcajada caliente,
ingrávida y entrañada.
Esta indulgente y lamentable agonía
me permite despojarme
de toda suerte reglada de avatares o
absurdas decisiones en la cúspide del hombre
del maltrato y su nomenclátor soliviantando al eco,
a los desdichos de la alambrada,
a la somatización y la química
gruesa de las golondrinas
que ya se fueron gobernadas por otros afanes,
los necesarios,
las penitencias plenarias,
las hábiles transformaciones de las plumas
en vasallaje alado químicamente obtenido
en las vasijas de barro de las aguas, de las piernas
sin muletas, clavellinas entramadas
coronando ciertas testas,
… tantas testas…
… tantas tetas altas,
tanta pechuga alzada,
tanta ave a la cazuela,
y, por el contrario,
tanto pollo indultado en el gallinero.
Seré gallina sólo hasta que amanezca.
Entonces, despertaré el aire
con mi eco regurgitante.
La salvedad penetrará en cada oído
blanco y pudiera ser que en este día
yo ya muera.
(Sofía Serra)
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