A veces la sustancia herida
me reclama como hija suya,
como hija del tiempo escindido
de aquellas manos otrora generosas,
la veracidad y la similitud
de tu endiosado plano que curva
los troncos de los árboles
permanentemente hacia el viento,
contra el mar. Los pinos dramatizan
el desconsuelo de las dunas
y mis manos, también en el otro tiempo
generosas, acarician el horizonte
de esa playa, herido
seco y decente, o sea, justo,
como las dunas y los árboles lejanos,
que son los que lloran.
Mendigué abatida por el viento de levante,
mas ellos siempre colmaron mis manos
con los tesoros de sus lágrimas.
Tan verdes son, madre, tan verdes…
Al fin cama-leona fui, madre.
Tan verde, madre,
tan verde.
Sofía Serra, 7 de julio de 2011
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Hermosos y sentidos versos, gracias Sofía, por el regalo.
ResponderEliminarAbrazo