lunes, 11 de junio de 2012

Una tremenda decepción de libro

No he podido quedarme para el "después". No he querido quedarme. No quería que me viera la cara. No quería vérsela. No habría sabido mentirle. Él habría sabido TODO nada más preguntarme.

Decepción absoluta.

Una obra del año 2012 que pretende ofrecer una recuperación visual de un patrimonio artístico no puede presentar esas imágenes, esos fotomontajes. No dudo ni por asomo de la labor de investigación, incuestionable a estas alturas de su vida de estudio. Es tal vez eso lo que más me deprime. ¿Por qué lo ha hecho, por qué lo ha consentido?, ¿no estará él harto de ver lo que se puede hacer hoy en día con las imágenes  y con la fotografía? Tanto nombrar al Photoshop cuando el resultado presentado recordaba más a los antiguos collages que nos mandaban hacer en el colegio sobre cartulinas de colores para celebrar pongamos por caso el día del Domund.

Cortar y pegar, copiar y pegar, el mal de nuestros días.
¿Nadie observa la luz?, ¿es que no se sabe que lo que vemos no es lo que vemos en concreto sino todo lo que lo rodea también?
¿De qué sirve analizar la obra de Leonardo si luego no se saben aplicar las leyes de la perspectiva? ¿Para qué tanto experto en psicología visual si se es incapaz de prever que un patrón que se repita es rápidamente detectado por la mirada humana?
¿Cómo se ha podido cometer tanto pecado de torpeza, de falta de sensibilidad, de mal gusto, tantísimo pecado de falta de asimilación perceptiva? Tanta anaturalidad.

Tú mismo lo has dicho. Esos pinturas hoy aisladas en cualquier museo del mundo pierden todo su contexto. No pueden ser apreciados ni valorados en  toda su grandeza, en su carga emotiva, en sus  connotaciones, ni siquiera en su capacidad técnica.

Y ahora, teniendo la oportunidad de "traerlos" para nuestros ojos contemporáneos a su contexto de origen, se comete la barbaridad de dejarlo en manos de alguien incompetente, casi reverencialmente incompetente para esa labor, profundamente incompetente.

Porque, efectivamente, como todo el mundo sabe, ser historiador del Arte, no implica saber hacerlo, el Arte. Pero al menos sí da para saber lo que nunca debe ser hecho,  o cometido.

Una pena.

No te nombro porque no tengo prueba documental más que en mis retinas. Ya me resultaba esforzado gastarme los 45 euros en ti, pero iba dispuesta a ello. Te imaginaba, te visualizaba íntegramente como una joya. Cuando he podido medio atisbarte me he negado a que ocupes lugar en mis estanterías.

Una vergüenza.
Una tristeza enorme.
 
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