martes, 26 de enero de 2010

Calzas para un orden


Título de la fotografía: Zapatos rojos


Zapatos rojos

¿Qué delirante poema renace sobre tus mejillas?/
No quiero ser aguafiestas, nunca./
El agua me traspasa, la juventud me reclama y no soy leña amontonada en la penumbra del helero, asomo gris en la tiniebla./
Es sólo que la irrealidad se impone a veces. Puede más que una palabra,/
que el beso, e incluso la sonrisa o las lágrimas./
Un zapato rojo se extravía sobre los adoquines,/
dos zapatos rojos sobran ante el semejante./
Proust aprieta pero no ahoga,/
la irrealidad se desescombra sobre las sancionados abismos/
horadados a fuer de endogamia:/
los señoríos, las señorías./
Los antifaces./
El anti-faz,
el negativo de los rostros des-ojados./
Los timbales sobre los que tamborilea el brillo/
de nuestra mirada, y tú, y yo, ya convencidos preguntamos enjaezados/
a lomos de la estirpe, a horcajadas sobre el abismo./
Mundos virtuales. Siempre hipócrita calma./
Pereza./
...Y los zapatos rojos./

No quiero ser aguafiestas,/
pero aquí no se establece nada./
Si lo deseamos, se aposenta y hasta se habita, incluso se fundamenta,/
pero no sin tierra, no sin agua. Ni sin adoquines o mis zapatos rojos./

¿Qué hacen los que no saben cantar?/
Sólo digerir o gritar sobre la faz del interpuesto,/
Pelotear sobre sus propios pulmones, o zapatos rojos,/
para que no los asfixie (¡qué no, por dios!, ¡qué no, te lo ruego!)/
la roca desorbitada por las regurgitaciones de los morosos,/
los parcos, los olvidos del tú,/
los recurrentes sobre la ocurrencia que arrastra
a la inmundicia de la incomprensión/
hasta al corazón más puro./
Zapatos rojos./
Corazones rojos./

¿Cómo olvidar a los que no cantaron?/
¿Cómo no intentar habitar en sus bocas, altavoz fundido a su caverna,/
mascarón de proa sobre la reserva que los hizo permanecer coléricos, sin cantos?/
Abastecer hasta en los muertos,/
colmar el hueco sellado hasta moldear a la paloma,/
la alada suerte, la blanca metáfora alzada desde la tierra,/
desde su yo hasta el más nosotros./
Hacer pervivir lo que no obtuvo ni vuelo ni memoria, /
ultrasonar un cántico que traspase los límites del tiempo y renazca en el pasado,/
reivindicar los sordos bramidos de los que se fueron sin apenas dormida,/
sin gloriosa voz, sólo porque el orbe los confió a las afueras./
Fuera de sitio,/
fuera de tierra,/
fuera de todo./
Como a los zapatos rojos./


Sofía Serra, Enero 2010

(Este poema contiene un "post-scriptum". Si se desea leer picar aquí)

sábado, 23 de enero de 2010

Estroboscopía



Título de la fotografía: La sombra y su paloma

(Picar aquí sobre estroboscopio)


La paloma y su sombra

Como la paloma que va y viene, a mí y a la fuente,/
así me sostengo sobre el abismo de este cauce perdurable, tan inclemente, tan nutriente de designios, cifras, contenidos, avisos y mutaciones.../
Tan alambicado en sí mismo, en su propio sino de nido de estirpe, de historia sin lugar, de un jamás soñado y construido/
al paso de la corriente que ya no sólo atisbo,/
sometiendo mis muslos a los embates del agua cristalina,/
andando de puntillas sobre el lecho de limo del océano./
Mar verde, agua pura y límpida fuente de sales para el abono/
de mis lágrimas, que, oh, grandiosas, convirtieron a mis ojos en manantiales de mares./


Como la paloma que va y vuelve, de la fuente a su estera,/
de la estera a su muerte y a la fuente de nuevo,/
de nuevo a la fuente, miríada de miradas conformando crisol del agua./

Y de pronto la esfera se detiene./
Y de pronto el vacío atómico adquiere nombre,/
y dos brazos se engarzan, y dos mundos se funden conformando órbitas supeditadas, gravitacionales y correspondientes./

Alba de este combate, pernocta, gime y urge,/
que las huellas sólo conforman deshechas sombras./

Y ya la paloma bebe,/
y ya la paloma sueña tranquila, /
ya la fuente vive plena,/
y ya mis oídos se abren al verano de esta benéfica simiente./
La luz, el canto y el agua,/
y ya el murmullo de las olas como sonora propuesta del lugar por vivir,/
por nacer desde mí, que Universo soy./
Ya no en tierra de nadie, ya en la mía propia./
ya sola no. Ya, no sólo paloma./

Sofía Serra, Enero 2010

lunes, 18 de enero de 2010

Sin lugar




Poeta de noche

Andas cansada como la lluvia de lesa vida,/
sombra veraz de la intrépida parra virgen que en el estío soportó la sed./
Diluvio hostil, verbigracia obtenida tras el desamparo/
del gentil recuerdo de tu nombre, malvafía./
Quimera ostentosa en la vanagloria del ayer derrumbado, porque,/
¿acaso no sometes tu verbo incendiario al espeso velo/
de la egoísta sabiduría?/
¿Qué más decir que lo que tú ya sabes, sordas hojas, como las hojas/
secas del otoño desmesurado de los eternos circunloquios sobre las penas, las costumbres...?/
Mi descanso, mi eterno renombre, mi cierta incertidumbre,/
que ya me acodo sobre estos pechos para pernoctar sobre, al menos,/
la ingenua curva del anhelado sueño gozoso./
Ya sucede al río la blanca noche,/
ya se alimenta el mar con lo que hacemos,/
madreperlas enquistadas sobre la que, abonada, emerge la joya./
Más tú, más yo, aún sin amarnos, sin siquiera entreverarnos,/
convencemos al vacío de su no-existencia./

Y se renueva en el porvenir sonoro la suplicante juventud de la tierra virgen,/
tierra madre, sospecha inhábil de que tu gozosa tarea/
sólo subsiste cuando todos duermen, hasta el sol, clavado al ente anterior a nuestras espaldas./

Si de mí partiera, como plaza con fuente, la calle en/
los cotiledones del Jano eternizado.../

¡Que alguien se levante,/
que alguien mueva el aire y hasta ice el estandarte!/
¿Cómo ser yo la que me clave en la pica/
y me engarce como veleta sobre la casa que soy yo misma?/

Labrar entre de serpientes de cascabel/
para lograr extraer el crisol del anido de la estirpe./
Resignarme a ser mordida, envenenarme y sangrar para,/
alzando mis manos como recolectora, ofrecer/
la trufa prodigiosa , el crisol de nuestra fragua, la unicélula,/
que, después, mortalmente herida, podré resucitar porque de su llaga blanca fluye el manantial salubre,/
los antídotos contra la cadaverina del semen vivífico./

...Pero doler, tendré que doler./
De nuevo./

Sólo desde este lugar es posible el con-voco./
Llamar sobre lo que nadie dice pero a todos nos hace,/
depurar la rosa roja escondida entre las anémonas,/
las perlas sulfúricas, bajo el acantilado./
Nombrar para desteñir y versificar sobre/
las olas para que tú, tú y tú, encontremos/
el líquido vital emergente del canal azulado de las mareas nocturnas/
de la luna nueva./
Construir un submundo por venir,/
generar, combatir al crisantemo y a la ortiga, amándolas, tornándolas colaboradoras de la tarea alegre y feliz que a todos recobra./
Yo no soy altavoz para sordos./
Yo, que he llegado, no tengo por qué estar sola./
Tú, que ni anidas ni poetizas, sólo extiéndete sobre el mar salubre,/
y gime hasta el adviento/
de la siguiente ola golpeada y derramada,/
que sobre el nivel te convocará hacia donde tú ya no duermes./

Sofía Serra, 2009 (Del bestiario de los inocentes)

miércoles, 13 de enero de 2010

Poema a oscuras

Título de la fotografía: Paraje nevado
(Autor del disparo Carlos M. Serra Giráldez)


Poema a oscuras

No ya más sin el vivir que de ti emerge, penumbra de estío, curandera del olvido,/
quejigo amilanado que en la gruta de la nieve estira sus raíces lentas y fuertes,/
luchando, luchando:/
aterciopelando las húmedas arcillas, moldeando subsuelos de tierra blanda y pura,/
blandiendo las espadas afiladas de quebrados aconteceres, gimiendo a tiempo:/
al son, al son/
del torpe denuedo, de la grávida y lenta menoscaba,/
de la imperiosa batalla sobre las arenas que bordean a la fuente:/
bebiendo, bebiendo, llenando pulmones que se durmieron clamando,/
llorando, manando molde sobre molde de la lágrima siguiente:/
reniegos, tan sólo reniegos de líquidos veneros que combaten la dura cumbre de la suerte./
Sin oreo./
Sin aire en mi tierra, mi tierra, el secreto a voces de mi tumba abierta:/
Que yo ya muero, que yo ya me muero perteneciendo a esta sombra inútil de belleza sin par, de cristalina fuente./
Que yo ya sin ti no soy más que un asomo de duda,/
apenas remedo de la estrella combativa aprisionada en este lecho tan frío de la muerte./
Y las deseo plenas./
A la duda y a la tierra./
... La tierra, la tierra, qué sola se queda ella con la nieve./
...Sin verte, sin verte, sin poder verte más que en el hálito cohibido del acaso del sol sobre la sombra de la nube./
Tras el frío y desangelante orgasmo de la soberbia./

...Y la sombra, la sombra, se queda tan sola mi pobre sombra... ¡oh, sí, sola!/
Sola, no más que sola. Apenas mente, olvido apenas,/
a duras penas ya muerte sin cuerpo que la eleve al cálido cielo de la luz azul celeste./

Sofía Serra, Enero 2010

martes, 12 de enero de 2010

Despueble (poema sin fotografía)

Despueble

Hoy no es buen día para nada, el despueble,/
salvo para batirnos en retirada, el despueble./
Batirme con mi propia muerte, el silencio y la demanda del entramado asomado a esa guitarra sin cuerdas./
La fuente seca, la flor agostada, el perfume roto./
El frasco, no. El perfume./
El despueble./
El frío de tu rostro pétreo./
Un inocente./

Inocentes somos tú y yo que como aves con asentadero provisional proveemos de melodioso cantos de amanecida al lúgubre páramo en el que las soledades auto inhibidas logran hasta exiliar a las hormigas bajo las tumbas./
Inocentes términos sobre los que levantamos catedrales de refugio etéreo para almas venidas a menos,/
serigrafiadas por las planchas de las obtusas cremalleras, de ida,/
de tan sólo un batiente,/
el que cercena el asomo espléndido de nuestros pechos para el amamanto completo./
Inocentes las bestias que nos acompañan como cálidas estaciones que acogen aquellos sueños como evanescencias de los más amables reclamos/
del sol, el agua y la tierra,/
naturaleza para el hombre llegado a más./
Inocente perjuicio de razonabilidad entretejida entre los cantos de utopía, doméstica utopía que abreva en la sonrisa de futuro de/
tal vez la niña, tal vez la anciana, ante el encuentro insoslayable con la luz diurna/
y el polvo suministrado por el rayo de sol que ilumina esta estancia,/
tan acogedora, tan nuestra, tan inocente.../

¿Por qué tardáis tanto?/
¿Por qué vuestro paso ralentizáis?/
¿No veis que estoy escribiendo el libro de la suerte?/
A ella no hay que nombrarla, sólo se viste de palabra, disfraz obtuso de muerte y razón de ser./
Su heredad amanece en tus ojos/
y a veces en tus manos, pero termina por transcribirse tan sólo en el acopio insaciable de la inmensa oquedad./
Barca varada, laguna seca, tiempo ya muerto./
Mi compañero./

Allá, depende de dónde te sitúes, verás avanzar la tiniebla o el paso de las manos hacia tu centro./
Pero ¿quién te sujeta allá?/

Oye. Sí, tú./
Te escucho. Habla. Así.../
ahora estás./
¿Sabes?: sí, tus ojos desvirgan ahora cada palabra./
Penétralas, más sé delicado, por dios, que la carne viva las hace/
tuyas, y dime, por favor,/
¿te gusta la caricia?/

jueves, 7 de enero de 2010

Reyes y otros imperdibles

Título de la fotografía: El paraíso imperdible


Inocente: Libre de culpa...más algunas de todos conocidas y 6. Fig. y fam. Ignorante, que no conoce.
Ingenuo: Del latín ingenuo, candoroso, sin doblez. 2. desus. Der. Que nació libre y no ha perdido su libertad.

Tantas veces consultado el diccionario y nunca había querido hacerlo en torno al vocablo ingenuo. Ahora, de alguna forma veo que no me equivoqué al convertirlo, inesperadamente, en base ontológica de mi autonombramiento como poeta (suena horriblemente transcendental, pero a ver, así son las cosas, ver aquí). Bendita sea la poesía que nos lleva al encuentro con lo verdadero sin nosotros preverlo siquiera. Ella, sólo ella. Las bocas de donde emerge conforman únicamente su altavoz, su forma de hacerse inmanente ante esta realidad, des-inocente que todos habitamos y construimos.

"Día de reyes" en este país ayer. Seres inocentes se prepararon para ver colmados sus deseos. Recuerdo cuando una amiga “me abrió” los ojos. Las dos, caminando hacia el colegio por la calle Sor Ángela de la cruz, siete años, calculo. Para colmo mi amiga se llamaba Ana Reyes, y para colmo de casualidades habíamos dejado atrás una estatua que en la esquina de la misma calle con la otra llamada Imagen (¿otra casualidad?) se levanta como homenaje a esa querida monja sevillana. Siendo más pequeña aún, en la zona de la calle situada justo enfrente hacia donde se asoma el pequeño jardín que la rodea, solía yo ver la cabalgata de los reyes magos acompañada, imagino, porque no consigo recordarlo, de mis padres y abuelos. Pero sí no se me olvida algo. Una imagen-recuerdo, un engrama tal vez, una fotografía “disparada” por un ser de dos o tres años , revelada y hasta titulada, aunque no hubiera cogido aún una cámara en la vida. Desde ese lugar, topos, y ante la vista de algo que se me asemejaba a una supuesta “virgen” en la iconografía cristiana, siempre desde entonces quedó identificada para mí esa estatua de la monjita como “la estatua de La virgen de los reyes” (para el no sevillano debo aclarar que la Virgen de los reyes, “la otra”, la talla fernandina, es radicalmente distinta en fisonomía y activos iconográficos. Sedente, vestida y madre, es decir, con niño en brazos), por, evidente, asimilación de vocablos (Reyes : del nombre de la virgen sevillana. Reyes: del nombre de “los reyes magos”)

El caso es que recuerdo la insistencia de mi amiga para convencerme de algo que supuestamente podría desbaratar mi inocencia. ¡Qué sí, Sofía, que yo te lo digo, que los reyes son los padres! Hasta que me harté, o hasta que pude armar mi respuesta, quién sabe, y le contesté: pero Ana Reyes, ¿tú estás loca?, ¿cómo van a ser los reyes los padres?, porque ¿no comprendes que los padres no tienen tantísimo dinero?, ¡¿qué jamás por mucho que quisieran podrían gastarse tanto dinero en los juguetes?!

Y ahí me quedé, ya no recuerdo más. Ni horrible ni malo, ningún trauma ni desilusión. Después, como era la mayor, ayudaba mis padres a disponer sobre la mesa y sobre los sillones de mimbre los juguetes que a la mañana siguiente nos iluminarían las caritas. Sí recuerdo que cuando iban a colocar lo que a mí me correspondía, me echaban fuera de la habitación, así que, de alguna forma, sabiendo yo lo que a cada una de mis hermanas le habían comprado, mi ilusión seguía siendo la misma, o mayor aún, si cabe, pues en la pre-visión de lo que mis padres hubieran elegido como regalo para la mayor, es decir, yo, podría, aun sin pretenderlo, ir adquiriendo datos sobre lo que tal vez iba necesitando por mi edad, o tal vez, iban esperando ellos de mí, y ese mismo conocimiento me suministraba datos sobre mis queridos seres que eran mis padres. Es lo de menos, o lo “de más”, porque todos nos va haciendo, pero sí recuerdo que nunca viví aquello como ninguna desilusión o trauma en la vida.

Mi estrategia racional de niña para intentar anular la muerte de lo que se entiende por aquella ilusión, es decir, el conocimiento de que los reyes magos no existen como tales , me permitió sustituir a la ilusión perdida por la ilusión de “saber” que eran mis propios padres los que se molestaban en regalarnos los juguetes, con lo cual, mi cariño y admiración por ellos aumentó, además de la consabida fuente de salud emocional que consiste en tener “datos” o más “pruebas” sobre el hecho de sentirse queridos.
Más aún, y valga como mera anécdota, me sirvió posteriormente para alimentar algún año más a la infantil ilusión de mi hijo, con notable éxito, por otro lado.

Hoy sé que sólo hay un camino tras la desaparición de la inocencia, es decir, de la adquisición del conocimiento. Éste es: seguir permaneciendo fieles a lo que somos en esencia, y si lo que somos resulta que se conoce por “humanos”, es decir seres con autoconsciencia, con visión de futuro, de vida por hacer, de conocimientos por adquirir y hasta enseñar, sólo existe algo que nos pueda hacer merecedores de tales privilegios. El esfuerzo, la voluntad en querer seguir siéndolo, poniendo para ello todos nuestras posibilidades, nuestra capacidad racional, nuestra capacidad emocional, en definitiva, nuestra inteligencia, que es la que nos lleva al gusto por conocer, para, aun sabiendo, lograr permanecer siempre en ese cuasi místérico umbral del conocimiento, por mucho que lo hayamos traspasado. Siendo ingenuos, libres, accesibles al agua y merecedores de ella, de nuestra propia labor de humanos, para que nunca nos coja desprovistos “la muerte de nada”, pues aunque la conozcamos, y por ello mismo, podemos ser capaces de hacer emerger flores de las tumbas de la inocencia, que ellas no son más que posibles jardines para el “crescendo” del ser humano.

La fotografía, una glorieta del Parque de Maria Luisa de Sevilla, con su fuente, que me servirá de ilustración para la portada de mi último poemario recién dado por corregido.

 
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