Hoy no es buen día para nada, el despueble,/
salvo para batirnos en retirada, el despueble./
Batirme con mi propia muerte, el silencio y la demanda del entramado asomado a esa guitarra sin cuerdas./
La fuente seca, la flor agostada, el perfume roto./
El frasco, no. El perfume./
El despueble./
El frío de tu rostro pétreo./
Un inocente./
Inocentes somos tú y yo que como aves con asentadero provisional proveemos de melodioso cantos de amanecida al lúgubre páramo en el que las soledades auto inhibidas logran hasta exiliar a las hormigas bajo las tumbas./
Inocentes términos sobre los que levantamos catedrales de refugio etéreo para almas venidas a menos,/
serigrafiadas por las planchas de las obtusas cremalleras, de ida,/
de tan sólo un batiente,/
el que cercena el asomo espléndido de nuestros pechos para el amamanto completo./
Inocentes las bestias que nos acompañan como cálidas estaciones que acogen aquellos sueños como evanescencias de los más amables reclamos/
del sol, el agua y la tierra,/
naturaleza para el hombre llegado a más./
Inocente perjuicio de razonabilidad entretejida entre los cantos de utopía, doméstica utopía que abreva en la sonrisa de futuro de/
tal vez la niña, tal vez la anciana, ante el encuentro insoslayable con la luz diurna/
y el polvo suministrado por el rayo de sol que ilumina esta estancia,/
tan acogedora, tan nuestra, tan inocente.../
¿Por qué tardáis tanto?/
¿Por qué vuestro paso ralentizáis?/
¿No veis que estoy escribiendo el libro de la suerte?/
A ella no hay que nombrarla, sólo se viste de palabra, disfraz obtuso de muerte y razón de ser./
Su heredad amanece en tus ojos/
y a veces en tus manos, pero termina por transcribirse tan sólo en el acopio insaciable de la inmensa oquedad./
Barca varada, laguna seca, tiempo ya muerto./
Mi compañero./
Allá, depende de dónde te sitúes, verás avanzar la tiniebla o el paso de las manos hacia tu centro./
Pero ¿quién te sujeta allá?/
Oye. Sí, tú./
Te escucho. Habla. Así.../
ahora estás./
¿Sabes?: sí, tus ojos desvirgan ahora cada palabra./
Penétralas, más sé delicado, por dios, que la carne viva las hace/
tuyas, y dime, por favor,/
¿te gusta la caricia?/
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