miércoles, 3 de julio de 2013

A mi pueblo, a mi desconcierto

A mi pueblo, a mi desconcierto

En este muerto contenido
al que abrazas y consuelas
por deseo de su propia muerte,
en este bello ejemplar de ciervo
ligero y pesado de tantas muelas
y dientes rumiantes,
de tan onerosas alforjas
que no tienen fondo,
que huecas deslizan
el aire que por la boca
les entra y por el culo les sale,
en este muerto y denso
aire de oftalmologías
imposibles pues ni ojos
ni pestañas siquiera te caben
en ese rostro pernero,
en ese rostro carnero,
en ese rostro pétreo
de meseta inasumible,
centinela vestido de colores brillantes,
en esta muerte tuya,
yo te abandono:
Eres un pueblo muerto
sin fantasmas,
un pueblo herido
de su misma muerte,
un cuerpo inerte
exhalando un aroma vivo
de fragancias que nunca
se hunden y siempre preguntas,
siempre preguntas
el porqué y el desconsuelo
de este olor a rosas que entierras
mano sobre mano bajo
tu zócalo de piedra
tumban

la luna, el sol, la paz
de algún refresco asociado
al martilleante fuego arenoso
concupiscente o semioculto
bajo las flores de lavanda
visitadas por la mariposa
de la col, blanca como las paredes
de mi alquería… ah, qué solaz
que no perdí, soldadito boliviano,
por mucho que dispararas
a sienes, por mucho
que trucaras valles y cordilleras
en busca del corazón palpitante
de la luna grande cuando
se asoma por los andes
de mis luces. Soldado enorme
corazón y las venerables
soledades, los cierzos
en pleno mes de julio y el viento
de suroeste aterrizando
sus mejillas de océano
sobre el páramo agreste
y mesetario:

el desconcierto, la lección
de amor dada, la grata
complacencia de una voz lejana,
las orillas y los pasos serenos
sobre la arena, el agua del mar
dentro de mi frente,
y un “no sé” hasta que la salud
tenga nombre de nuevo
y pierda la enfermedad
el suyo de muerte,
o España.

Extinciones

Extinción de volumen

Se acabó el mundo
en la forzada pausa de verano,
se esfumó la paranoia,
se encontró valiente
la aurora convivió
con la noche y mi noche
se hizo raya en el agua
de un día que no sé
si debe amanecer.
Para qué amarnos si todo acaba
siempre, si todo invita y ciñe
el constante desasosiego, la corona
de laurel seco deshecha
entre los dedos y la mirada…
La mirada
y nada.

Vacío sin límites luego
no hay forma
de llenarlo.


Extinción de tiempo

Al final de estos años
y lentas paciencias poso
mi esperanza en Dios,
en el que no creo.

De un proceso artístico preciso
a la juventud del día que dicta
el cable sin medida del canto
de los vencejos y los mirlos
ya durmientes, ya cansados
de tanto ser oídos por mí.
Ni el paraíso posee nombre
de médula o lavatorio
de esquinas donde apoyarme,
abaratadme, por favor,
dios y hombres,
abaratadme para que pueda
morir lejos de mí, sin carne,
sin espíritu, sin aire de mis días,
sin suelo, sin tierra
donde medirme, sin mente
que me carcoma, sin noche
clavada en el entresuelo
de goma del momento
que no pasa ni sucede.

martes, 2 de julio de 2013

Yellosky

Yellosky

son los sabios visitadores
los mosquitos de esta noche,
la luz amarilla no los aleja
de tu carne. la puntilla en
la nuca me superó en la meta.
Llegó ella antes y yo
me quedé creo que allá
bajo la luz amarilla
del porche mientras
el mundo se hacía.
También perdí la cabeza
y algo de alma bajo la luz
amarilla llegué
al lugar infrecuentado.

lunes, 1 de julio de 2013

Sobre "La exploradora"


La exploradora es un poemario que me está costando sangre lograr organizar. Sé que ella llega, pero tengo que conseguir mostrar cómo lo hizo. Sus huellas aparecen, pero todas enmarañadas en un enorme ovillo. El hilo entra y el hilo sale claramente, pero desenredar el nudo que se hizo está pudiendo con mis nervios.
Paciencia, buena letra y algo de disciplina, algo de la poca que poseo.
Ha llegado la hora de comenzar su índice, así, sin haber llegado al final, índice provisional. Distintos los poemarios, distintos los métodos, aunque siempre escribamos los mismos, tal como siempre hacemos la misma fotografía.
¿Es que puedes ser otro? Con dejar de ser ya es más que suficiente. Éste es el paso que obviamos cuando usamos la plena consciencia. Ésta es la clave. Cuando la exploradora escribió y describió su itinerario, logró dejar de serlo. Dejó de ser exploradora para pasar a ser explorada. El shock. Ahora me toca vislumbrar las huellas de la otra mirada para así poder dejarlas expresas, por activa o por pasiva, en el poemario. Para que éste pueda ser leído por cualquier otro.

De la tribu Pies pequeños (el shock)

De la tribu Pies pequeños (el shock)

Llegado el freno y cierta estación
Estancada entre las arenas blandas,
Tan difícil se hace salir del mar
De la ausencia, de la cinta transportadora
Que me llevaba solitaria y púdica
Ahora ya sin huerto
Y sin pienso luego veo sin
Porvenir ajustado a las suelas
De los zapatos sin a-las,
Clávame, húndeme, sepúltame,
Encrucijada sin rosa ni espin
Illas que romperme
Contra el bordillo de las aceras.
Las aves migran
Plumas a otros suelos,
Otros cuentos de suelos.
El mío encharca el horizonte:
Perfil huele el aire
Buscando la terquedad
Del misterio, encendidas
Mis mandíbulas se aprietan
Contra sí hasta
Que mi oído revienta.

Continúa el tren rodando.
Mis pies calzan ataúdes
blancos.
 
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