martes, 14 de mayo de 2013

Peso vivo mío

Peso vivo mío

Así como
tú no
taladras mis arterias embebidas
en los rizomas esqueléticos
del coral submarino,
yo no
me basto ni para una sola noche,
esta sola noche tan cansada de mí,
tan plagada de este peso y muerto
pecho concentrado de planeta.
Tanto pesa, tanto pesa
la múltiple arcadia
que a todos nos haga felices.
La estratagema de la avispada estela
transformó números en un ejército
prudente y manco.
Bregan otras minúsculas centurias
poseyendo una piel lejana y obstetra
de todas mis huellas con futuro,
que es tuya, la tuya,
esa con la que no sé vestirme.
El cansancio busca reliquias
con las que poder orar,
levantar tal vez aquélla,
una palabra, un sinónimo
de cuerpo sin piel
que brega y piensa
y duele y navega y vive
y no descansa.

Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)

Sólo él

Se nos van, un poco así como la lágrimas que secamos con el puño de la camiseta sujeto a la palma por nuestros dedos. nuestra ropa sirviendo de pañuelo. El amén que pronunciamos en el dolor, la sonrisa de la presencia en un hondo que nos habla y nos consuela sin suelo sobre el que descansar. El amor, quizá, al amor de nuestro propio corazón. Tan volátil en otras ocasiones.
Alegra sufrir por sentir la vida con su derrota. Nuestro rumbo común. Tan sinceros, tan francos, tan iguales. Sin diferencias más que en el lenguaje, que sólo es invento. Y tantas veces invento para nada.
Porque sólo tu latido logra contar el consuelo.
Sólo él.

lunes, 13 de mayo de 2013

Al través

(Tras alguna pequeña introducción, así comienza "La dosis y la desmedida"... Cómo podía imaginar, cómo. Nunca una, siempre Ella.)

Al través

Pequeños signos cantores,
tan mínimos y desfallecidos
como la consigna asediada.

Al terminar, se deduce la escafandra
o la tensión arterial obstaculiza
los privilegios del paso de la sangre
libre por sus regueros de vino:

una prebenda y un pusilánime sentido
del estorbo. La juventud y la luz
sojuzgada por otros destinos,
paradisíacos o no, se sometieron.
Encontrar, más allá, abre los ojos
de burra tiene los ojos, tan grandes
y francos como los de Platero:

la libre calma abierta a toda duda,
la duda piedra perdida
en el río rueda en la quinta
avenida borbotea
orgasmos a toda pleura.
gimientes soldados
quedan a medias hundidos
en el limo aceitoso de la memoria
y en el huérfano descuido
se trabajan lentamente, se horadan,
se inmiscuyen entrambas
superficies por doquier, superficie
fundamentada.

No existirá un solo porvenir
al que asomarse si las juntas
de hielo persisten congeladas.
las barcazas hacen
el tiempo que atravesó
el lago navega rumbo al sol
irrumpido por las olas de la pregunta:
qué mar más bello sino
la eterna de si no somos
nada, no somos bajío,
ni orilla, ni probable respuesta.
Ni cuestión, nos advierte el mirlo
entonando su canto naranja
de fuego derretido en el mar,
la cuestión, comunicar
perdida la derrota.

La quietud en la saliva.
Sí, ¿por qué no?

No te escindí,
una luciérnaga boca
pasea
por el lúcido hilo.
Quieta emprende
quimeras. Queman.
Pueblan.

Irrumpes, verbo claro
—balanceas—,
al través
de un allá
hasta aquí.


Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)

jueves, 9 de mayo de 2013

La sangre de las piedras

La sangre de las piedras

¿de qué estamos hechos sino
de flores y de perlas
o tus labios?
¿de qué sino
de tus conjeturas
en mi cuello caminando
al compás de la curva
prominente
del fresco en la nuca?
que me gusta quedarme.
que me quedo
ya sin habla
como piedra.
Con la sangre palpitando
entre mis micas y mis flores.

Y tu canto.

Sofía Serra (De El muriente)

Vídeo de fotografías sobre "Los parasoles de Afrodita"

Carmen Karin Aldrey ha tenido la generosidad y la delicadeza de prepararme este vídeo con fotografías relacionadas con el poemario Los parasoles de Afrodita. Ya que me resulta imposible hacer exposición física de ellas y económicamente no resulta producente incorporarlas al poemario que, en breve, y si la autoridad, es decir, la economía, no lo impide, saldrá en papel bajo el auspicio de la Editorial Baile del sol, me hace muy feliz poder disponer de esta muestra, que, aparte del cariño con el que sé que está hecho, es un ejemplo del arte de esta mujer, poeta y artista completa.

La pieza musical que suena es para el poemario algo así como ese fondo de microondas que existe en el Universo. Estuvo presente cuando lo escribía y en los dos o tres años, ya no recuerdo bien, que han durado sus correcciones: Las barricadas misteriosas, de François Couperin. Se ha eludido con intención la versión en clavicordio porque no es la que me gusta.
Incorporé la melodía como sonido de llamada en mi teléfono hará un par de meses. Anécdota. Con el cúmulo de anécdotas construimos vidas en rima con el cielo y la tierra: el río sin sombra ni cauce.


Sugiero verlo a pantalla grande señalando previamente en la ruedecita la resolución de nuestro monitor.
 
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