lunes, 29 de octubre de 2012

Fundido en blanco

Fundido en blanco 

estas fechas son perfectas
para desprotegernos, arriar
el duelo e izar la conquista
del suelo, levantar el velo
del luto en nuestros ojos
descubrir
ante nosotros vivos
y colonizar con yerba
la orilla, fundir
en el blanco de la arena 
nuestros pies
mojados, lanzar
la jabalina allá donde
no pisa nadie ni un nadie
siquiera que nos quisiera
a su lado, romper el escudo
en el horizonte vestido de blanco
tan ancho a todos nos hace blanco
de todos y uno y solo nada
ni nadie ha muerto si quedamos
haciendo vida
con lo que nos queda
de vida
en blanco.

Sofía Serra (De Solenostemon)

domingo, 28 de octubre de 2012

mayales 1

mayales 1

0. Al fin y al cabo
que sujetaste
con la primera mano
es el tiempo de distancia,
la medida, la una
que nos separa.

1. wish you were
here es la paz
ahora mismo
no se hallan
dos en mí.

2. seremos dos
hasta que la luna
cierre sus tres ojos,
que no los posee.

3. llegará el día
para dios cantarnos
una nana al cobijo
de nuestro cuarto.

4. Sopesar y transgredir,
así nivela el canto su mirlo
son síntomas causantes
del peligro y la lágrima
rodante curva abajo
de un mundo que fue plano
antes de que él lo quintuplicara.

5. Al pabellón de mi oído cóncava
sien trasladada a tu seís-mo
como si el latido del hombre
naciente embrionara
patente de nuevo.

Sofía Serra (De La exploradora)

Poema para agosto (poema con introducción)


Nunca introduzco los poemas, me parece una falta de todo hacerlo, pero con este me voy a permitir el lujo (porque sí, porque siento y pienso que es lo que debo hacer). Tiene algunos versos de estos que una repite en su mente sin saber por qué, de estos que no se olvidan, aunque el poema sí esté olvidado o simplemente perdido en los recovecos de la memoria no visible diariamente. Cuando corrigiendo La dosis y la desmedida,  que es el poemario donde aparece, di el otro día con él, me llegó una de esas alegrías que no tienen precio, esas por las que una vuelve a saber que lo que hace es verdadero, que está en el camino correcto, al menos, en el suyo. Sorprendentemente, aunque no tanto porque suelen sucederme estas cosas bastante con mi poesía, habla, dice, anuncia exactamente con pelos y señales y un año antes el poemario que creo ya he cerrado o estoy a punto de cerrar, Solenostemon. Quizás La sorpresa que me llevé se deba más al hecho de que La dosis y la desmedida es un poemario confuso, como el desarrollo de una batalla, un "yo" encima de la costra dura de la nomenclatura batallando, más omenso como estoy siempre, y así, encontrarme con un poema esperanzador y de dádiva me desconcertó momentáneamente. No sabía qué pintaba ahí. Pero ahora ya sí lo sé. Y lo sé felizmente.

Poema para Agosto

siniestro e indoloro cautivando
el obsequio, madreperla
benevolente culminando
la hechura de la vasija
desde el barro, limo y centinelas
bajo las palmeras de este oasis
zurdo y regalado.
Las chumberas multiplican
higos verdes: este justo verano
terminará por endiosarse
con la aureola del agosto
arenoso y libre.

Y cuánto sueño duerme
bajo las ojeras de tus testículos
tan jadeantes. Ellos piensan púdicos
y sosegados por la espera
de mis manos, y no habrá
un solo vino que desechen
cuando sed a solas manen,
cuando yo te hable
del fango y de la sangre
volverán las heladas fuentes
a derretir el blanco mármol
en la verdina fresca de mi pozo,
esa luz redonda que cultiva
el agua liberando el milagro
de los panes y los peces
en el desierto.

(Sofía Serra, de La dosis y la desmedida)

sábado, 27 de octubre de 2012

Primer misterio eleusino

(Como veo que es de las entradas más visitadas en los últimos días, y es muy antigua, actualizo y corrijo poema)




Tú caminas por encima de los mundos.
Pasos con pasos desprovistos hasta de huellas,
vanas señales de tu permanencia instantánea sobre ayeres.
Vuelas olvidando veletas,
flemas de soles abrumados por las corrientes
vespertinas y matutinas
que residen en las circunstancias
pasivas de los aconteceres.

Ni más tú, ni más yo, salvo la unión.
De emblemas y consignas
aprehendidas voluntariamente
como cuando
las amapolas ocultan su trino
para que no enloquezcan
con sus rojos clamores
las miradas ingenuas.

Súbita y permanentemente
el ocaso abriga tu memoria.
Ella pelea por no pervertir
la  elocuencia del cauce continuo
de la vida que duerme y que vela.

Ahora que resucitas, decido abandonarte.
Antes, cuando morías, te acuné.

Y quedó dormido anunciando tu renacer,
como paradoja sistemática del lenguaje inextinguible.
Estamos solos,
mas recíprocamente inmiscuídos.

(Sofía Serra 30/Marzo/2009. De "Entreterras")

Un mar lleno de una duda

Un mar lleno de una duda 

20. He de alejarme de su influencia. De la de los sentidos, no. De la de la razón.

sé nadar, me repetía, sé nadar.

21. Llevo toda la mañana intentando hacer, pero sólo mis neuronas trabajan. Clavo mis ojos en un oscuro entresuelo entre el día y la noche de mis circunvoluciones cerebrales, allí me alojo, me deposito en la memoria de mi propio olvido. Quiero olvidarlo todo, ser consciente sin serlo. Inhabilitar, dejar hueco, ampliar. Me celebro descorchando una botella de champán, que nunca me ha gustado. Las burbujas son huecos de líquido. Mi mente necesita líquido virtual, ejemplar. Me basta con un solo trago.
Y tengo un embalse completo.
Sé nadar, me repito. Como aquella vez que me lancé desdé la barca de pedales, posiblemente a no más de cien metros de la orilla. Me apetecía nadar y no tener que volver a caminar todo el tramo de arena que había entre el chiringuito del negocio y la sombrilla. Ahora que con la barca habíamos llegado a su perpendicular, me ahorraría recorrer ese trecho por tierra. Me lancé al agua de cabeza, qué placer poder nadar en el mar sin estorbo, despacio, no tenía prisa, veía la orilla, incluso oía el chapoteo de aquel bañista que más se suele alejar cuando observas a los que se adentran.
Y de pronto, llegó. Primero, la duda: ¿No llego? Después, el miedo. Inmediatamente el desconcierto: ¡Pero si yo sé nadar!, estoy acostumbrada a hacerlo, no me canso, ¿por qué este miedo? ¡Pánico! ¡Dios mío, me ahogo!
Entonces comprendí. Entonces supe: Aquí es cuando se ahogan, aquí es cuando nos ahogamos. El miedo nos puede, nuestro cerebro embrutece nuestro propio cuerpo, que se convierte automáticamente en peso muerto. Nuestro pensamiento lo entumece, lo anula. Ahoga nuestro instinto. El miedo invalida nuestra sabiduría congénita y la adquirida. Entonces nos hundimos y morimos ahogados. Sin explicación posible. "¡Pero si sabía nadar!", dirían.
Un instante casi eterno de dos segundos, no más. Al comprender, al conocer, hice el esfuerzo, lo que no significa más que no hacerlo. Cerré los ojos y me impuse calma concentrándome en el recuerdo (concentrándome en mi recuerdo, concentrándome en el recuerdo empíricamente obtenido), guié a mi pensamiento hacia el hecho de que yo sabía nadar. Extendí mis brazos intentando relajarlos. Inmediatamente mis piernas se elevaron, avancé con el empuje del mismo mar que me mantenía a flote. Un segundo más sin consciencia y el empeine de mi pie rozó la arena del fondo: Me hubiera ahogado a apenas veinte metros de la orilla, teniendo pie, y, para colmo, sabiendo nadar.
 
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El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.