viernes, 10 de agosto de 2012

Solenostemón I

Solenostemón I

De qué querré yo hablar
que no seas tú.
Para qué nací si-no
es para hablar
de ti.
Por qué solucionaré si-no
es para verte venir
bajo tu camello de estrellas.

un hombre se sitúa en la esquina
opuesta del universo
¬-es cuadrado, como nosotros-,
habituados a su soliloquio
no lo oímos.
Las sienes se nos abren
y nos nacen las agallas
sin blindaje.
Bucearemos a pulmón
abierto y libre alas
sales del océano
con toda su efervescente molestia
y superaremos el escozor
de la huella indeleble del atisbo
del centro de la coraza imantada
antes de que naciéramos
sobre este colchón de muelles
herrumbrosos y chirriantes
vértices de la materia
en su aposentadero provisional
camino de la vía de la muerte
en el otro
aire,
sol
en el cuadrado y un nombre vigoroso
y húmedo para las plantas
de nuestro pies
que se posan como plantígradas
osas en la vertiente arenosa
del paraíso en la Tierra.
nuestra labor de humans, baby,
concita
esmeraldas fúlgidas,
minas de carbón sellado, conmiseración
sobre lo que no poseemos
traducida en el borde (borde, afuera)
de la envidia nauseabunda, el miedo
feroz y horror vacui en nuestro hemisferio
celeste, qué más, qué más quieres, bendito
hermano que tu hermano a tu lado
y sus ojos respondiéndote
como centelleantes mansardas
donde puedes descansar tus miembros
y tu corazón blando de hombre sin medusa,
sin fehaciente sortilegio
porque piedra jamás podrás ser, ni siquiera
habitante de una tierra
mediocre.

me claudiqué,
quise cerrar,
cerré.
me olvidé de mí,
cantarás si grito a toda voz
de tu boca.
no resuena sobre cada piedra la escarpada
lumbre, y la cordillera, ya la ves
cómo se dobla y se extiende a tus pies
adorándote, hombre mío, ¡yo misma hombre!
Llorarte me fue regalado, deja
ventear tus sales, orear
la flama de tu apéndice
encendido, reventar en el orgasmo de luces
que al universo deja ciego, tu abrazo
de amor inteligiendo
tu miseria de átomo moribundo,
qué digo átomo,
quant, ni atisbo bendecimos, mas
sólo nos tenemos
a nosotros.

amén.

Sofía Serra

jueves, 9 de agosto de 2012

Balsa-mar

Balsa-mar

bebo comuna cosaca maldita
sed a cuestas no hay a-dios
que me la quite tinto y te
canto implorando por una buena
lluvia, ácida no, por favor,
soles y pimienta, árida y dulce
me atragante esta plácida sed,
esta pálida sed
de orgasmo comunitario son
algodonosas las pezuñas
de mi yegua que camina
a la vera mía arena
soy sin saber cuándo
me crecieron las piernas.
El caminante que me cruza
hunde mi piel una
entraña consigo misma
blanda agiganto
la dormida de las estrellas
cuando se cierran solas
en el ojo del cíclope
dorado, ven, soldado muerto,
en mí te conservaré
húmedo y vivo.

Nadie conoce el otro
mundo yo sí existo.

Sofía Serra (De Suroeste)

"Poema para Agosto" en "Letras Macondo"

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Mi mente reina

Mi mente reina

santa y venerable mente
que entoldaste los suburbios
del helio, de ese ciego
y ausente miedo ya.
santa madre bendita
biendices cada sílaba
de mi contenido,
cada año de mi vida, cada noche,
cada tregua, pocas,
cada por cada encina,
de 100 años y sólo tengo 50
cada apretón de manos
me dices, santa madre
de mis cuevas como
el ángel de Leonardo,
dónde se encuentra
la salvación.
el niño juega en el regazo
de la virgen, de la ingenua
aurora que los mantiene
a salvo de las rocas puntiagudas,
de la desdicha salva el miedo
una vez perdido
una vez viviendo
dos veces el nido.
El espanto desobstruye
las arterias de los sótanos,
acá, donde nada más que escarbe
aparecen las piernas blancas,
pulcras y suaves de la diosa
con nombre de mandolina,
los mosaicos anteriores
recuperan sus colores
siempre fueron así
para dar
el tesoro,
escarbar:
la salud perdida en el temido pacto
que los diablos con aspecto de hombres,
también de chivos porque tenían barbas,
aunque es posible que ahora con los recortes
se las sieguen, sellaron
con el otro arcángel
que ahora cae
hacia el infierno
con dos cabezas,
y como todo imperio
con dos cabezas
sucumbirá por la lucha intestina.
Y el orden plácido y natural
para el que naciste
no habrá hecho sino
comenzar.

Salve madre reina mi mente
sobre la letanía del miedo
que ya enmudece.
Nos salvamos sólo
cuando logramos mantener
conversación con los ángeles
de nuestra memoria
aunque sola-
mente mía
en sueños
mi bendición
seas.

Sofía Serra (de La exploradora)

martes, 7 de agosto de 2012

El hundimiento

El hundimiento

Y si tú te mantienes bajo el perro
y la danza, bailaré.
Se someten extraños advientos,
son los soldados de la humareda,
la rosa blanca, la por nacer.
Este des-sentir no perturba a nadie.
En la noche atestada de mejillas
vehementes apatías mercadean
por desmembrarse entre tu desconsuelo y el mío.
Yo ya te amé, sol de mediodía,
resultó difícil dar los pasos
sin orilla que borre las huellas
de marea dicha, marea quieta, ¡oh!,
¡cuánto crece mi afán por respirarte,
sal de mis fosas!,
qué transparentes peces te habitan…
El sol no se quejó,
el sol duerme como cándido aceite,
bálsamo que vino
a menos más tú
seré yo sin rastro.

… Si es que no merecemos ni un dios,
ni siquiera uno,
ni tan sólo uno
que quisiera.

(Sofía Serra. De El muriente )
 
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