martes, 23 de agosto de 2011

Islas de luto y rosas

(Un mes, he tardado más de un mes en poder cerrar este poema)


Islas de luto y rosas


Si quieres volcar el mundo
lleva un suicida en tu bolsillo,
o una sobresaliente mirada
que desde tu nuca dé la vuelta
al Ecuador. Las peonzas
liberan meapilas por las esquinas
de las calles. Tan vacías se quedaron
cuando saliste del portal,
que ya se te olvidaron las ganas
en la bandeja de las llaves.
Y sólo quieres amor,
antes, aunque ya no hay nadie.


No sé cuando el sol se detendrá.
Ahora recuerdo que fui nada yo,
apenas mota posada en tu armadura.


Sonaron azules.
Mas tornaron al negro
las islas de vino y rosas.


Ya, sí.
Instalada la máquina del dolor,
los ojos se me abren.


Días negros en los que algunos
fueron salvados por la campana,
las tórtolas quedan
abrigando el seguro
silencio de la batida.
No quisieron ser más que unas pobres tórtolas
amarradas a tu figura gigantesca.
Tan enaltecedor tu doliente abrigo…


Estos días, enlutados días
de carne y hueso, se me han posado
en los hombros como aves cantoras
sin miedo.
Negarán el porvenir bajo la manta,
algunos,
mas nadie me hará olvidar
estos días. Devendrán
en vino de las islas
vengadas por la rosa.




Sofía Serra. 21 Julio-23 de agosto, 2011

lunes, 22 de agosto de 2011

Cien pies y una salamandra

(Correcciones "Nueva Biología")


Cien pies y una salamandra


Blanca, avarientamente blanca,
me escarbo.
Sol, yo aquí. Vos, sin hueso.
Esta pérdida es mi norte,
¿cómo puedes vivir mi ausencia si aún no te has ido?


Salamandra vespertina,
qué bien suenan tus flores malvas
frutos de la vid que me despertó
sobre la clara piscina del día
cubierto con rosas flores,
y el trino del ambidiestro volante
que me conduce
por los pasillos de este hospital de guerra y luces,
un hospital en llamas.
Sentada quedo observando tu gesto de niño travieso.
Surtidor
que escala al cielo,
que al cielo escala
y luego
baja.


no sé qué es peor,
si un boomerang de canto
o un buey al pairo
de tu andanada sobre los verbos.
Son los dardos que las yerbas lanzan contra las tibias.
Ay, mi eremita andante, qué difícil
mover tantos pies desde la columna.


…De dónde llegan y hacia dónde van
vía intramuros.


Sofía Serra, 2010 (Nueva Biología)

domingo, 21 de agosto de 2011

Índice de "Los parasoles de Afrodita"

Como ya dejé escrito en este blog hace algún tiempo, para mí los índices de mis poemarios son importantes. Quien posea un ejemplar de "La presencia por la ausencia" habrá percibido que en ese libro el mismo aparece al principio, contrariamente a lo habitual en las ediciones de poesía. Una decisión mía. Ya expliqué en su momento, cuando terminé el de "Canto para esta era" el papel que para mí juegan, así que no me repetiré en esta entrada.
Baste con decir que cuando ya tengo el índice terminado, considero oportuno reflejarlo aquí.
Éste es el de "Los parasoles de Afrodita".

I. DEL ALBA DE LA ROJA LLAGA


Higuera que renace, fuego que me hizo
El himno de Afrodita
Del alba de la roja llaga
Sola al sol
Aire
Canto de amor mudo
A cielo abierto
Canto de amapola-libertad
Los cotiledones
El cansancio de Afrodita (que vuelvan los lilas)
Noche rosa clara


II. CAE EL CIELO


Cae el cielo
Flor de Mayo
Canto profano ante un dios sevillano (o dos)
Jacarandas en flor
La oración de Afrodita
La vieja
Nube
Olvido
Nueva geografía
Le petit trianon
Vértebras
A de Ave
A un artista de las dos dimensiones
Es Decir
Rosa y dorada noche
Poema para no titular
De dios al diablo
Turner


III. LOS PARASOLES DE AFRODITA


Clavados en mí misma
Doméstica poesía
Bailando con-suelo
ValGa-Moneda al aire
Cae la noche
Los parasoles de Afrodita
Transformers
Doméstica geometría
El parasol
El amor mío
La canción del guindo en flor
La muerte de Afrodita
Desgarro
In albi
Canto derramado
Célibe Afrodita


viernes, 19 de agosto de 2011

Las perseidas noches

Las perseidas noches


que ni dormir me consienten,


el calor avariento duerme hombres
y adoquines, se rebela aminorando
el ritmo vital consanguíneo
y correspondiente de clara luz,
la opacidad sucede al orto
como si el sol se hubiera caído
y echara el telón del escenario
sobre la esperanza.
Hay algo que hacer y no soy yo.
Descansan tranquilos los poderes del usufructo,
la menoscaba en las huertas.
La tartamudez de este verano
convive con la grave sombra,
lenta, gorda y reposante, como si el mundo
se hubiera hinchado y contenido
entre cláusulas de gomaespuma.
Duermen los lechos hinchados de noche hueca,
evacuan sus tripas de muelles,
vomitan el calor de látex
que suelda pieles a las aguas.


Se desalienta el aire inútil
de un mundo que se ha estropeado
y hemos dejado en la acera,
y nada dominará salvo las barrigas
sobre las que los ojos se desplazan,
lentos y grávidos
siguiendo el curso de las descarriadas
calles, plazas y playas.


Nulos transeúntes,
oscuridad del misterio,
negación de dioses.
No se hace el día.


Sofía Serra, Agosto 2011

jueves, 18 de agosto de 2011

Fotografía de la rosa

Creo yo, creo yo, que la autora de este blog por fin ha encontrado la fotografía de la rosa que desde mayo del año pasado lleva buscando.
No sabe qué sucederá mañana, pero al menos está completamente segura de que esos versos que escribió eran ciertos: "cuando sabemos, cuando ya sabemos, la rosa se fotografía."


La rosa profunda 


A los quinientos años de la Hégira
Persia miró desde sus alminares
la invasión de las lanzas del desierto
y Attar de Nishapur miró una rosa
y le dijo con tácita palabra
como el que piensa, no como el que reza:
Tu vaga esfera está en mi mano. El tiempo
nos encorva a los dos y nos ignora
en esta tarde de un jardín perdido.
Tu leve peso es húmedo en el aire.
La incesante pleamar de tu fragancia
sube a mi vieja cara que declina
pero te sé más lejos que aquel niño
que te entrevió en las láminas de un sueño
o aquí en este jardín, una mañana.
La blancura del sol puede ser tuya
o el oro de la luna o la bermeja
firmeza de la espada en la victoria.
Soy ciego y nada sé, pero preveo
que son más los caminos. Cada cosa
es infinitas cosas. Eres música,
firmamentos, palacios, ríos, ángeles,
rosa profunda, ilimitada, íntima,
que el Señor mostrará a mis ojos muertos.

(Autor: Jorge Luis Borges)
 
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