jueves, 16 de junio de 2011

Salmo dominical

Salmo dominical

Sunday, mal día para alunizar:

Hay generosidad en tu boca
y verde en tu dolor,
qué más se puede pedir
de la dádiva insonora,
la revolución silenciosa,
qué más abrigo hallaré
que tu pecho tierno y hondo
de hombre sin ambages
de soldado hierro que atrofie
su vértebra columna,
qué más solazar sino reír
imantada
de agria paz salmodiando
el brillo de tus pupilas,
sin más,
unas pupilas preguntando
si el cielo habla
o mi mente trota
por la esquina
concupiscente
de la torre.

En el deleite te va dada
la extravagancia numantina,
la traicionera circunstancia
de quien sabe decir amor,
garabatear la cíclica lengua
de esta octava en sol menor
con bemoles entrañables.
Soy yo más tú a penas
y sin huesos me armo
como un mecano de agua
bombeada desde tus falanges
por más que me envicie, me eslabones
o te rumies
volverán, volverán, volverán
las antiguas huellas a deslizarse
curva arriba de tus muslos
y volverán las luces estancadas
en los aljibes de tus órbitas
a bailar
ante el parpadeo de las galaxias
en las mías.

Sofía Serra. Junio, 2011

lunes, 13 de junio de 2011

Ubique

Desde dentro

¿qué hago aquí?
El sol en el cuadrado,
la celda horadada,
el tabernáculo se enciende.

Lo que pueda
ser no ha
de ser más
que de una
vez
en
cuando

con dos pares
de gafas
me
veas sin mirar.

Derrotas pasajeras de trenes
alcistas
ahuyentan escaramuzas
con las que el cielo juega.
Basta una sola sordina
para que se envilezcan los contraluces.
Qué más.
Qué más.
Quemas sordo en el fuego.
Mas yo seguiré aullando.

A fuerza de paz
llega la muerte
de vivir
el único vuelco
sobre lo que no duermo
ni te deja
clamar,
encabo,
decir desde dentro
reventar.

Desde fuera

Más una penumbra sola
más una penumbra, dos
y no más, seña
y santo de aquí no inhuma
y el mar no entierra.

Y llegarán gigantes damiselas
a entolar el cielo
con sus pastizales húmedos
y el fru-fru de sus sedas
espantará al sonido acuoso
de tu oído.
Y ni una habrá que lacere
la piel de tus mejillas,
cabalgarán
a lomos del miedo
llevándoselo con sus faldas
más allá de la esfera de poniente
y volverán los exógenos centros
a rejuvenecer el tronco salino
de tu semen
y ni tú ni yo
volveremos
a sucumbir
solos desde dentro,
sólo uno solo
dentro de este incómodo
e inhumano universo.

Aplastaremos a la noche
hasta amasarla pan de ángel.
Estamos enfermos de sed
y lamento huérfano de oídos
comunicando adioses
cuando sólo ellos asienten soledades.

(Sofía Serra. Junio, 2011)

domingo, 12 de junio de 2011

La desquerida

La desquerida

Yo no fui mujer ni cadera
ni tálamo maldito que en tu vida
infringes. Yo no fui timón levante
ni simún o mistral ni solanera,
ni siquiera un hueco o viento
frío o caliente que en tus manos albergara
a esa estrella escapista que hace huída
dolorida mientras mis uñas emponzoñan
manjar preso de injusticia: hígado
para los buitres fui esparciendo
acre y húmedo alimento de roca
que no fui promesa ni en cadenas confluí
con el río que ya no fluye ni yerba
oscilante siquiera en el margen
del dolor de la oscura y negra fiera
que duerme en la rama de la acacia
como si bello canto nocturno
trinaran sus encendidos iris.
Yo no fui ni selva monte o
bosque de tundra sólo solitario,
ni fui ni sigo siendo sólo loba
o madre ni sólo risa.
Yo no fui mar ni cima
ni siquiera fuego sin beber
siquiera agua
fui ni siquiera
poeta.


Sin comer desaparece
infligida por la noche
allende la calle
que se ausenta.
Y yo no fui ni olmo ni siquiera sauce
que llora fui
si acaso flema.

Sofía Serra, 2011

sábado, 11 de junio de 2011

La muerte de Afrodita

(continuando con las correcciones)


La muerte de Afrodita

Dejo de mirar el cielo de donde llego.
Hoy ya sí, añadas nubes tras la espalda,
no espero agua aunque otra lluvia llegue.
Cambio huerto por una fuente,
mudo tierra a otros vuelos.
Hoy navego surcando los aéreos
mares cruzados por los vientos
que en tu boca pronuncian mi nombre.
Porque rauda, rauda soy,
lejana ya de mis raíces quietas,
cercana ya de lo que llaman
sueño, quimera, mentira, utopía,
qué más da,
y yo sólo puedo nombrar como terreno.
Mas de mi memoria me perdí,
subsumí haciendo mía
esta patria de presente
renunciando a mí misma
en busca de lo que fui.

Tú, desconocido de orilla,
mira bien esta lengua
ya agostada de tanto lamer la costra dura.
No desdeñes las yemas que de su cueva nacen.
¿Los espárragos?,
ellos lo tienen fácil: se-lo-hacen-to-do. Se lo hacen.
En la penumbra vivo feliz, vivo calma y vivo vida.
En la penumbra, pero no a escondidas.

Son mis parasoles los que abro,
son mis manos las que se alzan
creando sombra mía junto al laurel
del adormecido sino.
Aquí, junto a la fuente, agua fresca
vierto en sus labios celestes
con celo sobre su aliento: Agua que bebo
agranda mis cauces internos,
mi gruta caliente, este huerto
donde se puede cultivar en pleno invierno.
Las humedades recreo con estas carnes salubres
embestidas contra la espuma sobre la cárcava marina
que se crece, se crece como regente de la ola
que se hace grande,
más grande mientras más se acerca a la orilla:
algas… algo de yerba
prendida en mi cabello.
Son recuerdos.
Retozar sobre cementerios
siempre conquistó albas de la muerte en vida:
¡Ay, la sal!,
sal de mis amores y de tus olas, ¡sal huyendo!
Ola mía, ola brava, ola tuya,
salina ola, ¡no claudiques!,
arremete y sigue muriendo.
Tumba dicha rubia arena,
tumba agosto dicho sal, ¡sal!,
tumba cercas, cerca tumbas,
tumba vida, vive tuya y dame,
dame ya la muerte buena.

Sofía Serra, 2010

jueves, 9 de junio de 2011

Disparo de un no acampado (Revelión)

Disparo de un no acampado (Revelión)

De viaje por altas tierras,
una sola plaza,
una sola plaza abierta
y a los pies de su no muralla,
las campañas como condenas cumplidas
por los corruptos padres de la patria.
Una sola plaza con un nuevo suelo
emplazado por las manos
del que viaja y canta desbastando
cantos redondos hasta cuadrarlos
y encastrar el nuevo bancal sitiado,
canta con sus manos que atornillan
las bocas de los bancos a las cunas
mecidas por ajena mano alguna,
canta laborando con su obra
conciencia que di-lucida
que labra para la de arriba
que apostada en la ventanilla
mensajes en voz alta intercambia
con el guardián de su dinero,
                                            el cajero.


Un sólo paciente sin altavoz,
una acampada
sin treinta años a la espalda
más cinco mil euros en su cuenta,
le ha bastado para atisbar
el enclave lumínico aplazado:
No les dejaron salir en la foto.


Los tabúes conciencidas
mataron los sueños de la niña
que se hospedaba dentro del palacio.
Ahora ella se rebela ocupando
y el obrero revela fotografías.

Sofía Serra. Junio, 2011
 
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