viernes, 25 de marzo de 2011

Canto de amapola-libertad

Continúo con "Los parasoles de Afrodita".

Este poema inició una pequeña serie de fotografías, ÉSTA


Canto de amapola-libertad


Como las tórtolas,
como las tórtolas de las tardes de verano
que se enamoran entretejiendo la armonía oreada
por el mutuo silábico de la palabra
del tú al gemelo
que se ha perdido en los vagabundeos por los lugares.
Así permaneces tras tu propio verbo, y ,
sonríe, ave de la noche llena,
sonríe que en tu boca laten
las flores de tu estómago tan ardientes y frescas
que yo las huelo,
que ya hacen cosquillas en mi garganta,
...ay, amor, tus flores de mariposas
con pétalos de amapolas...
Si yo las tomo, ¿cómo no orientarlas hacia tus pies
o depositarlas en tu sabia boca para que las bebas?
O esparcirlas sobre tus hombros, sobre tu cabello,
ungirte con el bálsamo del sueño por el camino desandado
que sólo trae de vuelta lo que somos, lo único que cuenta.


Escribe un libro con los besos, levanta el vuelo alto,
amor,
de tus rojos pétalos: de la roja amapola
llega
la pacífica respuesta de lo amado con su libre imperio sobre la mies,
y que yo, ya, abrazándote,
uní
sus semillas con mis pechos, que yo sé lo que es el estipendio
más allá de la rasas leyes y el amor a toda muerte
de lo vano y la mentira del reclamo
sordo.
Como la verdad grande y buena del agua se bebe:
Las amapolas no necesitan para florecer más que el siguiente año.
Que aún no existe.
Miedo al futuro-Sólo-Miedo a lo nonato-Sólo- Miedo a lo inocente.


Y aquí, la urdidora de letras, lenta siempre jardinera
de amapolas y tulipanes de futuros anteriores,
siempre sol y viento, siempre agua,
siempre alba, siempre tierra,
eternamente siempre manos tuyas me han escarbado,
y yo,
en la tierra-yo cultivo
tu semilla de hombre bueno:
Gozo, gozo al regar esta dehesa libre de los escombros de la bestia.
Gozo al traspasar el filo envenenado
de la renta de la avaricia
sobre la que todo surte,
todo abona, todo cuida,
todo ama la jardinera.
No ha mentira, no es amaino sino fuerza.
No tomes sus pétalos en vano,
ni mis flores ni mis frutos
que disfrazan tu palabra de verga luminosa
de carne prieta con sus venas,
de piel transparente que deja los ojos clavados en lo evidente.
Odian las palabras porque las visten con materia hueca,
pero hasta el hueco me llena del revés o del derecho,
que sólo hay que dar la vuelta.
Sobre mí, en sí y por ti.


Yo quiero fuerza y poder de Hombre
verdad de tú a tú, de amapola a tulipanes,
esto hablo, esto soy:
es demasiado de ti y de sola y sólo entre dos se nombran
las palabras-flores del alma y de la carne.
En la bestia, escamas imantadas
de aristas que sangran ponzoña
a horcajadas de su propia hambre.


Sobre tu mesa, la alterada amapola
grita con sólo canto de besos,
en el verso escribe lo que tú ya bebes:
Yo no quiero más de ti que por mí, por mí
que soy roja y escindida de ti flor de amor.


Ay, jardinera, qué lenta labras...
Que ya no te queda nada por hacer...
Que las amapolas han brillado siempre con luz propia.

Sofía Serra. Abril, 2010

jueves, 24 de marzo de 2011

Coyunturales espacios

Coyunturales espacios

La playa es como el campo,
la pampa es como el campo,
orilla
el mar azul de los quince años,


las marismas resecas,
las humedades a sotavento,
los sueños solventados,
ya estoy dentro sin que nada salga,
nada tengo,
nada salva.
Vaho zigzagueante,
tumulto de labios incandescentes,
soldado en “¡descansen armas!”,
miliciano perpetuo
por tanto equilátero triángulo,
que todo funde,
todo liba todo abrasa todo llega
a este centro imantado.


Playa soy y yo te vengo,
campo eres y tú me tienes.


En un sueño de aullido, uno de esos
en los que yo te sueño, combate la roja sangre
con la blanca aurora,
de su centelleante estela hilo
madeja a madeja
plena de potencia y recia y tuya.
Y no sé quién gana, nunca sé quién gana.
Ciega estoy de tanta mansedumbre de luz salvaje.


Drenan,
bardas,
joyas,
pulcras,
curiosean por las rendijas de la luna
de levante.
Golpe,
sean, bárbaras solemnidades extendidas
en vértebras y domésticos juncales,
la luz y un bien
quebrar no el hilo,
romper el laberinto de muros de aire.
Beber de tu agua.


Y otra vez tú,


tú ya lo sabes.


Laberinto de mi torpe-mente
adverbio.
Demasiado dada,
Demasiado
avariento, codicioso pozo con sus dientes largos
destilando
néctares.


Cubil.


En este árbol no vencido
más que por la maraña de hilos de cobre,
juntas de estaño se engarzan
como los jacintos de febrero
desde el patio.
Me tumbaré bajo su sombra tiritando
aún cuando las moscas me silabeen
el caliente agosto, agosto ya.


El río sombra camina y cautivo culmina
como siempre.
Soledades ante cierto
salto impulso
freno.


De qué estás hecho sino de centeno, agua, sal y siglas…
yo, mi juventud esperada, tan de la tierra soy, madre, tan de la tierra…
¿cómo no va a lamerme el mar?
Búscame, pequeño camaleón, búscame, 
el hilo de mi madeja no me deja
nunca servirte plata de almas
tripas corazón hago puente extendido por los arrabales
de este cuerpo, agua imantada
a la benefactora salud
de las prendas sueltas.

Sofía Serra, Marzo 2011

miércoles, 23 de marzo de 2011

La puerta (I)

La puerta (I)


Quiero de ti
agua.
Desde esta tierra luna y nueva
levantan sus raíces
los árboles amparados bajo el cielo frío
(yo te oigo),
el cielo que les cuelga transparente
por sus flancos,
flancos negros.
Dibujan y mueren en el justo día,
día sol
de húmedas raíces y francos vuelos


encendidos en la tarde.


un gladiolo enhiesto
y curvo me deshace la boca
amainando el huracán
que me desplaza.
Un derribo junto a la cerca
me acompaña
cuando estoy sola y viva,
cuando los ojos de las lechuzas
se asombran
ineludiblemente
lucen para mis oídos
no si el miedo bulle,
sólo sí,
sólo sí de canto y llanto libre:
tanta presencia de mí misma
en la fresca brisa
de embestida.

Sofía Serra, 20 de Marzo de 2011

lunes, 21 de marzo de 2011

Locos

Locos

Y así estamos algunos,
locos de atar para que no mal-digamos,
locos de hablar para que no nos quejemos,
locos de amar para que no nos odiemos
o terminemos por callar
el odio
por su queja de atarnos
que ben-decimos
para no volvernos locos.

Sofía Serra, 20 marzo 2010

domingo, 20 de marzo de 2011

Aire

De Los parasoles de Afrodita, sigo con las correcciones de nuevo.


Aire

No está de Dios, no es del alba sino de Dios,
ni el sino,
ni el alba que embate sobre la que ya no domino dominar.
No está de Dios, yo soy él, o sino, o el sinvivir en paz
de alma y percha de la que me cuelgan, asomada al tranvía del deseo
que pasa y que pasa... ¿qué pasa, Dios, que no estoy de ti o de mí?,
o el alba de la nada del no estar de ti,
cama-león-a destiempo de este mundo con tantos colores.
...¿Y qué traspiés llevo yo a cuestas
que por más que te persigo nunca alcanzo
mi suerte medusa, el alba transparente varada en la arena?
... Ay, ¿para qué tantas orillas? ¿Por qué edificáis
con tanta inoperancia los límites licuados del aire?

Arranca, arranca, marea brava, llévame a esa muerte
que llaman, mi agua-fuerte,
mi bajamar de soldado herido
aquí sobre este calvario eterno con la cruz a cuestas,
con el farolillo inverso
intruso en la entrepierna.
Aquí, metiendo siempre la justa pata donde más estorba.
Aquí, terqueando.
Siempre en torpe, torpe, torpe mirada:
A ver cuando inventan una cámara
que me enganche con el tiro de la buena estrella.

Yo, alba de ti, no dejaré de replegarme para que tú ilumines.
Pero no me sabía espejo.
Soy célula-espejo tal como fingí.
El espejo no tiene nada, ni buena estrella, ni tiempo, ni luz: ¡la nada!
Y a ver qué hago contigo, latido, a ver qué hago sino martillearte
hasta convertirme en la retro-figura de Poe.
¡Que no quiero oírlo!
No, que no te renegué, Amor, ¡no!... ¡dime cuándo!
Está de ti. Dios y yo no somos nadie, o se me borró el nombre.

Ésta es la cruel disputa entre mi bravo soldado y la bestia.
Pensar para abastecer sin ojos
en este cerebro
perdido
de las migas que fui dejando por el camino, y tú,
que sólo te ensueño leve, portento irrisorio sino fuera
porque la fuente
bate agua
y ciclámenes
en lugar i-correspondido desde el ¿que fui?
hasta el bravo amor ya justo de
dame aire, dame aire-amor que me ahogo,
dame aire y justo viento salado y ubre de cielo desde abajo,
que la bestia me ha mordido
en la ingle y yo ya no siento. Ni odio, ni muerte, ni agua, ni batalla.
Aire.

Sofía Serra, Abril 2010
 
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