martes, 7 de septiembre de 2010

La flor

La flor

Por más que esbozo,/
que enmiendo este lienzo glauco,/
petroglifos o bisontes de Altamira,/
no importa dónde nos circunscribimos,/
no acierta/
esta mano deshilada/
a trazar el dibujo./
Entelequias, en nuestro nacimiento se prevé nuestra muerte,/
se proyecta./
Comprometidos homos sapiens
desde el canal del parto/
trazado por el nombre/
(¿quién nombró, ¡quién!, por primera vez?),/
a veces acierto a descubrirlo en la carcajada de la nube./


Y de la lombriz./


Ya huelga el umbral del cielo./
A dos pasos de dios, nos hacemos flor./

Sofía Serra, Agosto 2010

lunes, 6 de septiembre de 2010

Con-trato de animales


Título de la fotografía: Palomas sobreexpuestas

La osa

Ahora comienza un tiempo de decadencia vana.
Sin haber saboreado las mieles del triunfo
la osa pergeña la cueva donde hibernará.
La osa siempre está sola.
Menos mal que aún le queda Mozart.

Ahora todos querrán adelgazar.
Yo no he engordado.

Las perras

Las perras, las perras, lamen las heridas de las perras.
Animales batallando contra la espina clavada entre las pezuñas,
…y esos ojos, esos dorados ojos que hacen del aire niebla transparente.

Las palomas

Espanto, espanto ante el silencio,
espanto ante el sol escondido con los brazos,
espanto,

te quedarás sin saber,
espanto, que él cante por mí, espanto,
¿quién soy yo para espantarlo?

…Y esas dulces y bellas palomas sobre-expuestas.

( Sofía Serra, Agosto-Septiembre 2010)

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El mío cardio no se infarta


Sólo tú sin nombre


Duelen a veces las patrias: Suelen.
También las matrices: Hacen.
Duelen en otras los enseres sobre los que vacilamos,
si pensar sí,
si pensar no,
ajustamos el estómago a las curvas
ciñendo nuestro patri-monio, o matri-monio,
a meras huellas de partidas. O llegadas.
De nacimiento o defunciones,
(de cualquier tipo, hechura o estilo, todo hay que decirlo)
están los archivos llenos, colesterol que satura a
los ácidos que nos ayudan a digerir
que no somos ya, no somos ya
ni apenas un designio divino.
Ni siquiera amor,
ni siquiera pábilo.
Si acaso sombras, sombra mía, sombra tuya y sombra del otro más el edificio
o la señal al ocaso,
sombras juntas,
sombras fundidas en sombra una sobre el suelo.
Él nos redime de los límites.
También de las circunstancias.
¿Qué nos queda entonces?

Sofía Serra Agosto, 2010

domingo, 29 de agosto de 2010

En respuesta a Batania tras cruce de breves correos

Dicen que lo importante no son las respuestas sino las preguntas, y yo siempre he pensado que sólo es auténtico poeta quien provoca que los demás se las hagan. Camina Batania de noche y a escondidas sembrando poesía sobre muros y paredes, terrenos que antes sólo servían para que orinasen ciertos animales, de varias especies. Él dice que quiere ser escritor y yo digo que áun no se ha dado cuenta de que lo que emergió, con Iratxe o sin ella, más allá de cachicuernos, neorrabiosos, camisetas y otros merchandising, seguro que cuando murió su padre, es la ecoica voz de un auténtico poeta. Pocos datos tengo, pero con lo que cuento, eso colijo.
Yo dejé de tirar todo cuanto escribía a la edad de 39 años, al poco de morir mi padre, traumas añadidos aparte. Es la soledad que ningún humano desea, la no pretendida, por muy amantes de la otra que podamos ser, la que hace posible oigamos la voz del poeta diciendo: "¡Eh!, ¡que aquí estoy!".  Algunos tal vez, tengamos el oído más afinado que otros (de tísico, que siempre se ha dicho). La voz del poeta no se hace ni se aprende, quizás todos los humanos la llevemos dentro, pero sí necesita hueco por dónde salir a flote. Después, termina inundándolo todo, como un pozo del revés, riega que te riega esta costra dura de la nomenclatura.





La otra cara de sagesse

Ahora que lo pienso, conscientemente,
creo que es verdad, rara soy.
Debo ser extraña.
Nunca me propuse futuro asible
ya saben, certero, por mí posible,
lo que necesitara alguna maña
con conocimiento
sobre el medio, estrategias desarrollables
y demás ata-puercas que justamente guían
al conocer la red de cuadrículas donde se juega.
Nunca me he planteado qué quería ser,
pero hago camino siendo
lo que no sé soy y lo que los demás creo ven.
Ven, venid y decidme qué halláis
en estas palabras hiladas
en la rueca
que hace girar el motor de la lavadora,
que voy haciendo continuos,
lavados, no sé, coladas de lava seguro.
Si saber a dónde llevan sugiere destino,
ni lo sé ni me importa:
El poema camina y yo lo sigo.
Hasta muerto el volcán se comunica con el núcleo.
No sé si la vida es o mejor hay que hacerla
siendo aun sin saber qué,
el único medio a salvo del miedo
jugando con lo que Batania
tan bellamente clama.
Creo, en fin, el poema es ser de vivirlo
siendo
el hacer lo que uno quiera por escribirlo.


Sofía Serra, 28 agosto 2010

viernes, 27 de agosto de 2010

La muerte de Afrodita




La muerte de Afrodita


Dejo de mirar la puerta por donde llego./
Hoy ya sí, años tras la espalda./
Espero, pero otra espera…/
Cambio huerto por una fuente,/
mudo tierra a otros cielos./
Hoy navego surcando los mares/
aéreos cruzados por los vientos que/
en tu boca pronuncian mi nombre./
Porque rauda, rauda soy,/
lejana ya de mis raíces quietas,/
cercana ya, momento a momento/
de lo que llaman/
sueño, quimera, mentira, utopía,/
qué más da,/
y yo sólo puedo nombrar como cierto./
Mas de mi memoria me perdí,/
subsumí haciendo mía esta patria de presente./
Renuncio a mí misma por todo lo que fui./
Tú, desconocido de orilla,/
mira bien esta lengua, y estas letras,/
ya cansadas de tanto lamer la costra tan dura-dura como la nomenclatura/
que conforman,/
no desdeñes palabras que de estas yemas nacen./
¿Los espárragos?,/
ellos lo tienen fácil: se-lo-hacen-to-do. Se lo hacen./
En la sombra vivo feliz, vivo calma y vivo vida./
En la sombra, pero no a escondidas.


Son mis parasoles los que abro,/
son mis manos las que se yerguen creando propia sombra junto al laurel/
del adormecido sino./
Aquí, junto a la fuente, agua fresca vierto en sus labios celestes/
con celo sobre su aliento. Agua que bebe/
agranda mis cauces internos,/
mi gruta caliente, este huerto/
donde puede cultivar hasta en pleno invierno./
Las humedades recreo con estas carnes salubres,/
estampida de la espuma sobre la sal marina que se crece, se crece como regente de la ola que se hace grande,/
más grande mientras más se acerca a la orilla,/
algas… algo de yerba/
que se me queda prendida en el pelo./
Son recuerdos./
Retozar sobre cementerios/
siempre conquistó albas de la muerte en vida:/
¡ay, la sal!,/
sal de mis amores y de tus olas, ¡sal huyendo!/
Ola mía, ola brava, ola tuya,/
salina ola, ¡no claudiques!,/
arremete y sigue muriendo./
Tumba dicha rubia arena,/
tumba agosto dicho sal, ¡sal!,/
tumba cercas, atraca tumbas,/
tumba vida, vive tuya y dame, dame ya tu buena muerte./

Sofía Serra, Agosto 2010
 
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