viernes, 27 de agosto de 2010

La muerte de Afrodita




La muerte de Afrodita


Dejo de mirar la puerta por donde llego./
Hoy ya sí, años tras la espalda./
Espero, pero otra espera…/
Cambio huerto por una fuente,/
mudo tierra a otros cielos./
Hoy navego surcando los mares/
aéreos cruzados por los vientos que/
en tu boca pronuncian mi nombre./
Porque rauda, rauda soy,/
lejana ya de mis raíces quietas,/
cercana ya, momento a momento/
de lo que llaman/
sueño, quimera, mentira, utopía,/
qué más da,/
y yo sólo puedo nombrar como cierto./
Mas de mi memoria me perdí,/
subsumí haciendo mía esta patria de presente./
Renuncio a mí misma por todo lo que fui./
Tú, desconocido de orilla,/
mira bien esta lengua, y estas letras,/
ya cansadas de tanto lamer la costra tan dura-dura como la nomenclatura/
que conforman,/
no desdeñes palabras que de estas yemas nacen./
¿Los espárragos?,/
ellos lo tienen fácil: se-lo-hacen-to-do. Se lo hacen./
En la sombra vivo feliz, vivo calma y vivo vida./
En la sombra, pero no a escondidas.


Son mis parasoles los que abro,/
son mis manos las que se yerguen creando propia sombra junto al laurel/
del adormecido sino./
Aquí, junto a la fuente, agua fresca vierto en sus labios celestes/
con celo sobre su aliento. Agua que bebe/
agranda mis cauces internos,/
mi gruta caliente, este huerto/
donde puede cultivar hasta en pleno invierno./
Las humedades recreo con estas carnes salubres,/
estampida de la espuma sobre la sal marina que se crece, se crece como regente de la ola que se hace grande,/
más grande mientras más se acerca a la orilla,/
algas… algo de yerba/
que se me queda prendida en el pelo./
Son recuerdos./
Retozar sobre cementerios/
siempre conquistó albas de la muerte en vida:/
¡ay, la sal!,/
sal de mis amores y de tus olas, ¡sal huyendo!/
Ola mía, ola brava, ola tuya,/
salina ola, ¡no claudiques!,/
arremete y sigue muriendo./
Tumba dicha rubia arena,/
tumba agosto dicho sal, ¡sal!,/
tumba cercas, atraca tumbas,/
tumba vida, vive tuya y dame, dame ya tu buena muerte./

Sofía Serra, Agosto 2010

miércoles, 25 de agosto de 2010

Tres eran tres las potencias de sagesse

Son tres fotografías "antiguas" sobre las que probablemente trabajaré para portada de novela que publicará Bohodón próximamente, unas fotografías que quedaron especialmente grabadas en mi retina interior. No quiero perderlas, las subo tal cual las preparé en su momento, año 2006. Parece que en este cajón abierto de la red pudieran quedar más a salvo que en ningún lado.
Los versillos los he escrito por acompañarlas. La cuarta fotografía es retrato de la "muda".
;)









Sagesse nunca habla
sagesse nunca canta
sagesse vino al mundo sin tesitura.
Ayer me sopló unos versos,
sagesse,
hoy me visten como plumas
que al viento,
sagesse,
el viento se las llevaría
si no fuera por mi canto.
Pierde sagesse el suyo.
Yo vuelo bajo el suelo.
ajena.

Hoy canta la muda ahora que nadie la escucha:

No vivo por hablar,
ni hablo por cantar.
Si canto es porque sé,
si sé es porque viví,
si vivo es por amar.

Sagesse es la muda.


lunes, 23 de agosto de 2010

La canción del guindo en flor



La canción del guindo en flor

Cascarón de amor./
Cascarón de un huevo partido en dos/
colmo de la desventura o la suerte fecunda./
Pero, si no vuelvo a ti, no encuentro paz./
¿Qué será de lo que abasteces a esta pobre lluvia?/
¿Eres suelo a dónde llego?, ¿eres cielo de dónde vengo?/
Escurre por las esquinas de esta pradera/
la perplejidad:/
No más celaje de medio suelo./
Saltan bravas las gotas sobre la dura tierra de Agosto,/
las metonimias/
acompañan al viento/
que ya ni espigas que tumbar encuentra./


Y yo te canté, yo te canté allá por mi muerte./
Mas no te enterré conmigo./


A la suerte y al rondó que tararea tu sonrisa,/
gobierna el azul del verde estío en las rojas cerezas./
Yo sembré un guindo que descaminaba el ámbito de las estaciones,/
yo lo sembré, según me dijo./
Hoy mis dedos acarician yema a yema sus blancas flores/
que destilan gotas/
que ayer soñé sudabas:/
no duelas más, pajarillo mío, que si vuelas es porque estás vivo./


Ésta es mi vida,/
ésta mi suerte, ésta mi hora./
Ésta es mi brisa, éste es mi viento./
No quiero sueños ni futuros,/
mi yunque-yunta-yugo se han escindido/
de esta tierna célula./
Camino a cuatro patas/
olfateando el aroma de la muda humedad desde acá,/
mi estómago adaptado a la curva amistosa de la tierra./
Zahorí desde mi ombligo, me doy la vuelta y me tumbo/
de rostro al cielo:/
no quiero más,/
no quiero más que lo que soy,/
esta flor más entre las flores,/
esta yerba más verde,/
esta espiga rubia más harina,/
este cuerpo humano más amable. Tan en paz./


Y no más/
que decir salvo que mis propios ojos/
no son dos estrellas fugaces./
Brisa que te vi, brisa me devuelves al cielo, al cielo,/
y ya llego a tu corola, flor de mayo./
Desde este suelo duelo, canto, vivo y río por todos lo que han muerto/
queriendo quedar callados./


Que no se confunda,/
que no se dispense suerte de grave poesía tierna o leve./
Este universal navío no tiende amarras/
a las hojas puerto del muelle calendario./
Sembré un guindo que florece todo el año;/
sus frutos llenan ahora mis cestas./
Cerca del tiempo las palomas se posan:/
No temen al equilibrio de la muerte./

Sofía Serra, Agosto 2010

sábado, 14 de agosto de 2010

... Y sonó la flauta, ;)


Título de la fotografía: Logia





DÍA (LOGIA)

Madrugada

¿Cómo se llaman los que abaratan la suerte?
Mal-hechores.
Puede que risueños malhechores.
Quedó perdido el mío clavado en la espina de la acacia escondida entre las encinas.
A las cinco azul llegaba
al toque de queda,
sonaba la canción del vampiro,
celeste sangre para la noche que rondaba con estrellas sumergidas bajo este río
de agua brava que desborda su cauce al son del vegetal estío.
Paradójica circunstancia se vivía
en aquel paisaje, se suponía seco,
de la ancha Castilla o la baja Andalucía.
No sequía, sólo dulce
y escorrentías iluminando aterciopelados tejidos de carne viva.

Amanecida

Antes fue el verbo, después la carne;
primero la paloma, después el cielo que hallé en este suelo.
Y a ti llego suministrada de años y sueldos,
memoria inextinguible hecha presente
por mor del futuro que a mis pies,
con esos dedos de aquellas manos, extiendes.
Y ya, ya, ya.
Ya llega,
que se me van las mejillas asomando al beso mudo del comunicando,
se me van con suerte,
se me van acariciando el aire.
Este calor inventó el hombre, que nombró como pudo.
Para gobernar sus afanes pervierte el frescor de la noche,
la risa de la aldaba matutina se adormece
en la almohada de algún tiempo que ascendió a su sitio, al vacío.
No hay nada y yo conformo pica en Flandes.
Me puse en mí sobre la yerba y el cielo negro me acompaña.
Amanecida habla de suerte,
alma dormida que descansa reposando con sus alas.
Él.
No estoy ciega.
Sólo abierta a mí misma.

Mediodía

Hay más futuro en ciertas hojas que se desprenden del árbol
verde de verano que en esta linde de presente.
Me separa, sólo tangencialmente, de mi susurro incesante,
ése que más que adormecer, aviva este frondoso corazón,
húmeda y fresca
sombra de ya el todo, ya el continuo, ya el viviendo.

Tengo que trabajar sobre la estera quieta del porvenir.
Pienso sin existir más que en mi mente,
lluevo sobre hojarasca que pronto conformarán trituradas pavesas de
antigua vida.
Respiro.
El calor me ahoga los pulmones.
La libertad ofende a quien no la practica.
Brisa, brisa ligera que vivifica, ¿dónde dejaste tus parasoles?

Anochecida

Hoy no se escriben palabras sobre esta piel rasa y blanca tan ajena;
la mía, que es negra, sólo se halla en la del trigo verificando el contenido
de las cosechas y las estaciones del año;
suministran ellas a golpes de azada
argumentos
para el zócalo que levantamos sobre este suelo,
izando muros, construyendo la choza,
tornando el azabache de ese velo y esa zafra de nocturna seda
en verdes prado y lecho donde solazar lo que nos queda,
lo que damos,
lo que por dar–nos–queda.
Yo no quiero interrumpir tu paz,
bravo soldado de rubia esencia
y risueña faz.

Pero rompe tú mi sueño.

Sofía Serra, Agosto 2010
 
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