jueves, 13 de marzo de 2014

Que vuelvan los lilas (con fotografía)

Hay verboluces que tardan en componerse años (foto de hace pocos días, poema del 2010)





Que vuelvan los lilas

Como las lilas de ultramar.
Así me posé sobre la yerba
cercana a tu estanque,
convertí cañas en siringas
hasta inundarte
de ti. Canto y taño.
En honor de las letras me hago sangre,
despedazo cada labio por ver
si al nombrarlas consigo oír
el descanso. Anhelo el otoño
sin que haya nacido el verano.
¿Y si me dejas en reposo?
No morirás aunque duerma,
la luz se hace luz sin el tiempo:
hay algo más.
En el vacío interestelar
coexiste la anti-materia,
¿por qué yo no puedo auto-extinguirme?
Ser capaz de perpetrar deicidio
contra estas cansadas manos,
estos pesados brazos más tuyos
que míos: deja que duerman.
Al parecer, sólo el aire me mantiene
viva, ventana y lumbre,
al parecer, el sonido no ondea
sobre el agua, puerta y límites.
Al parecer, los lilos florecen
sólo una vez al año.

¿Qué tal si me permites apoyar la cabeza
aunque sea en la nube de espinas?
Ahuyentarme. Dejarme en paz de mí.
Auto-ventilarme en un sol,
en una punta,
en un nítido y exento atisbo
del negro sobre el blanco:
¡Puff!, y permitir...
No ser.
Auto-inhibirme en el altar
de las lilas abiertas a lo que sea.

Al blanco.

(De Los parasoles de Afrodita. Baile del sol, 2013)

miércoles, 12 de marzo de 2014

La muralla

La muralla

Recordando el hilo el alma
blanda se dispone
abierta sobre el albero
del paseo. ¿Y mi avenida?,
¿dónde queda mi avenida?
Hiela el contacto febril
de la piedra, madre, ¿la muralla
también la construiste?

Soportar el peso de los árboles
entre las almenas engarrotadas
como si el cielo se mancillara
con solo mirarlo: los días grises
permanecen obscenamente,
son las bocas de los que aúllan.
El grito, el dolor, la muchedumbre,
la agitación de la argamasa,
los merlones derrumbándose, algo así
como el desvencijamiento del amor
y sus nanosegundos de imposible
olvido.

¿Puede un hombre encarecer el porvenir?
¿Someter a sus fueros lo inocente?
... ¿Y el viento, madre, dónde está el viento
que hasta al mismo frío ya congela?
El hielo en este pacto sin tacto
sugiere a la paloma sueños
de descoyuntura.
Se atesoran las sienes de la muralla:
obedece izándose como la vida
ya se muere, a pico y pala
y con la tumba.

Enquistamos adioses como el mármol,
pero la yedra siempre ablanda piedras
y los muros caen mecidos
naturalmente por el estremecimiento
de lo vivo. De la caricia.

Corazón contento

Te tarareo desde que me recuerdo (y me recuerdo desde que tenía meses), te canté por dentro durante mi adolescencia, me sorprendiste volviendo a mis engramas musicales durante los inicios de la edad esa que llaman adulta y ya, en plena madurez, te descubrí cantada (¡y bailada!) por esta joya de mujer. Cuando vuelves a mí, cuando me despierto y al cabo de las horas apareces en los ritmos y melodías de mi mente, entonces descubro que sigo siendo la misma: corazón contento. Yo doy gracias a la vida por ser como soy, saber vivir las penas y las alegrías que ella nos regala (porque todas son privilegios que se nos conceden), y sobre todo por no saber desperdiciar ni un segundo de vida. Quien pena esgrimiendo razones, vive limitándose, y lo que es el gran pecado, vive limitando a la vida (inútilmente, por otro lado, esfuerzos vanos).

(Creo que es la segunda o tercera vez que la comparto en este blog. Siempre vuelve.  ¡Que conste, es mi video preferido de toda la puñetera internet!... ah,  y daría lo que fuera por poder bailarla como ella ;))

)

Convaleciente

Convaleciente

Suavemente asoman
los dardos verdes, caen
a plomo sobre el iris
clavando la preñez
de un estado de esperanza.
Convaleciente convengo
con mi vientre en el réquiem
por un pasado tan lejano,
los errores cometidos
ahora nacen remediados.

Remedo con mi sombra,
que sí me pertenece
y a la que domino,
cuantas veces entorpezca
el camino el cansancio
por la desventura, el exilio
desmesurado de tu cuerpo
en estas noches mías y de mi sombra,
tan quejosas, tan enfermizas, tan a luces
del alba que renace. No hay dolor
que por gozo no llegue. La partida
vuela siempre el ave de retorno.

Como las cigüeñas de un norte.

Del amarillo al rosa escribo
tiñendo los días grises
de negro y rojo,
nuestros jóvenes colores,
de duelo por el ayer
que vivos hemos muerto,
de amor por un hoy,
que ya nuestro y no yerto.

martes, 11 de marzo de 2014

Confesión

Confesión

Hay que quemar todo lo que acabe con nuestro corazón.

En realidad, y tras demasiados años, la sensación que me queda, es que los poetas solo escriben para sí mismos y para otros poetas. Y eso es lo más deprimente y frustrante que puedo sentir.
Odio con toda mi alma el sentido gremial de los que se dedican a las letras. LO ODIO HASTA LA MUERTE.

Voy a ponerme a doblar ropa del "lavao".
Y a regar las macetas.

Y a joder al personal con lo que pueda de mis letras o mi mirada o mi vida o mi sentido del humor o mi tristeza.

Y a hacer fotografías cuyos disparos me llamen.
Y a pensar en ti como si no hubieras muerto.

Voy a emborracharme de mi propia gracia mientras la hallo en lo otro.

Hay que quemar todo lo que acabe con nuestro corazón.
 
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