sábado, 15 de diciembre de 2012

Sevilla (un poema de Fernando Ortiz)


Sevilla (Acuarela) 
A Antonio Sánchez

Un patio. En su soledad
se oye de la luz un roce.
Arriba, la claridad;
abajo, el íntimo goce.
Albahacas, gitanillas,
plantas y flores sencillas
pintan y aroman la cal.
Una alta torre y un río,
un revuelto caserío.
Y la Epístola moral.

Fernando Ortiz (De Postdata, 1999)

viernes, 14 de diciembre de 2012

El año de la coronación


El año de la coronación

Sucedió en su fecha, el año
del descubrimiento, el año
en que me colon-
izó el huevo
claro
con el que me coronó
mi madre trigueña
clara
con la tortilla de patatas.
De allí llegó la desarrollable,
el conocimiento de lo inexplicable,
la opacidad del agua,
el brillo de los ojos oscuros
de los dos amantes, la vergüenza
de mi desnudez limpia
en los brazos amorosos
de mi madre, que me coronó,
sí, me coronó con su amarilla
tortilla de patatas servida
en el plato de plástico azul.
La hermosa y bella mía no sabía
que la asaeté todo el día
con el capricho y las flechas
de los celos de mi prima
tan sólo por hacerle justicia:
¡qué no, que mi madre
hace las tortillas mejor
que tu madre, mi tía!
Mi prima se iba donde los alemanes,
rubia, siempre princesa,
se la llevaban sus padrinos
muchos días a un lugar
que hasta 40 años después,
tan alta me quedaba mi prima,
no pude conquistar,
ya mediante otras armas
y otro color, el verde
de la higuera o de La Higuerita.
Yo, como no
los tenía,
o sea, sí,
pero como eran mis abuelos,
como si no los tuviera,
así que ni disponía de animales,
digo, padrinos que se iban
donde los alemanes,
ni siquiera higueras
con las que matar
a las cañas, como Afrodita
sí la tuvo luego.
Me bastaban mis hermanas
y el calor del cuerpo de mi madre
cuando me arrebujaba en la toalla
tras el baño de la tarde
en el agua clara de los manantiales
donde mi piel quedaba limpia
de sal y de arena y de calor.
Dulce y fresca quedaba yo.
Mi madre, mi madre
siempre me limpiaba,
siempre me endulzaba.

Pero llegó el fatídico día,
el de la coronación
del huevo pasé a la espina,
no del huevo, no, el huevo
es fruto, comprendí
las otras de mi madre
justa en el instante.
Las que no supe asimilar
fueron las de las miradas
sonriente—¿por qué sonreían?—
de la pareja justa y junta
que me observaba cuando,
por las manos amorosas de mi madre,
mis piernas entreabiertas en el mar
les mostró lo que ellos
nunca pudieron tener
ni antes
ni después:
un hijo,
una hija
con un
culo limpio,
un pimpollo de carne blanca
entre tanta piel morena
fruto de un bajo vientre,
llorando o riendo
según amanecieran
el día o la noche, jugando
con la arena con su padre
a construir murallas de arena
para que la suave ola
la lamiera embebiéndola,
y desaparecieran, acompañando
a su madre con la leche
de la más pequeña o asaetándola
todo el día con el capricho
de una tortilla de patatas
hecha en aquella cocinita
cuidadosamente dispuesta
entre cartones decorados
con tazas de chocolate
bebido por un niño risueño,
que la aislaban de los vientos
de levante o de poniente.
Ni los diseñadores suecos de Ikea
han aventajado las ideas de mi padre,
ni mi tortilla a la de mi madre,
comistrajo que no me gustaba
por entonces, el huevo sólo
me entraba pasado por agua,
el agua dulce de los manantiales
de agua clara —la clara clara
sólo por el agua me gustaba—
pero es que su prima, o sea mi prima,
la prima,
tan de los alemanes, había osado
cuestionar el buen hacer
de las manos
de mi madre.

Claro, era princesa.
Mi prima.

Fue un año fatídico
para una que ya no
recuerdo, o sí.
Ahora me ensordece su voz
anunciadora, nuncia
profética del nacimiento
del disfraz de la mesías:
la india.
Y mi madre la mandó retratar,
vestida de blanco
tan ingenua
pero muy morena,
había nacido desde el peor
mal de nuestros males:
La codicia.

Nació la india en Agosto
en la ciudad tras la playa
el año del descubrimiento
de un continente imparable: Am-
ar aunque la maten.

Aunque me maten
o me mate
yo misma.

Total, yo ya estoy coronada,
con espinas de madre,
con tortilla de patatas
y hasta con plumas de aves,
niña blanca o india nave
con alas como las
que salieron de esa orilla
hacia la otra.
De la menudencia, la pequeña
violencia, el sabotaje,
a
las catástrofes, las hecatombes,
los holocaustos,
de más o de menos
millones de inocencias
tienen siempre el mismo origen:
el capital de las legiones
que nos oprime y nos consiente,
ya provenga de celos de princesas,
de ausencia de justicia
o presencia de alemanes,
de la codicia de hueros amantes
o del amor de una
dulce madre
que padeció
espinas
de
orfandad
y
de
hambre.

(Sofía Serra. De Los cabezos amarillos)

Finales Agosto 1970






Cantores por la bahía

Se me han saltado las lágrimas al ver a mis cabezos amarillos, en dos ocasiones aparecen, una por el principio y otra por el final, con su torre derruida y todo. Pero la sevillana es preciosa, de las que más me gusta bailar, siempre me emocionan. Demasiado. Siempre.
Y no me los esperaba.
He llegado casualmente a este vídeo.
Todo me lleva.
El poema camina y yo lo sigo
Cuando consiga una nueva cámara será lo primero que haga, como sea, me iré a pasar el día retratándolos. No puedo más. No puedo más. NO quiero poder más.

La vida imposible I (charla una madre con su hijo de 20 años)

La vida imposible I
(charla una madre con su hijo de 20 años)

la felicidad sólo consiste en apreciar
lo que se tiene cuando se tiene.

No importa qué se haga, Manolito,
el resultado siempre es el mismo.
Si aprecias, no lo digas.
Si amas, no lo expreses.
Si quieres que quieran
de ti, nunca des.
Hasta aquí ha llegado
y desde aquí ha nacido
el hombre cuadrado siempre,
cualquiera de nosotros aunque
tal vez yo y como yo
algunos que no conozco
nacimos con la particular
virtud o el vicio de hacernos

la vida imposible:

amar y no ser amados,
dar y no ser recibidos,
despeñarnos por el abismo,
ya nada insondable,
del no ser más
que (en la mirada) del otro.

La verdad, la única verdad, la pura verdad
en este mundo es que el ser humano
sólo quiere aquello que no tiene.
No te des: te querrán
No des de ti: necesitarán de ti.
No des bondad: te verán bueno.
No des belleza: te verán bello.
No des amor: te verán amable.
No estés: estarán.
No te seas: serán.

Provoca miedo: obtendrás respeto.
Provoca dolor: obtendrás amor
Provoca necesidad: obtendrás veneración.

Esta es la cordura del hombre.
Esta es la locura que me ha vuelto cuerda
desde mis cero años a mis cincuenta.
No tardes tanto en convencerte.
Sobrevivirás más saludablemente.

Y al final te rendirán honores
llorando por tu ida.
Probablemente hasta se dirá
que fuiste un enorme ser humano,
y casi seguro, un gran Poeta.

Te recordarán los siglos
aunque tú no recuerdes
el día que naciste
a la vida,
hijo.

(Sofía Serra)

jueves, 13 de diciembre de 2012

La amistad

La amistad

No hay nada como un mendrugo de pan
cuando el hambre es cierta,
enervante hasta dormir,
cuando se mastica el aire
porque no hay comida.
Falta la costumbre
de atesorarnos en la herida
recoger todas las libélulas
una a una rescatar con ellas
la ferocidad del milenio
persiguiendo a las avispas.

Otros toboganes nos esperan
en el parque de los viajes mistéricos,
la benevolencia,
la humildad,
la salud del cuerpo
como si perteneciera
a una mente infantil lúcida y brillante.

Nos falta por saber
todo
sobre
todo
nuestra falta de sabernos.

Árbol, sombra
que me iluminas,
dónde te ocultas.
Contigo se han ido
la alegría y el credo.
Ya sólo me queda
mi propia herida
y tu congoja.

El lugar donde a salvo,
la amistad de las yerbas floridas
recordándome.

(Sofía Serra)
 
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