viernes, 19 de octubre de 2012

Oído

Oído

Me he quedado muda
al amarte transparente
tus fresas cuelgan
como macetas
de mis balcones
de mayo, es mi pecho
el que se asoma
a contemplarte, verte
y verte venir como
si no los muros ni el cemento,
como si tus ojos libres
me hubieran con-vida-do
a un almuerzo, a la ruina de la bilis,
al sorbo del mágico
poi-son que inventa menta
verde y limpia la mucosa
de mi estómago, un trago
de yerbabuena en los brazos
de tu abrazo o esos fuegos mojados
mientras yo intento no abandonar
mi fe en mí
y en tu oído.

Para mi son
tu deseo
de hombre llegando
a ti y lo tuyo.

Sofía Serra (De Solenostemon)

Paralugar

Paralugar

Mi hermano está en Helsinki,
yo en Sevilla y una patria se pierde
en las montañas de azufre tan aromáticas,
curry luminotécnico encendido por tanto
y tantas arquivoltas de ayer
comunicando el vértice de la luz
de las farolas que no sé dónde acaba,
dónde se apagan.
La noche arruga el velo de perlas centelleantes,
un puticlub se esmerila en los adoquines
de la calle y en la fachada de la iglesia
decorada como tarta nupcial.

Para los sentidos, las parasienes.
Un sublugar asoma meditabundo
dudando entre su sitio y yo.

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

jueves, 18 de octubre de 2012

Apopléjico mayo

(El tras-mayo de este octubre
tan parco, tan reaccionario.)


Apopléjico mayo

Cristiano y tácito
cabecea sobre los parterres, sí y no,
del jardín exultante de yerbas
y amargas prímulas.
el sol rompiéndose:

Conminarán, nos conminarán
a todos al quehacer de lesa
majestad hasta abolir
nuestras axilas de cuerpo
humano sin brazos y ya
hasta sin alas.
Como los ángeles esclavos
de los otros infiernos en la cuerda,
entre dos rascacielos aúlla el lobo

que olvidé, mirad mis ojos
olvidados por mí.
Ya no suman ni restan,
pétreos invaden la vívida luz
y se ahuecan para atraparla.

Culminad, escindid, refrigerad
la sal y la lluvia quebradiza
para que no claudique ni se amiante
la humedad bajo nuestras huellas.
Hubo un ya en que amarnos
fue lo más fácil.

Nada de miedo no tiene
miedo más que de ti
este mayo tan esclerótico
y tan escaso de rosas
en el sol malevolente
que a-las otra s rosa s aja.

Lo sensato es que sostengas
tensas tus sienes hasta
su santo y seña: semestre
como si una adelfa fueses,
este apopléjico mayo
al límite del agostado
y dorado verano

bordeará la apatía
hasta su estiaje,
y así, sazonará el mar
la multicolor dueña
de los abandonos de las olas.

Mas nada relega
a la insumisa,
a la tercera orilla.

Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)

miércoles, 17 de octubre de 2012

El principio

El principio


El cordero abrió los ojos
para dormir para siempre.


El secreto

desde un cordero blanco
y penoso blanco lechoso
me acostumbro
y evado las sienes
de lo que soy.
la siesta del cordero
me ha abierto los ojos
secretos que cierro
aunque ya no tenga párpados.
la rosa semántica
y cargada de profundas grietas
abastece el pulmón de tu oído.
qué más pedir en el siniestro
mar de luces.
un canal nos encauza hacia el sumidero.
No hay remedio.

Es inútil.


La soledad lo contamina todo. Dejan de tener sentido la esperanza, la habitación, la huella clara o difusa. Nada subsiste si no es en el otro. Ninguno amamos más que a nosotros mismos. La juventud se yergue abanderando sin recordar a sus padres. Los padres han olvidado a sus hijos. El maestro se queja de su salario. Yo pienso en irme. Mientras tú existas me sentiré sola. Mientras yo misma exista. ¿Cómo nombrarte tú sino es desde el yo? Mientras haya una puerta, el cuarto quedará a oscuras. La rebeldía sólo nos atestigua ante el ocaso del sol. No queda más remedio que morir. La muerte es nuestra compañera, y sin embargo le tememos. A todo tenemos miedo, hasta a lo que nos hace felices.
El miedo es nuestra criatura, la endemia, nuestro cáncer.
El miedo al otro.
El miedo a amar.
El miedo a morir.
Por eso nos asiste la soledad.
Ella es nuestra compañera.
Por eso no tenemos remedio.
Esta es la cruel y humana paradoja,
el secreto que nos revela
como
imbéciles.


El conocimiento


Hoy comienza una nueva vida, una nueva parte de mi vida. Así pongo punto y aparte. Cierro un ciclo comenzando otro que no sé adónde me llevará. El continuo sigue habilitando recursos en mi mente para decidir por mí misma que debó hacer, aunque yo no lo sepa. El qué se impone, el porqué es mi fundamento, el cómo mi debilidad. La debilidad de todos también.
El cómo nos comunica con el otro, logra o no logra abrir el cauce, saltar el abismo, tender el puente.

Este cómo me ha servido a mí hasta ahora. He tenido el puente entre yo y lo que sea que nos sostiene a todo. Por eso ya puedo decidir. Con conocimiento. Segura de un mundo y su lugar y segura de mi lugar en él. mi lugar en él sólo soy yo aunque yo pueda amar. Aunque yo misma sea amor.

El amar es un estado de reposo absoluto, de paz sin fin. Un estado magnificiente. Lo hace todo serio y profundo, consecuente, congruente, en paz con dios y con los hombres, con uno mismo. No da lugar a al miseria ni al dolor. No vomita. Sólo exige verdad. Nos manifiesta. Dejamos de necesitar los cinco sentidos para estar. requerimos tan solo la presencia de nosotros mismos. Nadie llama ni convoca salvo la propia verdad.
La miseria no tiene vuelo, se arrastra pegajosa y hiere la longitud de de las mareas, siniestra lo oculto. Traiciona lo verdadero.

Ser independiente significa ser capaz de amar. Ser esclavo significa no poder hacerlo, no poseerse. Si uno no se posee no se puede dar.

Todo ha re-comenzado. Echar la suerte significa amar, amar es la verdad. Y nada es susceptible de amar salvo la verdad. Todo lo que no es verdad es mentira, luego no es. Si no es, no puede ser amado.

Sólo la verdad hace el lugar para el acto del amor. Sólo la verdad pone en paz al hombre consigo mismo, porque le permite amar.
Hacer lo que debe ser hecho es la verdad. No hacerlo, la mentira.

Acabo de morir.

Vuelvo a comenzar.

Sofía Serra (De Solenostemon)
 
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