Avecrem
reía
solicitando venias y contras,
tan desdichado soñó
con su silueta agujereada
por las balas de sus luces.
Conminó, a quién sino a mí, y yo le seguí,
pervirtió el azar denostando
el lúbrico frenesí de toda carcajada caliente,
ingrávida, de la entraña.
Esta indulgente y lamentable agonía
me permite despojarme
de toda suerte reglada de avatares o
absurdas decisiones en la cúspide del hombre
del maltrato y su nomenclátor soliviantando al eco,
a los desdichos de la alambrada,
a la somatización y la química
gruesa de las golondrinas
que ya se fueron gobernadas por otros afanes,
los necesarios,
las penitencias plenarias,
las hábiles transformaciones de las plumas
en vasallaje alado químicamente obtenido
en las vasijas de barro de las aguas, de las piernas
sin muletas, clavellinas entramadas
coronando ciertas testas,
… tantas testas…
… tantas tetas altas,
tanta pechuga alzada,
tanta ave a la cazuela,
y, por el contrario,
tanto pollo indultado en el gallinero.
Seré gallina sólo hasta que amanezca.
Entonces, despertaré el aire
con mi eco regurgitante.
La salvedad penetrará en cada oído
blanco, y pudiera ser que en este día
yo ya muera.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
miércoles, 19 de septiembre de 2012
lunes, 17 de septiembre de 2012
Pero no recordaste
Pero no recordaste
Cualquier ciudad transita
Con mis manos
Por las caricias de su lomo.
Ya apuntan maneras las dodecafónicas
Ingles, se inscriben en el gozo
Como las orugas que reptan
Por los perfiles de las hojas,
Doblándose
Sobre sí mismas
O sobre el hierro que amortigua
La hediondez sonora
De caber donde más oprimen
Los gestos,
El señuelo,
La bifurcación.
No hay otra palabra,
La verdadera huele.
Esa es la sutil diferencia,
su esencia.
Sofía Serra (De Solenostemon)
Cualquier ciudad transita
Con mis manos
Por las caricias de su lomo.
Ya apuntan maneras las dodecafónicas
Ingles, se inscriben en el gozo
Como las orugas que reptan
Por los perfiles de las hojas,
Doblándose
Sobre sí mismas
O sobre el hierro que amortigua
La hediondez sonora
De caber donde más oprimen
Los gestos,
El señuelo,
La bifurcación.
No hay otra palabra,
La verdadera huele.
Esa es la sutil diferencia,
su esencia.
Sofía Serra (De Solenostemon)
Un poema de Javier Sánchez Menéndez
Preparación para la muerte
No sé si estás dispuesto a agradecer la vida,
a morir enterrado en calles o suburbios
o en todos los lugares donde uno se muere
cada día, a cada instante;
como si uno se fuera agradeciendo risas
o palabras que una vez nos dijeron
a pesar de pesares para sobrellevarnos;
agradeciendo dudas, respuestas,
valía la pena ser agradecido,
agradecer la vida,
recordar a los seres que agotan los abrazos,
el llanto por amor y no estar muerto
o descubrirse muerto y ser amado.
¡Qué difícil!
Un último recuerdo principio de principios,
y preparar la muerte a pesar del dolor.
Y se apaga el recuerdo,
y se apaga la idea de agradecer
la vida a cada instante.
Javier Sánchez Menéndez
(De "Última cordura", en Faltan palabras en el diccionario. Poemas escogidos 1983-2011. Libros del Aire, 2011)
domingo, 16 de septiembre de 2012
la estrella más profunda
la estrella más profunda
Hoy se recompondrán vericuetos de helio y sordos tragaluces. Los agujeros negros hacen tiempo fabricando las estrellas del desarme. Sobre el planeta de las uniformidades pasean juntos el volumen y la estratigrafía de los segundos. Nos queda por saber cómo se pinta un vacío lleno de soles esféricos y dádivas cúbicas; las mil y una preguntas de las bocas desarropadas viajarán a la velocidad de la luz camino de la otra geometría. Al final, sin escisión, nos encontraremos en el borde del universo, que es finito, como tu perfil.
No concebir, verificar, caducar y asesinar y asesinarnos como cualquier átomo que arrima electrones al besamanos del contiguo. Traspapelar hasta rehacer el espacio que
estrato tras estrato
vamos trastornando
besos que sorbemos
olvidando los labios
que los dieron.
Engendramos
con el coito
interrumpido.
Recomponer a la medida de la estela invisible,
el campanario erguido de almuédanos canta
la mesura de las teselas,
de las lombrices traedoras de tierra
hasta el pavimento enlucido.
Pavor ante la diferencia: Tantas
fallas solícitas de terremotos
y lugartenientes armisticios.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
porque cuando
ya no quedan flores
aparece la sonrisa de tu estómago.
Hoy se recompondrán vericuetos de helio y sordos tragaluces. Los agujeros negros hacen tiempo fabricando las estrellas del desarme. Sobre el planeta de las uniformidades pasean juntos el volumen y la estratigrafía de los segundos. Nos queda por saber cómo se pinta un vacío lleno de soles esféricos y dádivas cúbicas; las mil y una preguntas de las bocas desarropadas viajarán a la velocidad de la luz camino de la otra geometría. Al final, sin escisión, nos encontraremos en el borde del universo, que es finito, como tu perfil.
No concebir, verificar, caducar y asesinar y asesinarnos como cualquier átomo que arrima electrones al besamanos del contiguo. Traspapelar hasta rehacer el espacio que
estrato tras estrato
vamos trastornando
besos que sorbemos
olvidando los labios
que los dieron.
Engendramos
con el coito
interrumpido.
Recomponer a la medida de la estela invisible,
el campanario erguido de almuédanos canta
la mesura de las teselas,
de las lombrices traedoras de tierra
hasta el pavimento enlucido.
Pavor ante la diferencia: Tantas
fallas solícitas de terremotos
y lugartenientes armisticios.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
Árbol de Verdad II
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