lunes, 17 de septiembre de 2012
Un poema de Javier Sánchez Menéndez
Preparación para la muerte
No sé si estás dispuesto a agradecer la vida,
a morir enterrado en calles o suburbios
o en todos los lugares donde uno se muere
cada día, a cada instante;
como si uno se fuera agradeciendo risas
o palabras que una vez nos dijeron
a pesar de pesares para sobrellevarnos;
agradeciendo dudas, respuestas,
valía la pena ser agradecido,
agradecer la vida,
recordar a los seres que agotan los abrazos,
el llanto por amor y no estar muerto
o descubrirse muerto y ser amado.
¡Qué difícil!
Un último recuerdo principio de principios,
y preparar la muerte a pesar del dolor.
Y se apaga el recuerdo,
y se apaga la idea de agradecer
la vida a cada instante.
Javier Sánchez Menéndez
(De "Última cordura", en Faltan palabras en el diccionario. Poemas escogidos 1983-2011. Libros del Aire, 2011)
domingo, 16 de septiembre de 2012
la estrella más profunda
la estrella más profunda
Hoy se recompondrán vericuetos de helio y sordos tragaluces. Los agujeros negros hacen tiempo fabricando las estrellas del desarme. Sobre el planeta de las uniformidades pasean juntos el volumen y la estratigrafía de los segundos. Nos queda por saber cómo se pinta un vacío lleno de soles esféricos y dádivas cúbicas; las mil y una preguntas de las bocas desarropadas viajarán a la velocidad de la luz camino de la otra geometría. Al final, sin escisión, nos encontraremos en el borde del universo, que es finito, como tu perfil.
No concebir, verificar, caducar y asesinar y asesinarnos como cualquier átomo que arrima electrones al besamanos del contiguo. Traspapelar hasta rehacer el espacio que
estrato tras estrato
vamos trastornando
besos que sorbemos
olvidando los labios
que los dieron.
Engendramos
con el coito
interrumpido.
Recomponer a la medida de la estela invisible,
el campanario erguido de almuédanos canta
la mesura de las teselas,
de las lombrices traedoras de tierra
hasta el pavimento enlucido.
Pavor ante la diferencia: Tantas
fallas solícitas de terremotos
y lugartenientes armisticios.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
porque cuando
ya no quedan flores
aparece la sonrisa de tu estómago.
Hoy se recompondrán vericuetos de helio y sordos tragaluces. Los agujeros negros hacen tiempo fabricando las estrellas del desarme. Sobre el planeta de las uniformidades pasean juntos el volumen y la estratigrafía de los segundos. Nos queda por saber cómo se pinta un vacío lleno de soles esféricos y dádivas cúbicas; las mil y una preguntas de las bocas desarropadas viajarán a la velocidad de la luz camino de la otra geometría. Al final, sin escisión, nos encontraremos en el borde del universo, que es finito, como tu perfil.
No concebir, verificar, caducar y asesinar y asesinarnos como cualquier átomo que arrima electrones al besamanos del contiguo. Traspapelar hasta rehacer el espacio que
estrato tras estrato
vamos trastornando
besos que sorbemos
olvidando los labios
que los dieron.
Engendramos
con el coito
interrumpido.
Recomponer a la medida de la estela invisible,
el campanario erguido de almuédanos canta
la mesura de las teselas,
de las lombrices traedoras de tierra
hasta el pavimento enlucido.
Pavor ante la diferencia: Tantas
fallas solícitas de terremotos
y lugartenientes armisticios.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
Árbol de Verdad II
sábado, 15 de septiembre de 2012
Nonato
Nonato
Vejada, dormida, traída
del espanto a las agostas
sienes de la rota
quijada, espléndida insomne
bajo las pestañas de las abejas,
esos lícitos parangones,
la iluminación se extravía
por los juncos y las estrellas
con su azul de simiesco espejo
hendido por las hondas sendas
del blando y subrepticio porvenir.
Obstarán a la redundancia
de la esfera colgada del cielo,
bola inmensurable sobre
la aglomeración del engrudo
entre párpado y párpado
de la mirada de la noche
caso de que se acotasen
las bandadas de esclerótico
plumaje vendidas a tu frente
desde tu volumen de mórula inversa.
Grandilocuente ave marina
con estómago de hielo,
derrítelo y regurgita:
Si alguien conserva la cordura,
ya es hora de que dé la lata
y la comparta, bien abierta.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
Vejada, dormida, traída
del espanto a las agostas
sienes de la rota
quijada, espléndida insomne
bajo las pestañas de las abejas,
esos lícitos parangones,
la iluminación se extravía
por los juncos y las estrellas
con su azul de simiesco espejo
hendido por las hondas sendas
del blando y subrepticio porvenir.
Obstarán a la redundancia
de la esfera colgada del cielo,
bola inmensurable sobre
la aglomeración del engrudo
entre párpado y párpado
de la mirada de la noche
caso de que se acotasen
las bandadas de esclerótico
plumaje vendidas a tu frente
desde tu volumen de mórula inversa.
Grandilocuente ave marina
con estómago de hielo,
derrítelo y regurgita:
Si alguien conserva la cordura,
ya es hora de que dé la lata
y la comparta, bien abierta.
Sofía Serra (De El hombre cuadrado)
viernes, 14 de septiembre de 2012
Síndrome temporal
Síndrome temporal
Seguimos tumbados viendo
Florecer los lilos. En otoño
Nos tocaron los testículos tantas veces
Que al final perdimos la sensibilidad,
El escroto fue endureciéndose
Y ahora no hay quien nos abra.
Me-ti-cu-lo-sa-men-te
Me despego de mí.
La vida es breve y falla
Mi oído, ya no te veo
Verte y verte venir
Como un pozo de alumbre
Descarnado y jubiloso
Te contentas sobreviviendo
Al hilo.
Terminar nos construye dejar
todo inacabado,
Fallecer en el síntoma.
Las peinetas de algunos gozos
Sembraron las madreselvas.
Tu cuerpo tan vacío de estrellas
Como el mediodía de enero, el frío.
Pero quisiera inventar un nuevo calendario.
En tu sálvame
te abres como los lirios de febrero,
honesto y fiel como una balanza
de aire. Hasta el mosquito más minúsculo
encontraría su medida en el diagrama
de tus pesos.
Comprendo que te reserves
Del mundo. Solemos pesar
Y no pensar
Como elefantes.
El lirio vuelve a levantarse
Tras el peso a plomo,
Pero sus pétalos ya se han vuelto
Transparentes.
Y no hay más febreros en el año.
Ni abriles, ni mayos, ni tampoco
septiembres.
Sofía Serra ( De Solenostemon)
No conseguimos desmembrarnos como estrellas
Seguimos tumbados viendo
Florecer los lilos. En otoño
Nos tocaron los testículos tantas veces
Que al final perdimos la sensibilidad,
El escroto fue endureciéndose
Y ahora no hay quien nos abra.
Me-ti-cu-lo-sa-men-te
Me despego de mí.
La vida es breve y falla
Mi oído, ya no te veo
Verte y verte venir
Como un pozo de alumbre
Descarnado y jubiloso
Te contentas sobreviviendo
Al hilo.
Terminar nos construye dejar
todo inacabado,
Fallecer en el síntoma.
Las peinetas de algunos gozos
Sembraron las madreselvas.
Tu cuerpo tan vacío de estrellas
Como el mediodía de enero, el frío.
Pero quisiera inventar un nuevo calendario.
En tu sálvame
te abres como los lirios de febrero,
honesto y fiel como una balanza
de aire. Hasta el mosquito más minúsculo
encontraría su medida en el diagrama
de tus pesos.
Comprendo que te reserves
Del mundo. Solemos pesar
Y no pensar
Como elefantes.
El lirio vuelve a levantarse
Tras el peso a plomo,
Pero sus pétalos ya se han vuelto
Transparentes.
Y no hay más febreros en el año.
Ni abriles, ni mayos, ni tampoco
septiembres.
Sofía Serra ( De Solenostemon)
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