domingo, 9 de septiembre de 2012

Pecado original

Pecado original

En un lugar del alma
existe el dios que dicen
todos llevamos dentro,
tú más tú sobre el aire
y la nada, tú más
el todo que abarca
y abraza en consuelo
el silencio que nutre
y agiganta y hace vivo
a ese ser que otros dicen
expulsaron de aquella suerte.

En el torno de las Eras que hacemos
con la boca o con los ojos,
ya en la luz, ya en la mancha
del lugar que nos despidió,
habita el inocente que, palabra a palabra,
engendra el tiempo, cumple
venganza contra la mudez
inexcusable del canto divino
y hace carne en el verbo
por mor del secreto a voces.
Los ángeles duermen pacíficos,
pero las palomas de la presencia
levantan vuelo musitando
con sus alas: aleteo va,
aleteo llega, se dicen (aman) felices:
“¡El hombre habla, el hombre habla!...”

Y el mundo se hizo.

(Sofía Serra. De Del bestiario de los inocentes)

sábado, 8 de septiembre de 2012

Al través

Al Través

Pequeños signos cantores,
tan mínimos y desfallecidos
como la consigna asediada.

Al terminar, se deduce la escafandra
o la tensión arterial obstaculiza
los privilegios del paso de la sangre
libre por sus regueros de vino:

una prebenda y un pusilánime sentido
del estorbo. La juventud y la luz
sojuzgada por otros destinos,
paradisíacos o no, se sometieron.
Encontrar, más allá, agranda los ojos
de burra tiene los ojos, tan grandes y
francos como los de Platero.

La libre calma abierta a toda duda,
la duda piedra perdida en el río
rueda en la quinta avenida
borbotea
orgasmos a toda pleura.
Quejumbrosos soldados
quedan a medias
hundidos en el limo aceitoso
de la memoria y en el huérfano descuido
que se trabajan lentamente, se horadan,
se inmiscuyen entrambas superficies
por doquier, superficie fundamentada.

No habrá un solo porvenir
al que asomarse si las juntas de hielo
permanecen congeladas.
las barcazas hacen
el tiempo que atravesó el lago
navega rumbo al sol acometido
por las olas de la pregunta
qué mar más bello sino
la eterna pregunta de si
no somos nada, no somos bajío,
ni orilla, ni probable respuesta.
Ni cuestión, nos advierte el mirlo
entonando su canto naranja
de fuego derretido en el mar,
la cuestión, comunicar
aunque se pierda el rumbo.

La quietud en la saliva.
Sí, ¿por qué no?

No te escindí,
una luciérnaga boca pasea
por el lúcido hilo.
Quieta emprende
Quimeras.
Queman.
Pueblan.

Irrumpes, verbo claro
—balanceas—,
al través
de un allá
hasta aquí.

Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)

Canto diario

Cansada estoy infinitamente cansada. Pero qué día de mi vida no lo he estado. Este este el síntoma definitivo del agotamiento, pensar que las jornadas siempre han sido agotadoras.
¿Para qué escribir un diario? Desde los 11 años pensando y rechazando hacerlo, empezando algunos y tan sólo escribir un par de fechas primeras como mucho, en seguida derivar hacia la retórica del pensamiento, un escribir para pensar o un escribir como modo de pensar, tan renuente en realidad, jamás ni la caligrafía ni la mecanografía adoptarán la velocidad de esos intercambios químicos en la que la materia cerebral se asienta.

¿Qué somos, dios mío, cuánta pretensión nos invade?
Por esto no escribo diarios, porque lo único interesante que termina por aparecer en ellos es lo mismo que pensaba cuando tenía trece años, y ya por entonces me sonaba a desfasado, de más, sobreabundando en lo que todo el mundo sabe. No he debido evolucionar absolutamente nada, salvo en lo material, para más ajada.
Ronca la noche cansada del día jornada agotada para renqueantes pasos llenos de vejez y cansancio,
Qué bien duerme y descansa la noche sin vigilias.
Mañana bañaré a las perras y a las pilistras. Hoy debo descansar ya: he aprendido a saber que debo hacerlo, 47 años tardé en aprenderlo.
Debo recordar introducir la cita de Empédocles en el libro rosa y gris. Rosa y gris. Ni pensado, ni que se hubiera pensado. Será como si él estuviera, lo sustituye. Empédocles resume en apenas una frase todo lo que quise decir en él. ¿Para qué seguimos escribiendo?
No perder la perspectiva, la triangulación, y en un diario se pierde. Quizás por eso nunca me ha gustado escribirlos, o no he sentido esa necesidad…ya bastante perdida como para
Destriangularme a posta.
La noche sonora
Vuelca sus dones en mis manos.
Yo te los cedo con mis pechos.
Es todo lo que soy.

Y no quiero ser más.

La sierva

Tengo todos los motivos para que no dudes de mi franqueza, pero no me has dado lugar para sembrarlos. Quizás es que de nuevo debo conquistar la tierra con mis manos, pero estoy muy cansada, ya sólo deseo encontrar el porche, beber una copa de vino y respirar. El sudor, las ojeras y la sonrisa algo decaída me visten esencialmente a estas horas. No tengo más. Al menos francamente, sin esforzarme.

Destriangularme libremente.
La noche sonora
Vuelca sus dones en mis manos.
Yo te los cedo con mis pechos.
Todos son tuyos.
Es todo lo que soy.

Y no quiero ser más.

Sofía Serra ( De Solenostemon)

viernes, 7 de septiembre de 2012

Las contradicciones, poema de La Peregrina

Disparo de la fotografía: Sevilla, Sofía Serra, Nikon D-80, Nikkor 18-135, 20/Julio/2012, 29868.

Las contradicciones

No encuentro paz, ni me permiten guerra;
de fuego devorado, sufro el frío;
abrazo un mundo, y quédome vacío;
me lanzo al cielo, y préndeme la tierra.

Ni libre soy, ni la prisión me encierra;
veo sin luz, sin voz hablar ansío;
temo sin esperar, sin placer río;
nada me da valor, nada me aterra.

Busco el peligro cuando auxilio imploro;
al sentirme morir me encuentro fuerte;
valiente pienso ser, y débil lloro.

Cúmplese así mi extraordinaria suerte;
siempre a los pies de la beldad que adoro,
y no quiere mi vida ni mi muerte.

Gertrudis Gómez de Avellaneda, "La Peregrina"


El ente

El ente

No hubo más.

Te alejó lo mismo
Que te acercaba
A mí
Me acercó lo mismo
Que me separaba

De ti.

(Sofía Serra. De Solenostemon)
 
Creative Commons License
El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.