tormento seco
esto para el Amor
al que pertenezco
apenas significa más que un rayo
que le deslumbra
en la comodidad de su silla
con sus lentes tumbadas
sobre las blancas muelas
de otras bocas oídas, mas,
yo te señalo, relámpago de tierra
adentro, las encinas azules
de octubre se transparentan
en la loma negra de las siete de la mañana,
el aguacero engendra sus hijos
en la matriz de la noche duda
y mis dos manos sujetan las aras
pontificales y redondas
como el volante del coche
que nunca desertó.
las direcciones posibles
las decide el viento y su alarido
pequeño y mi miedo,
siempre el miedo
en la tumbona del río crecido
que cabalga lejano
a nuestro sueño de calma,
yo lloré
ayer y las gotas corrieron
hasta encontrar el vaciadero
de la cuneta, y se me perdieron,
se me perdieron, Amor,
y ya no sé Tú,
y ya no sé de dónde llega mi llanto,
si del encuentro con la tormenta,
o de la cotidiana ausencia de agua,
o de lágrimas.
Sofía Serra ( De Solenostemon)
martes, 28 de agosto de 2012
lunes, 27 de agosto de 2012
Sinvergüenzas
Sinvergüenzas.
No me queda ya otra palabra tras varios/muchos años contemplando-padeciendo el panorama artístico-literario internáutico y físico español.
No hay otra explicación posible. Sólo la falta de vergüenza.
Asco-Arcadas: Amarilla.
Roja de indignación.
Negra de tristeza.
¿Amerkel? ...Una santa.
No me queda ya otra palabra tras varios/muchos años contemplando-padeciendo el panorama artístico-literario internáutico y físico español.
No hay otra explicación posible. Sólo la falta de vergüenza.
Asco-Arcadas: Amarilla.
Roja de indignación.
Negra de tristeza.
¿Amerkel? ...Una santa.
Los alambres eléctricos, poema de Salvador Rueda
Poema de Salvador Rueda, de su libro "Camafeos"
(Fondos digitalizados de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla)
(Fondos digitalizados de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla)
sábado, 25 de agosto de 2012
Sorda en el extravío
sorda en el extravío
Los hombres buenos tiraron
por la calle de en medio
y a mí me dejaron en el arrabal
de las luces inventariadas
y probablemente fundidas.
Las calles negras y amarillas (debo reconocer
cierto fulgor anaranjado
producto de algún matiz rosa
que mis ojos le añaden)
ventriculan
el escenario
perfecto
de un tiempo de pesadilla
pegajosa, ni el tiempo
tiene fuerzas para desembarazarse
de ella, a pesar de la presencia
de soldados votivos,
uno a uno
los fui disponiendo
a su alrededor.
No existe guerra posible
entre el aire y mi alma.
Mi cuerpo me estorba
para matar al ángel hollín
de la suerte estéril y llena
de orugas con pelillos
urticantes.
la procesionaria de mis lamentos
se hace cuerda del presente.
Pero no oigo el tic-tac.
Sofía Serra
Los hombres buenos tiraron
por la calle de en medio
y a mí me dejaron en el arrabal
de las luces inventariadas
y probablemente fundidas.
Las calles negras y amarillas (debo reconocer
cierto fulgor anaranjado
producto de algún matiz rosa
que mis ojos le añaden)
ventriculan
el escenario
perfecto
de un tiempo de pesadilla
pegajosa, ni el tiempo
tiene fuerzas para desembarazarse
de ella, a pesar de la presencia
de soldados votivos,
uno a uno
los fui disponiendo
a su alrededor.
No existe guerra posible
entre el aire y mi alma.
Mi cuerpo me estorba
para matar al ángel hollín
de la suerte estéril y llena
de orugas con pelillos
urticantes.
la procesionaria de mis lamentos
se hace cuerda del presente.
Pero no oigo el tic-tac.
Sofía Serra
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