La tortuga
Lleva días quieta sin asomar la cabeza,
Pero su concha de carey
Es quebradiza como la nácar
De los ostiones remojados
En la salina correspondencia
Entre la llegada de la ola
Y la permanencia de la orilla.
Me subo al tren de las estaciones
Silenciosas, allá, en los entrepaños
De la vitrina, con las copas de cristal
Antiguo, extrafino y tallado.
(Sofía Serra, De La exploradora)
domingo, 19 de agosto de 2012
sábado, 18 de agosto de 2012
Feria del libro 2011
En la feria del libro de Sevilla de 2011, la única que tengo, que "me" la disparó mi hijo, y pongo el "me" entre comillas por motivos obvios. Las dos preciosidades que me acompañan y que tuvieron la amabilidad y simpatía de pasarse por mi chiquitito y solitario puesto de firmas (digo solitario porque ni la editorial hizo acto de presencia... ¡presencia!, para eso se supone que estaba yo, todo acá potencia la medioesquizofrenia) en una tarde de tormenta del copón, son dos de "mis niñas turcas (ver AQUÍ), Shahla —no puedo escribir bien su nombre con este teclado, lo transcribo fonéticamente pero sin signos apropiados— y Mehtap. El libro no sale, "La presencia por la ausencia", está bajo el cartel de "llévatelo", pero es lo de menos. A los libros hay que leerlos o, en todo caso, han de escribirse, no mostrarlos en montones, pilas o en las páginas web.
La vitrina
Me parece que ya me queda poco... creo que sólo en esto medio. Quiero decir que me queda poco en este medio, no sé si en "el otro", eso nunca se sabe. Y que por eso, o mejor, por aquello, se me ha ocurrido de pronto, ayer súbitamente, hacer esa especie de blog que he llamado "La vitrina".
Tengo una vitrina preciosa, y de madera muy mala, herencia de mis abuelos que siglos ha en paz descansan, en el campo, la vitrina en el campo y llena, llena de copas de cristal en su mayoría, la mayoría de las copas de mi abuela, de esas que con soplarles se rompen, con estantes también de cristal (más grueso). En ella he ido guardando siempre esos objetos que me gustaba conservar a la vista, valieran un pimiento o no, es decir, desde la pareja de cocodrilos de los huevos kinder, él con el ramo de flores escondido a su espalda presto a ser ofrecido, el ramo de flores, a la cocodrila, ella creo recordar vestida de rosa y con expresión de hembra embelesada, de cuando mi hijo era pequeño, hasta el elefante de jade con la trompa levantada que me trajo mi hermano de no sé donde, las piedras del valle de Zión y hasta una de Manhattan, de la zona cero, los platos de tarta que le regalaron a mi madre de recién casada y las innumerables y sucesivas colecciones de catavinos, vasos extremos de cerveza y hasta la botella de agua de las que ya no se ven salvo en "el zara home" (estas con menos años de solera, es decir, más limpias de residuos), más, eso sí, una surtida colección de postales de los viajes de mi hermano y alguno de mi hijo cuando vivía en el campo. El caso es que ese puñetero mueble, del que recuerdo su soniquete, como el de un piano con las teclas sueltas, cuando, apostado en la habitación intermedia del piso de mi abuela, alguien pasaba por el lado, es decir, pisaba las losetas contiguas a las mismas sobre las que se asentaban sus casi inexistentes patas, no lo tengo aquí. Y me acuerdo de él, claro que me acuerdo.
Por eso a lo mejor he hecho "la vitrina". De memoria intenta reunir enlaces a los lugares donde he tenido noticias que han puesto cosas mías, de memoria y con vida. Algunos ya no existen, por lo que no he enlazado, claro está, y otros han optado por eliminar las entradas. Algunos más, claro, se me han vaciado en la memoria.
Si alguien tiene a bien llenarme algún hueco, agradecida. Quedará allá.
Me gustaría también llenarlo de mis joyas en este medio, pero no creo que me dé lugar.
O tiempo.
O tiempo.
egipcíaca
egipcíaca
No me creo
nada
más
creo en los retratos
de el fayum
que en lo que
me cuentas
si de ti
no obtengo prueba
irrefutable
de tu sinapsis.
Queman los timbres y los sellos
enterrados junto a las momias,
serigrafía la arena
ventea el solo mundo,
el necio obsta lejanamente
al Nilo, el río y yo tan quietos
bajo la palmera adosada.
Pajizas tus manos
desertan la vela
toda triangular
como cuando donde
yo ya no me sumo
a tus tempestades.
Tumbas de hojarasca
para este mes tan terco
y gris de, yo, una ociosa.
Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
No me creo
nada
más
creo en los retratos
de el fayum
que en lo que
me cuentas
si de ti
no obtengo prueba
irrefutable
de tu sinapsis.
Queman los timbres y los sellos
enterrados junto a las momias,
serigrafía la arena
ventea el solo mundo,
el necio obsta lejanamente
al Nilo, el río y yo tan quietos
bajo la palmera adosada.
Pajizas tus manos
desertan la vela
toda triangular
como cuando donde
yo ya no me sumo
a tus tempestades.
Tumbas de hojarasca
para este mes tan terco
y gris de, yo, una ociosa.
Sofía Serra (De La dosis y la desmedida)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)