Más allá del Tajo no llegó el oro de Europa con sus fondos feder- er su… al sul de más allá del Tajo las encinas son ufanas naderías oficiadas no sé si por las cabras o una motosierra gigante que alenteja por abajo y por arriba sus copas negras sobre el amarillo suelo y la tierra del escarbo gris, tal vez la ausencia que diera lugar al milagro de servicio a la puerta, resto que me extraiga de esta vil onomatopeya entre la legumbre y la ley seca de un norte que sólo existió unos miles (da igual cientos) de años después de que inventáramos los turdetanos el garum.
a otro tal felipe y a un poeta encam(o)ado debemos esta grieta que separa, que ataja un grupo o pueblo que llamaron hispano. Portugal reúne mar y aroma de marca con la que me friso —también Saramago lo hizo para surtirme de una metáfora en la presencia—. Que dios mismo bajara, de norte a sur, y dijera si es natural o designio divino, él sabría sobre sus mismas tropelías, quizás una fruto de sus tantos poemas, que por cuatro reyes (tal vez menos) y un poeta, tanto nombre diferente, tanto artificio de grieta para una novela, tanta frontera y distancia entre los feder encauzados entre huertos y castañales y esos que nunca llegaron a mis pobres encinas con forma de lenteja.
Como las lilas de ultramar. Así me posé sobre la yerba cercana a tu estanque, convertí cañas en siringas hasta inundarte de ti. Canto y taño. En honor de las letras me hago sangre, despedazo cada labio por ver si al nombrarlas consigo oír el descanso. Anhelo el otoño sin que haya nacido el verano.
¿Y si me dejas en reposo? No morirás aunque duerma, la luz se hace luz sin el tiempo: hay algo más. En el vacío interestelar coexiste la anti-materia, ¿por qué yo no puedo auto-extinguirme? Ser capaz de perpetrar deicidio contra estas cansadas manos, estos pesados brazos más tuyos que míos: deja que duerman. Al parecer, sólo el aire me mantiene viva, ventana y lumbre. Al parecer, el sonido no ondea sobre el agua, puerta y límites. Al parecer, los lilos florecen una vez al año.
¿Qué tal si me permites apoyar la cabeza aunque sea en la nube de espinas? Ahuyentarme. Dejarme en paz de mí.
Auto-ventilarme en un sol, en una punta, en un nítido y exento atisbo del negro sobre el blanco. ¡Puff!, y dejar... Dejar de ser. Auto-inhibirme en el altar de las lilas abiertas a lo que sea.
Al blanco.
Sofía Serra (Correcciones de Los parasoles de Afrodita)
me han dado con la puerta en la nariz de mi entraña no vacante. una puerta pintada con color de titán y un lujo de ellos que lleva el nombre en la etiqueta de la lata que lo contiene, o lo encierra, de “cerrado por vacaciones”.