viernes, 15 de junio de 2012

Todo y a ti

Todo y a ti





He estado allí, he recordado, voy a ir, tengo que ir, quiero ir. Quiero verme allí allá.
Es el durante, el mientras llego y no, romper la inercia lo que cuesta esfuerzo.
Se acaba de fundir la bombilla del humo, tan fría y azul como algunas sienes. Si todos hablamos de lo mismo, ¿por qué no nos ponemos de acuerdo?
Desde luego este siglo, este comienzo de siglo, se caracterizará para futuras generaciones por la proliferación de filósofos de cuchara. Entre los que me incluyo. Filósofos domésticos. ¿Es que acaso puede existir el filósofo no doméstico? Domos, tal vez la única palabra pura y naturalmente humana. La casa, el hogar, el fuego, lo que nos cubre y protege. La naturaleza es dura para el hombre, tan enclenque, piel tan fina. Necesitamos el domos. Somos el domos. La naturaleza lo propicia, somos naturales.


Espero que nadie lo dude a estas alturas. Lo Es-Pero sé que no es así.


Me he ido al campo
A vivir la yerba ya seca.
Me he ido aunque no esté allí.
Me he ido a vivir mi ausencia.


Lloraré cuando compruebe que no he estado,
Pero al menos podré
Reconocerme en mis antiguos
Brazos hoy aún más broncíneos
Y potentes. Y el dorado
Me hablará de su nostalgia
Por mis manos.
Me derramaré
En su pecho sin ira.


Me he ido al campo
Para redibujar mi silueta
Desparramada
Sobre tantos adoquines
Hirvientes y sucios, MUY SUCIOS, de negro
Polvo. El biergo o bieldo introduzco
En el montículo de compost,
Las malvas se han secado ya,
Sé que el ruiseñor me observa
Aunque durante la madrugada
Yo ya pueda dormir
En la cama de urbe
Y algún confort
Que sólo
Yo entiendo.
Sólo yo.




Todo y a ti.

Sofía Serra (De La exploradora)

jueves, 14 de junio de 2012

Futuro perfecto

Futuro perfecto


Cuando


¿qué serás cuando?
me está vedado el futuro
de tu seña ahora, normal,
no soy adivina,
pero pienso en ti vindicando
un eco de pasiones.
Y me encuentro con tu camisa
celeste y un destello de espejo
que me indica ya veremos
lo que las sillas que nos sostengan
darán de sí
mismas y nosotros
qué seremos
cuando.


Cómo


me obtengo de tu síntesis
de juicio y jugo
exprimido de hombre
al uso de mis manos
los claveles siguen floreciendo,
nada se atornilla a un pasado.
El futuro tiene nombre
de estantería. Los anaqueles
caerán por su propio peso.


Qué


vinagre de manzana,
fermentos lácticos,
soldados de jengibre,
química conserva,
sustancia de destello,
suena Vivaldi otoñal,
sólo quiero mirarte,
poder mirarte.


Cuánto


Abrir los ojos
me amanece un día
de quizás unas horas.
Aunque sólo la noche dirá cuántas.

Sofía Serra (De La exploradora)

miércoles, 13 de junio de 2012

Maitines

Maitines


Lloré y me lamenté viendo el lugar infrecuentado (Empédocles)


Romperás de un parto
la guía de la mañana.
*
como quien tensa un verde
hermeneútico y áspero gris
de mañana cálida
y torcida y fría mañana
de verano.
*
la noche hablante
eleva sus alas.
yo no seré dueña
ni vida ni amante.
*
la luz ablanda los duros tesoros
como piedras preciosas
somos de dios imágenes
solo, tan descreído.
*
triste y consentida
sentencia de la mañana
para una estrella
en tu frente, venganza
sitiada por el hueco
de una noche difusa
desaparecida ya.
*
cada día sé menos de palabra
amor joven y ufano
despertar de esta madrugada
de junio cada día se tumba iracundo
protestando contra el sol
y la materia de la que están hechos
los dones de una herida.
Cada día entiendo menos de tú
o palabra o yo misma
me perdono porque cada
noche de cada día y su día
nocturno de cielo albo
me abre un don espejo
un hombre de suelo y luz
y la victoria. De la mañana
no huelo su triunfo. Parece por fin
seria mi acometida a la noche,
furtiva se duerme, se suelda
al raíl del cielo huyendo como espacio
encerrado al vacío en esas bolsas
que caminan huellas sonoras
transparentes de agua.
la luz y un gomoso y elástico
chirriar de goznes lubricados
por el aroma de abril hoy perdido
y la luz se pone derecha,
como mi espalda cuando nervea
en paralelo con el aire.
mas quisiera yo poder ahogarte
en la calle arriada. Gobernaremos
juntos aunque nadie lo diga.
Sospeché el misterio del contrapunto.
No existe método científico
que consiga probar por qué
los vencejos cantan sólo
para mis oídos lentos
comparados con la velocidad del sonido.
No quise asustar tu blanca
noche de hombre tranquilo
y ausente.
Desesquinada e inútil, la argamasa
levanta rendijas extrañas
por donde el otro barrio,
o el campo, me mira.


Hoy no me queda amanecer por medir.
La venganza y el palio de la noche
traban mi deseo ambarino
de secuencias fílmicas
sobre tu vida como aquellos
pasquines que me hablaron
de la juventud y el miedo
cuando los muros de las ciudades
se levantaban negros. El campo existe,
pero me ha dejado sola.


Ahora nadie puede olerlo.
*
No estamos de más.
La hormiga me lo repetía
desde sus antenas serias
de cristal negro, la piedra
suspiraba más allá de la memoria
de mis pies transmitiéndome
el vaivén lento de la tierra.
Un algo dinámico me sostuvo
mientras yo junqueaba
junto a la orilla, los pies de rey
visitaban la velocidad de mi mirada,
no me abandonan las tórtolas,
se han venido a vivir conmigo
mientras sueldo los hierros
de la torre de la luz.
Estoy construyendo un aposentadero
provisional para una especie
protegida, una especie
en vías de extinción.
El ejecutivo canto del ruiseñor
allá en la encina del río
así me lo transmitió,
así me lo ordenó.
Así me ama.

Sofía Serra (De La exploradora)

martes, 12 de junio de 2012

El diente de león y la acacia

El diente de león y la acacia


No vestir nunca en otoño,
desnudar en todo acaso
lo que nos distingue en vana diferencia,
como cada coquina
que desenterré en la playa.
Mis pies se arropan


sordos como la llave sorda
abre la casa sorda como
el hueco y el ave sorda
pero cantora.
Que no existe.
Berenjenar y subsistir, quemar
banderas y palos de arte mayor
y que el cruel castigo del látigo lacere
tu espalda herrumbrosa, vigilia vejada
por las nocturnas estrellas,
vender viento a manos llenas
hasta dormir desnuda.


Se aploma el disfraz
para el que nunca muere,
para el que permanece
sobre el manto memoroso.
Beber de los meados del ñú
y escupir mierda sobre los girasoles,
los quema y los aja
como si las nubes
evacuaran ácida lluvia:


el desurco de la farsa,
la guadaña del falsete siega
y nutre tu ábaco cejiblanco
con la cuenta de tus andrajos
de seda y mi sombrero cornucopia
colmado de gargajos
y soles nutrientes de clorofila
que el agua escupe.
Abrevarán otros dioses
ahorcados por bufandas
de rayas como el payaso
se iracunda cada vez que se pisa
el pie con el zapato del segundo
colgado de tu rama.


No quiero sino venderme
ante el paisaje extraño.
Su corteza con agujas,
mis semillas como plumas,
—¿por qué tú, justicia,
no apuñalas mandíbulas
de vez en cuando?—
Volvamos al trueque:
cambiaría mi reino
de diente de león
por tu recreo de árbol
fiero e integrado.


Llevamos ¿cuánto tiempo
acaeciendo juntos?

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

A un pájaro cobrizo y muerto

A un pájaro cobrizo y muerto
Muerte… funesta (Empédocles)


se me murió el pájaro
y yo me quedo quieta
y sorda quiero muda
sea su salto y suelta
venga a decir quizás
me lloro
sólo a venirme dijo
su juventud extrema.


Tanta benevolencia extremo
en el pasillo de tus pisadas
de sol de noche y estío blanco
y el amarillo de los cantores
que no mueren dicen.

Sofía Serra (De La exploradora)
 
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